Alimentar la vida interior durante el descanso

lunes, 14 de enero de 2008
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“Vengan a mi los que están fatigados que yo les daré descanso”, dice el Evangelio de San Mateo en el capítulo 11. Las vacaciones son un tiempo privilegiado en el que podemos escuchar la voz del Señor y acoger su Palabra encontrando en Él espacio para el descanso del cuerpo y alimentar el espíritu. Del espectáculo de la naturaleza surge natural alabar a Dios por las maravillas de sus obras y la admiración serena ante las bellezas naturales fácilmente se transforman en oración y en invitación a cultivar una relación personal con Cristo, asimilando sus enseñanzas.

El Evangelio de Marcos, en el capítulo 6, reza: “Los Apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo: Vengan ustedes solos a un lugar desierto, para descansar un poco”. Estamos llamados a trabajar para construir el Reino poniendo a su servicio con generosidad los dones recibidos. Pero necesitamos alimentar nuestra vida interior, necesitamos también el descanso para profundizar nuestra relación con Él.

Y dice el Salmo 22: “El Señor es mi pastor, nada me puede faltar. El me hace descansar en verdes praderas, me conduce a las aguas tranquilas y repara mis fuerzas; me guía por el recto sendero, por amor de su nombre”. Las vacaciones nos dan la posibilidad de descansar en Él y tener una mirada agradecida por todo lo bueno recibido de nuestro Buen Pastor que nos estimula a vivir la hospitalidad y la solidaridad, el respeto por la persona de los demás, el saneamiento ecológico, la cordialidad y la buena educación, el sentido del pudor y el gusto por una recreación sana que retemple la integridad de nuestra persona.

“María, por su parte, escuchaba todas estas cosas y las guardaba en su corazón”, expresa asimismo el evangelista Lucas en el capítulo 2. Las vacaciones plenamente humanas son un tiempo del Espíritu en el que nos reencontramos con nosotros mismos, con los hermanos, con el Señor. Y se instala en nosotros la dimensión contemplativa de la vida cristiana que nos hace ver todo desde Dios y por eso desde el esplendor de la Verdad que nos llena de amor y de esperanza.

 

Monseñor Carlos Malfa