Cada diez años hay un cambio violento de liderazgo en República Centroafricana

jueves, 25 de abril de 2013
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El periodista español José Carlos trazó un sombrío panorama sobre la realidad que vive República Centroafricana. Recordemos que Radio María Argentina apadrina en este país el desarrollo de la Radio María local. Este es el artículo del español desde el país africano:

 

Centroáfrica, campeona mundial del olvido

Pocas cosas hay que provoquen un estado de pánico total como ser despertado por disparos en medio de la noche. Desde que llegué a Bangui el pasado 20 de abril varias personas que conozco me han contado lo traumatizados que se sienten después de pasar noche tras noche .oyendo tiros en su barrio, rezando para que los autores de los disparos no aporreen su puerta. Pero una cosa es oírlo y otra muy distinta experimentarlo en la propia carne. Esto fue lo que pensé durante la noche del 22 al 23 de abril, cuando unos fuertes disparos a la puerta del hotel donde me hospedaba me sobresaltaron. Pasé la noche vestido y con los zapatos puestos, sin dormir, y temblando, con dinero en el bolsillo por si acaso recibía alguna visita poco agradable. Primero fue a las 9,45 de la tarde y tras unas horas de tensa calma los trallazos se repitieron a las dos y media de la madrugada.

“No se preocupe, señor, lo más seguro es que fuera una patrulla de la Seleka que estaban ahuyentando a elementos incontrolados que salen de noche a robar. En este hotel estamos muy seguros. Puede usted preguntar a los soldados que tenemos fuera y que nos protegen”. Eso me dijo la recepcionista del hotel a la mañana siguiente cuando le pregunté si sabía a qué se debía aquel pandemonio. Los soldados que nos protegen ya los conozco porque me molesté en charlar con ellos un rato el primer día que llegué, y algunos son chiquillos de no más de 16 años.

No me lo pensé dos veces. “En situaciones de posible peligro obedece siempre a tu estómago”, me dijo una vez en Uganda un amigos de Naciones Unidas con muchos años de experiencia en países conflictivos. Pagué la cuenta religiosamente y me dirigí al recinto de Naciones Unidas, donde pedí un lugar para dormir. Desde que los rebeldes de la Seleka ocuparon Bangui el pasado 24 de marzo, todo el personal de Naciones Unidas y la mayor parte del personal de las ONG internacionales duermen en la base. El jefe de seguridad, un galés simpático y servicial, se deshizo en atenciones conmigo y me dio lo mejor que pudo: un colchón, sábanas, una almohada nueva y una manta que puso en un despacho que comparto con un rumano. Mi compañero de fatigas es un hombre dicharachero y amabilísimo, curtido en misiones como Afganistán, Darfur e Irak que siempre tiene cosas interesantes que contarme, además de alguna cerveza fría que me ofrece antes de dormir. En la oficina tengo también un frigorífico, un lugar donde ducharme con agua fría (como el ministro Arias Cañete) y una buena conexión a internet. Todo un lujazo para tratarse de Bangui. Además de estas amabilidades me están gestionando mis vuelos para ir a Goma, en el Este de la República Democrática del Congo, donde trabajaré los dos próximos meses con los hermanos de la Caridad. La pasada noche dormí como un lirón, arropado por el sentimiento de que estamos más de cien personas aquí juntas. No hay ningún lugar seguro donde dormir en Bangui, ni siquiera el centro de la ciudad, algo que dice mucho de la situación aquí hoy día.

Mi gran amigo René, que durante enero y febrero me abrió su modesta casa con una hospitalidad exquisita durante los meses de enero y febrero, me llamó a la mañana siguiente y me contó que llevan varias noches sin poder dormir. En su casa les han saqueado dos veces y tienen suerte que no les han golpeado ni disparado. “En nuestro barrio disparan toda la noche. Ahora dicen que son las patrullas que intentan detener a los saqueadores, pero cualquiera sabe. Los que tenían coches ya no los tienen porque se los han llevado estos bandidos. Muchas chicas han sido violadas. No tenemos nada y solo podemos dejar nuestro future en las manos de Dios”, me ha contado casi llorando.

Esta es la situación a la que se refirió el sub-secretario general de Naciones Unidas para asuntos políticos, Jeffrey Feltman, durante su breve visita a Bangui ayer, 23 de abril: “Estoy aquí para expresar la grave preocupación de la ONYU ante la situación de deterioro de la seguridad y los derechos humanos en el país, y para expresar mi solidaridad con el pueblo que sufre y que vive en este momento en una situación de vulnerabilidad extrema”, dijo en su declaración oficial. “Las matanzas, los saqueos, los ataques la la población civil y las violaciones de derechos humanos tienen que terminar. Los que han tomado el poder tienen que responsabilizarse y controlar a los elementos bajo su autoridad. El secretario general cree firmemente que no bene haber impunidad ante estos crímenes. Todos los actores, Seleka incluido, tienen que garantizar la distribución de la ayuda humanitaria”, añadió.

Son palabras muy justas que van al grano. Lo que no está claro es cómo estas buenas intenciones se pueden traducir en realidad. Durante los próximos días está previsto que el Consejo de Seguridad de la ONU se reúna y tome alguna decisión importante sobre la República Centroafricana. En círculos informales he escuchado a bastantes personas bien informadas que es muy posible que la ONU decida enviar una fuerza de intervención para restaurar el orden en la capital y asegurar pasillos de ayuda humanitaria en el interior del país. Esto sería una buena noticia para los centroafricanos, que han recibido con un gran escepticismo la reciente decisión de los países de la CEEAC (Estados de África Central) de enviar 1.500 soldados más para reforzar su fuerza de Dios sabe qué (llamarlo mantenimiento de paz sería demasiado). Después de todo, fueron los soldados de la FOMAC los que dejaron que Seleka entrara en Bangui sin oponerles resistencia el pasado 23 de marzo.

En Bangui el ambiente sigue siendo de mucha tensión y descontento general. Hoy hay huelga de taxistas (de coches y de motos), que protestan por los asesinatos que la Seleka ha cometido con algunos de los miembros de su gremio y que, como siempre, quedan impunes. Hace dos días que 500 milicianos de la Seleka se dirigieron al palacio presidencial para “recordar” al nuevo hombre fuerte del país, Michel Djotodia, que aún no les han pagado. Los mercenarios extranjeros, sobre todo chadiano y sudaneses, que ayudaron a Djotodia a tomar el poder, por su parte dicen que para volver a sus países quieren 30.000 dólares por barba. No es mala paga, si se tiene en cuenta que el trabajo que han hecho ha sido saquear, torturar, matar, violar y dejar a la pobre Centroáfrica hecha unos zorros. Por si fuera poco, empieza a haber signos de que en Seleka se están formando distintas facciones y sólo nos queda rezar que Dios nos libre de que empiecen a combatir entre ellos. Tener miles de soldados sin formación, faltos de dinero y con resquemores es la mejor receta para otro estallido de violencia que podría llevar a una “Somalización” de la República Centroafricana.

Otro problema de primer orden es la falta absoluta de dinero. Los pocos centroafricanos que tienen algún billete en el bolsillo han recibido su dinero de parientes en el extranjero. Nadie recibe un salario. El primer ministro Nicolás Tiangaye, la única figura política que es aceptada como interlocutor por la comunidad internacional, acaba de llegar a Bruselas para pedir a la Unión Europea apoyo financiero. Pero nadie sabe si su gobierno ha elaborado una lista de necesidades y prioridades de acción junto con garantías de que los fondos serán bien gestionados. Sin nada de esto los discursos emocionales en despachos europeos sobre la situación de la pobre gente que no tiene nada servirán de muy poco.

La historia reciente del país muestra que cada diez años hay un cambio violento de liderazgo en Centroáfrica, y cuando los nuevos dueños se hacen cargo demuestran una absoluta incompetencia para responder a las necesidades de sus ciudadanos. Este es el caso del nuevo amo, Michel Djotodia, no reconocido por la comunidad internacional. Pero la peor plaga que este país ha sufrido siempre es el olvido. Esta fue la conclusión de Jeffrey Feltman: “La República Centroafricana no puede seguir siendo la ´crisis olvidada` que sale a la luz brevemente en el mapa internacional cada pocos años para caer de nuevo en el olvido hasta que vuelve a estallar otra tragedia”.

René y su mujer han venido a verme a mediodía. Me han traído unas camisas que me había dejado olvidadas en su casa y un plato caliente de espaguetis con setas, porque dice que “no puedo estar todo el día encerrado en la oficina comiendo a base de galletas”. Llevo 25 años trabajando en lugares conflictivos de África y durante este tiempo se me han caído muchos mitos, pero aún sigo con la convicción de que los pobres son los más generosos y los que comunican más calor humano.