Los obispos de República Centroafricana se expresaron sobre la grave situación del país

miércoles, 17 de abril de 2013
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Al menos 24 personas murieron en Bangui el pasado fin de semana en enfrentamientos entre la alianza de grupos rebeldes Séléka, que tomaron el poder por la fuerza el 24 de marzo pasado, y enfurecidos vecinos de distintos barrios, algunos de los cuales al parecer portaban armas. En varios casos, los hombres armados de la Seleka entraron en vecindarios bajo pretexto de buscar armas y se dedicaron a saquear sistemáticamente casa por casa. Bangui sigue sumida en el caos. Según la Cruz Roja Centroafricana, desde que los nuevos amos entraron en la capital, antes de este violento fin de semana ya tenían un balance de 120 muertos y 456 heridos. La gente no tiene dinero, ni comida, ni medicinas y los que pueden huyen cruzando el río Oubangi hacia la vecina República Democrática del Congo.

La Iglesia Católica en la República Centroafricana es también víctima de estas agresiones (en muchos casos realizada por elementos islamistas radicales con un claro odio hacia todo lo cristiano), y desde hace ya bastantes meses, desde que los rebeldes de la Seleka empezaron su campaña de terror en el norte del país. Les reproduzco aquí algunos párrafos de un mensaje conjunto de sus obispos que fue leído en todas las iglesias del país el pasado domingo 14 de abril y que no tienen desperdicio. Denunciar las injusticias y predicar al mismo tiempo el amor y la concordia no es tarea fácil en un ambiente en el que los violentos no toleran que se señale el mal.

 

Este es el comunicado de los obispos africanos:

Los numerosos abusos soportados por los centroafricanos en general, y los cristianos en particular, revelan una firme voluntad de dañar la práctica de la fe cristiana y de impedir la obra de evangelización:

-Nos han robado ya más de un centenar de vehículos y de motos.

-Varias iglesias y otros lugares de culto han sido profanados, como es el caso de la parroquia de San José de Mobaye, la de Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción de Batanfago y otros.

-Algunas radios católicas y centros pastorales han sido saqueados

-En bastantes casos se ha perturbado el desarrollo de funciones litúrgicas.

-En la catedral de Nuestra Señora, en Bangui, se realizaron disparos al final de la celebración del Domingo de Ramos.

-Agresiones a sacerdotes y religiosas. Citemos los casos de las hermanas de Mbrès, los sacerdotes de Alindao, de Bangui, de Bossangoa e incluso el obispo de Bambari.

-Se impide el movimiento de agentes pastorales: tres obispos y varios sacerdotes y religiosas bloqueados en Bangui desde la Semana Santa.

-Deploramos el anti-testimonio de algunos cristianos que han tomado parte activa en los saqueos y destrucciones de bienes y de edificios.

En el Evangelio, Jesús resucitado se manifiesta a sus discípulos al borde del lago de Tiberíados. Se nos aparece con un cuerpo y un corazón humanos que desean ser amados. Por medio de la pesca milagrosa, Cristo fortalece la fe de sus discípulos desanimados y les inicia a la vida del testimonio. Tras la comida, pregunta a Simón Pedro: “¿Me amas tú más que éstos?” Cristo nos lanza la misma pregunta y espera que le amemos y que transmitamos el mismo amor a sus hermanos y hermanas.

Esta misma cuestión del amor podemos plantearla en medio de la crisis político-militar que atraviesa nuestro país. ¿Realmente amamos la República Centroafricana? ¿Nos preocupamos por sus estructuras como los hospitales, las escuelas, los edificios oficiales? ¿Amamos a los débiles, los pobres y los desamparados? ¿Amamos a los enfermos que necesitan cuidados médicos? ¿Mostramos amor hacia los muertos que sólo nos piden que les demos un entierro digno?

Algunas dudas planean sobre el amor que tenemos hacia nuestra patria cuando vemos tantos actos innobles que han sido cometidos:

-Amenazas, terror y torturas psicológicas.

-Violaciones de chicas y mujeres. Algunas han llegado a suicidarse.

-Reclutamiento de niños soldados

-Humillación pública de soldados y policías del antiguo régimen

-Desplazamiento forzoso de personas que se refugian en los bosques.

-Cortes de electricidad y de agua incluso en los hospitales y tanatorios.

-Penuria e inflación

-Bloqueo de las redes de comunicación con ciudades fuera de Bangui.

-Edificios públicos, hospitales, escuelas, casas particulares saqueadas o confiscadas.

 

 

Ante tantos saqueos, actos de destrucción y de humillación sistemática, delante del tejido social desgarrado por la mentira, la traición y el odio, delante de la caza de brujas, y con todo el clima de desconfianza y de inseguridad que nos rodea, corremos el riesgo de renegar de nuestra fe y de desarrollar en nosotros un espíritu de venganza o de vivir en el terror. Pero la palabra de Dios nos recuerda que, incluso en las situaciones más trágicas, a ejemplo de los apóstoles, somos llamados a dar un verdadero testimonio de Cristo, vencedor del miedo, del odio, de la violencia y de la muerte, y Señor de la confianza, del amor, de la paz y de la vida.

Por eso pedimos a los actores de la vida política: “Todo lo que queráis que los hombres os hagan a vosotros hacédselo a ellos” (Mateo 7,12). Sabéis que nuestro país está en crisis como consecuencia de no respetar la palabra dada, de tomar decisiones erróneas, de una búsqueda desenfrenada del poder. En este momento son muchos los problemas urgentes de nuestra patria: la seguridad, el desarme y acuartelamiento de combatientes, la repatriación de los mercenarios extranjeros, la reorganización efectiva del trabajo y de las actividades escolares, la vuelta al servicio de los funcionarios, gendarmes y policías en todo el territorio nacional, el pago de los salarios… Por amor a nuestra patria, os exhortamos a obrar en favor de la justicia, la paz, la concordia, el buen gobierno, el respeto mutuo y el bien común.

A todos los cristianos y a los hombres y mujeres de buena voluntad. Como hemos visto en el evangelio, los discípulos, desanimados ante la muere de su Maestro se sintieron abandonados… Nosotros también estamos pasando por la misma experiencia de los apóstoles ante los tristes acontecimientos que tienen lugar en nuestro país. Sin embargo, Cristo no abandona a su pueblo en Centroáfrica. Como hizo con Pedro y los apóstoles, Él viene a nuestro encuentro y nos invita a echar de nuevo las redes de la reconciliación, la justicia y la paz. Reconfortados con la presencia de Cristo, que expulsa el miedo de nuestros corazones, reencontremos el camino del diálogo en la verdad, del respeto inter-religioso, de la fraternidad y del amor para reconstruir nuestro país desgarrado. ¡Qué Dios bendiga Centroáfrica!".