“Ser cristiano es una cosa seria”

martes, 16 de octubre de 2012
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Miles de personas acompañaron la fiesta de la Virgen del Rosario del Milagro en Córdoba el pasado domingo 7 de octubre. El Nuncio Apostólico en la Argentina, Monseñor Emil Paul Tscherrig, presidió la fiesta y dejó inaugurado el año de la Fe. Todo comenzó con una procesión desde la Iglesia Santo Domingo ubicada en las calles Deán Funes y Vélez Sársfield, y cerró en la explaza Vélez Sársfield con la misa.

Esta es la homilía de Monseñor Tscherring:

"Me siento muy feliz de poder visitar, por primera vez, como Nuncio Apostólico esta Arquidiócesis de Córdoba y deseo expresar mi agradecimiento a su Arzobispo, Mons. Carlos Ñáñez, quien tuvo la bondad de invitarme a esta solemne fiesta patronal de Nuestra Señora del Rosario del Milagro. Los saludo cordialmente en nombre del Santo Padre y, por intercesión de María Santísima, los invito a participar con entusiasmo y fervor en las actividades del Año de la Fe, el que, por voluntad del Santo Padre, ha comenzado el jueves pasado y terminará el 24 de noviembre de 2013, en la Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo.


El inicio del Año de la Fe coincide con el recuerdo agradecido de dos grandes eventos que han marcado el rostro de la Iglesia de nuestros días: los cincuenta años pasados desde la apertura del Concilio Vaticano II, por voluntad del Beato Juan XXIII, (1º de octubre de 1962), y los veinte años desde la promulgación del Catecismo de la Iglesia Católica, legado a la Iglesia por el Beato Juan Pablo II (11 de Octubre de 1992).


Según las palabras de Papa Juan XXIII, el Concilio ha querido "trasmitir pura e íntegra la doctrina, sin atenuaciones ni deformaciones", comprometiéndose a que "esta doctrina cierta e inmutable, que debe ser fielmente respetada, sea profundizada y presentada de manera que corresponda a las exigencias de nuestro tiempo". (cf. Congr. Fede, Nota). Desde el comienzo de su pontificado, el Papa Benedicto XVI se ha comprometido firmemente en procurar una correcta comprensión del Concilio. Él rechaza como errónea la interpretación que el Concilio haya marcado una discontinuidad y una ruptura con los concilios del pasado, sino que es una "renovación dentro de la continuidad del único sujeto-Iglesia, que el Señor nos ha dado". Por lo que el Papa Benedicto subraya que la Iglesia es un "único sujeto que crece en el tiempo y se desarrolla, pero permaneciendo siempre el mismo, único sujeto del pueblo de Dios en camino" (Nota, p.8).


El segundo evento importante que recordamos es el Catecismo de la Iglesia Católica que el Sínodo Extraordinario de los Obispos del año 1985, ha pedido al Papa como instrumento al servicio de la catequesis. Juan Pablo II cumplió este deseo en colaboración con todo el episcopado, dando a la Iglesia un nuevo catecismo. La intención era que este catecismo fuera fruto auténtico del Concilio y que pueda ilustrar a todos los fieles sobre la fuerza y la belleza de la fe.


Anunciando entonces el Año de la Fe, el Papa invita a todos los fieles a una auténtica renovación en la fe, que lleve a tomar el camino de conversión al Señor, único Salvador del mundo. La Iglesia abrazando en su seno a los pecadores, siempre tiene necesidad de purificación, e incesantemente busca la conversión y la renovación.


Así continúa su peregrinación "en medio de las persecuciones del mundo y de los consuelos de Dios" anunciando la cruz y la muerte del Señor hasta que vuelva (cf. 1 Co. 11,26).


Por lo tanto la invitación del Papa es un desafío para todos. Cada uno de nosotros debería preguntarse: ¿por qué he venido a esta fiesta?- ¿Es solamente por tradición o porque soy una persona de fe que cree en lo que hace y también está dispuesta a vivir en el mundo según lo que cree? – ¿Qué es, queridos hermanos, lo que realmente sabemos de nuestra fe y lo que significa la persona y la vida de Cristo para nosotros? – También debemos preguntarnos: ¿Por qué muchos de nosotros se interesan tan poco por las cuestiones de fe y de la Iglesia y se comporta como si fueran cosa de poca importancia? – ¿Por qué nos avergonzamos tantas veces de ser católicos? – Entonces la cuestión de fondo es ésta: ¿por qué soy cristiano, y que puedo esperar por serlo? –


Hermanos y hermanas, yo soy cristiano porque quiero más de la vida que sólo algunos días felices o menos felices en este mundo, Soy cristiano porque creo que Cristo tiene verdaderamente palabras de vida eterna, y que es el Hijo de Dios omnipotente. Entonces, yo creo que tras las apariencias de este mundo existe el mundo del Espíritu, el que no podemos ver con nuestros ojos corporales, sino sólo con los ojos espirituales de la fe. El mundo espiritual es el mundo propio de Dios, que es Espíritu y Amor, y está en el origen de todo lo creado.


Por lo tanto nuestro futuro es la vida eterna, o sea la comunión definitiva con la Santísima Trinidad. Esta comunión es un don gratuito de Dios que nos ha sido dado por la muerte y resurrección de su Hijo de Dios y que se dejan bautizar. El cristiano vive así plenamente en este mundo, pero, al mismo tiempo, está en camino hacia la eternidad. Ser cristiano, entonces, es una cosa seria de la cual depende nuestra vida y nuestro futuro.


¡Qué otro podría guiarnos mejor en el camino de nuestro destino definitivo, sino María! Para generaciones de cordobeses la Virgen del Rosario del Milagro ha sido una estrella de esperanza y una guía segura en los momentos difíciles de la vida. Hoy ponemos de nuevo en sus manos, y le confiamos, la vida de todos nosotros y de la Iglesia. Ella es la mujer de fe por excelencia, porque creyó que lo parecía imposible a los hombres era posible para Dios. Así María es la nueva Arca de la Alianza entre Dios y la humanidad. Mientras el Arca de Dios del Antiguo Testamento, del que habla el Libro de Samuel (2 Sam. 12-15.17-19), contenía la Ley de Moisés, o sea la Palabra escrita por Dios, María ha sido llamada a ser, por obra del Espíritu Santo, el Arca de la Palabra hecha hombre en la persona de Jesucristo, el Hijo de Dios. Mientras el Arca antiguo era signo de la presencia de Dios entre su pueblo, en María esta presencia se ha hecho visible.


Finalmente, el último libro de la Biblia, nos muestra en una visión el templo celeste, donde el Arca de la Alianza indica que de manera definitiva Dios se ha hecho presente en el nuevo "Israel" glorificado. Él es "la morada" de Dios con los hombres, donde toda lágrima será enjugada y la muerte no estará más y todas las cosas serán hechas nuevas (cf. Ap. 21. 3ss). Por lo tanto esta visión indica el momento final de la salvación y de la historia de la humanidad.


La mujer "revestida de sol, con una luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en su cabeza" representa por una parte a la Madre Inmaculada de Dios, cuyo Hijo ha vencido la batalla contra Satanás y el mal en el mundo, porque a él le pertenece "el poder, el reino y la soberanía" sobre toda la creación. Por otra parte "la mujer" que aparece en su esplendor, representa a la comunidad de los verdaderos creyentes que abraza a los Judíos y a los Gentiles, pero que todavía está caminando en la tierra y sufre tribulaciones y persecuciones, expresadas en la imagen de los dolores del parto. Pero el Hijo es salvado por Dios que le prepara un refugio en el desierto, lo que es una alusión a la resurrección y a la Ascensión de Cristo. Entonces, quien sigue al Hijo de María, imitándola en el camino de la fe, participará en el milagro de la resurrección y recibirá como premio la vida eterna.


Queridos hermanos en Cristo: La estatua de María que veneran en esta ciudad ha venido del mar, por lo que no es del todo errado, el ver en la Virgen del Rosario del Milagro también a la Estrella del Mar que desde siempre es el punto de referencia para la barca de la Iglesia que continúa su viaje en el alta mar de la historia. En su encíclica sobre la esperanza cristiana, el Papa Benedicto XVI, hace fijara la atención en esta imagen cuando llama a María la "estrella de la esperanza". Él se refiere a un antiguo himno del signo VIII o IX que llama al a Madre de Dios "Estrella del Mar". El Papa compara la vida humana con un camino y pregunta: ¿pero, cuál es la meta y cómo podemos encontrar "el rumbo"? – Y responde: "La vida es como un viaje por el mar de la historia, a menudo oscuro y borrascoso, un viaje en el que escudriñamos los astros que nos indican la ruta. Las verdaderas estrellas de nuestra vida son las personas que has sabido vivir rectamente. Ellas son luces de esperanza". Y el Papa concluye: "Jesucristo es ciertamente la luz por antonomasia, el sol que brilla sobre todas las tinieblas de la historia. Pero para llegar hasta Él necesitamos también luces cercanas, personas que dan luz reflejando la luz de Cristo, ofreciendo así orientación para nuestra travesía. Y ¿quién mejor que María podría ser para nosotros estrella de la esperanza.?" (N° 49).


Cada vez que rezamos el Santo Rosario nos ejercitamos en esta fe de María e imploramos para nosotros y para el mundo la misma gracia y el don de la esperanza. Las estaciones del Rosario se hacen así imagen de nuestra misma vida, la que marcada por altos y bajos, alegría y sufrimientos, se mueve hacia nuestro destino definitivo, que es la resurrección y la vida eterna. Recorriendo con María las varias etapas de la vida de su Hijo entramos en la profundidad del mensaje evangélico y aprendemos de María a contemplar "la belleza del rostro de Cristo y a experimentar la profundidad de su amor" (RVM, 1).


Que María, la Virgen del Rosario del Milagro, nos acompañe en este Año de la Fe, e imploremos para todos nosotros y para toda la Iglesia, la gracia de la conversión.


Que bendiga a nuestras familias y a nuestros jóvenes para que la fe sea trasmitida también a las generaciones futuras.


Santa María, Madre de la Iglesia, intercede ante tu Hijo para que mande su Espíritu y renueve la faz de la tierra. Amén".