Brochero, en la bandera de Jesús

martes, 12 de julio de 2016
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Brochero16

El Padre Brochero vivió profundamente el llamado de Jesús a su bandera en la pobreza y el desprendimiento como generosidad e
incondicionalidad de entrega. Vivió plenamente aquello que dice el jesuita Pedro Arrupe que “el que se abre a sí mismo no debe menos abrirse hacia el interior, es decir hacia Cristo. El que tiene que ir más lejos para socorrer necesidades humanas dialogue más íntimamente con Cristo… el que tiene que llegar a ser contemplativo en la acción procure encontrar en la intensificación de esta acción la urgencia para una más profunda contemplación. Si queremos estar abiertos al mundo tenemos que hacerlo como Cristo de tal manera que nuestro testimonio brote como el suyo, de su vida y doctrina”.

La pobreza marcada fuertemente por la entrega generosa que caracterizó al P. Brochero, nos revela, una vez más, la belleza del amor sacerdotal. Los testimonios abundan como cuando estaba muy crecido el río Panaholma y lo llamaron para asistir a un enfermo grave,
y desoyendo las voces que le recomendaban no cruzar el río, mandó la mula por delante y prendido fuertemente de su cola exclamó “guay que el demonio me va a robar un alma”.

Otro testimonio de su amor sacerdotal fue cuando Brochero visitó al leproso Funes a quien nadie se animaba a darle una mano o un
consuelo; o cuando les escribió a los presos de la Penitenciaría de Córdoba “Ya les hice decir por mensaje y luego les repetí por carta
que las damas de Córdoba y el presidente de San Vicente de Paul hicieron por ustedes petición de gracia ante el gobierno y que el carro se encajó hasta las masas, esto es que muchas personas de valer de Córdoba hacían resistencia a la solicitud que se hizo por ustedes (…) Una docena de presos que pueden ser agraciados en el primero de enero que escandaliza a ciertas personas de Córdoba, pero que no se escandalizan que a más de diez docenas de Córdoba no se les ha concluido el sumario dentro de los tres meses que manda la ley”. Así escribía Brochero, porque para él los presos eran los más pobres, por eso el acompañaba luchando por su dignidad humana.

Hoy como nunca, vale la pena repetir al hombre y repetirnos a nosotros mismos “¿De qué le sirve al hombre ganar todo el mundo si él mismo se pierde?”. La Iglesia nos invita hoy con sencillez a tener el coraje de jugarnos la vida con algo que no nos deje vacíos.

 

P. Julio Merediz
Vicepostulador de la Causa de Beatificación de
José Gabriel del Rosario Brochero.

Adaptación de los Ejercicios Espirituales dados a través de
Radio María Argentina