Cuando Dios da un don, este don es irrevocable: no lo da hoy y lo quita mañana

lunes, 6 de noviembre de 2017
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06/11/2017 – En su homilía de la Misa en Santa Marta el Papa Francisco habló hoy sobre nuestro ser don y la misericordia del Señor: Cuando Dios da un don, este don es irrevocable: no lo da hoy y lo quita mañana. Cuando Dios llama, esa llamada queda toda la vida. 

Tres fueron “en la historia de la Salvación, los dones y las llamadas de Dios a su pueblo”, explica Francisco, “todos irrevocables” porque Dios es fiel: “el don de la elección, de la promesa y de la alianza”. Así lo hizo con Abraham, y así es con cada uno de nosotros.

“Cada uno de nosotros es un elegido, una elegida de Dios. Cada uno de nosotros lleva una promesa que el Señor ha hecho: ‘Camina en mi presencia, sé irreprensible y yo te haré esto’. Y cada uno de nosotros hace alianzas con el Señor. Puede hacerlas, no quiere hacerlas – es libre. Pero esto es un hecho. Y también, debe haber una pregunta: ¿cómo siento yo la elección? ¿O me siento cristiano por casualidad? ¿Cómo vivo yo la promesa, una promesa de salvación en mi camino, y cómo soy fiel a la alianza? ¿Cómo es fiel Él?”.

Por tanto, ante la “fidelidad misma” que es Dios, a nosotros no nos queda otra cosa que preguntarnos, dice el Papa, ¿sentimos Su caricia, Su cuidarnos, Su buscarnos cuando nos alejamos?

Y también, prosigue Francisco respecto de san Pablo: hablando de la elección de Dios, el Apóstol vuelve en cuatro ocasiones sobre dos palabras: “desobediencia” y “misericordia”. Donde se da la primera, observa el Papa, se dio también la otra, y este es nuestro camino de salvación.

“Esto significa que en el camino de la elección, hacia la promesa y la alianza, habrá pecados, habrá desobediencia, pero ante esta desobediencia existe siempre la misericordia. Es como la dinámica de nuestro camino hacia la madurez: hay siempre misericordia, porque Él es fiel, Él no revoca nunca sus dones. Tiene relación con esto: que los dones son irrevocables. ¿Por qué? Porque ante nuestras desobediencias, nuestros pecados, está siempre la misericordia, y cuando Pablo llega a esta reflexión, da un paso más: pero no de explicación, sino de adoración”.

Adoración y alabanza silenciosa, por tanto, ante “este misterio de la desobediencia y de la misericordia que nos hace libres “, y ante “esta belleza de los dones irrevocables, como la elección, la promesa y la alianza”, invita finalmente el Papa.

“Creo que nos hará bien a todos pensar en nuestra elección, en las promesas que el Señor nos hizo y cómo vivo yo la alianza con el Señor. Y cómo me dejo – permítanme la palabra – misericordiar por el Señor, ante mis pecados, mis desobediencias. Y al final, si soy capaz – como Pablo – de alabar a Dios por esto que me ha dado, a cada uno de nosotros: alabar y hacer ese acto de adoración. Pero no olviden nunca: los dones y la llamada de Dios son irrevocables”.