“Es la resurrección la que nos da la esperanza más grande”

miércoles, 17 de abril de 2013
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A continuación transcribimos algunos fragmentos de la catequesis del Papa Francisco en la audiencia general celebrada en la plaza San Pedro en el día de hoy, miércoles 03 de abril de 2013:


Queridos hermanos y hermanas: ¡Buenos días! (…) La muerte y la Resurrección de Jesús son el corazón de nuestra esperanza. El Apóstol Pablo afirma: “Y si Cristo no resucitó, la fe de ustedes es inútil y sus pecados no han sido perdonados”. (1Cor 15, 17).

Por desgracia, a menudo se ha tratado de oscurecer la fe de la Resurrección de Jesús, e incluso entre los propios creyentes se ha insinuado la duda. Un poco una fe 'al agua de rosas', como decimos nosotros. Y esto por superficialidad, a veces por indiferencia, porque nos ocupan miles de cosas que se consideran más importantes que la fe.

Pero precisamente es la resurrección la que nos da la esperanza más grande, ya que abre nuestra vida y la vida del mundo al futuro eterno de Dios, a la felicidad plena, a la certeza de que el mal, el pecado y la muerte puede ser derrotados. Y esto nos lleva a vivir con más confianza las realidades cotidianas, a hacerles frente con valentía y con esfuerzo. La Resurrección de Cristo ilumina con una nueva luz estas realidades cotidianas. ¡La resurrección de Cristo es nuestra fuerza!.

 

                             

 

Pasando a explicar las dos formas en que se nos ha transmitido la verdad de fe de la Resurrección en el Nuevo Testamento, el Papa Francisco ha hablado en primer lugar de la profesión de fe, es decir, de las fórmulas sintéticas que indican el centro de la fe. A ellas pertenecen, por ejemplo las contenidas en la Carta a los Corintios o en la Carta a los Romanos en que San Pablo escribe: “Si con tu boca proclamas que Jesús es el Señor y con tu corazón crees que Dios lo ha resucitado de entre los muertos, te salvarás”. “Desde los primeros pasos de la Iglesia – ha observado el Santo Padre- la fe en el misterio de la resurrección de Jesús es firme y sólida”.

Pero el Papa ha preferido hacer hincapié en los testimonios que asumen la forma de relato, recordando que sobresale el hecho de que los primeros testigos fueron las mujeres: “Al amanecer, ellas van al sepulcro para ungir el cuerpo de Jesús, y encontraron el primer signo: el sepulcro vacío (cf. Mc 16:01). Sigue después el encuentro con un Mensajero de Dios que anuncia: Jesús de Nazaret, el crucificado, no está aquí, ha resucitado (cf. vv 5-6)”.

Las mujeres están impulsadas por el amor y saben acoger este anuncio con fe: creen, y de inmediato lo transmiten, no lo guardan para sí mismas. Lo transmiten. La alegría de saber que Jesús está vivo y la esperanza que llena el corazón no se pueden contener. Esto debería suceder también en nuestra vida ¡Sintamos la alegría de ser cristianos! ¡Nosotros creemos en un Resucitado que venció el mal y la muerte! ¡Tengamos la valentía de ‘salir’ para llevar esta alegría y esta luz a todos los lugares de nuestra vida! ¡La Resurrección de Cristo es nuestra mayor certeza; es el tesoro más precioso! ¿Cómo no compartir con los demás este tesoro, esta certeza? No es sólo para nosotros, es para transmitirla, para darla a los demás, compartirla con los demás. (…)

En las profesiones de fe del Nuevo Testamento, como testigos de la Resurrección vienen recordados sólo los hombres, los Apóstoles, pero no las mujeres. Esto se debe a que, de acuerdo con la Ley judaica de aquel tiempo, las mujeres y los niños no podían dar un testimonio fiable, creíble. En los Evangelios, sin embargo, las mujeres tienen un papel primordial, fundamental. Aquí podemos ver un elemento a favor de la historicidad de la Resurrección: si se tratara de un hecho inventado, en el contexto de aquel tiempo no hubiera estado relacionado con testimonio de las mujeres. Los evangelistas, en cambio, se limitan simplemente a narrar lo que sucedió: las mujeres son los primeros testigos.

Ello nos dice que Dios no elige según criterios humanos: los primeros testigos del nacimiento de Jesús son los pastores, gente sencilla y humilde. Y las primeras en ser testigos de la Resurrección son las mujeres. Y esto es bello, es un poco la misión de las mujeres, de las mamás, de las abuelitas: dar testimonio a sus hijos y nietos de que Jesús está vivo, vive, ha resucitado. Mamás y mujeres: ¡adelante con este testimonio!.

 

     

Esto nos hace reflexionar también sobre cómo las mujeres, en la Iglesia y en el camino de la fe, han tenido y siguen teniendo aún hoy un papel especial en abrir las puertas al Señor, en seguirlo y en comunicar su Rostro, porque la mirada de fe necesita siempre la mirada sencilla y profunda del amor. A los Apóstoles y a los discípulos les cuesta más creer, a las mujeres no. Pedro corre al sepulcro, pero se detiene ante la tumba vacía; Tomás debe tocar con sus manos las heridas del cuerpo de Jesús. También en nuestro camino de fe es importante saber y percibir que Dios nos ama, no tener miedo de amarlo: la fe se profesa con la boca y con el corazón, con las palabras y con el amor.

Después de las apariciones a las mujeres, siguen otras. Jesús se hace presente de un modo nuevo: es el Crucificado, pero su cuerpo es glorioso; no ha vuelto a la vida terrenal, sino en una nueva condición. Al principio no lo reconocen, y sólo a través de sus palabras y sus gestos los ojos se abren. El encuentro con el Resucitado transforma, da un nuevo vigor a la fe, un fundamento inquebrantable. También para nosotros hay muchos signos con los que el Resucitado se da a conocer: la Sagrada Escritura, la Eucaristía y los demás Sacramentos, la caridad, los gestos de amor que llevan un rayo del Resucitado.

¡Dejémonos iluminar por la Resurrección de Cristo, dejémonos transformar por su fuerza, para que, también a través de nosotros, en el mundo los signos de muerte dejen lugar a los signos de la vida! He visto que hay tantos jóvenes en la plaza, chicos y chicas, aquí están. Les digo: lleven adelante esta certeza, el Señor está vivo y camina a nuestro lado en la vida. Ésta es la misión de ustedes. Lleven adelante esta esperanza. Estén anclados a esta esperanza, este ancla que está en el cielo. Sujétense fuerte a la cuerda, queden anclados y lleven adelante la esperanza. Ustedes, testigos de Jesús, testimonien que Jesús está vivo y ello nos dará esperanza y dará esperanza a este mundo algo envejecido por las guerras, por el mal y por el pecado ¡Adelante jóvenes!

 

                         

 

Fuente: News.va español