Francisco agradeció a San Juan Pablo II la paz lograda entre Argentina y Chile en el siglo pasado

miércoles, 12 de noviembre de 2014
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12/11/2014 – El Papa Francisco expresó, en la audiencia en la Plaza de San Pedro, su cercanía a los mexicanos que están presentes en la plaza de San Pedro y a los que se encuentran en patria, en este momento doloroso de la desaparición y posible asesinato, de los estudiantes. Lo hizo al dirigir los saludos a los peregrinos de lengua española, indicaddo que “se hace visible la realidad dramática de toda la criminalidad que existe detrás del comercio y el tráfico de drogas. Estoy cerca de ustedes y de sus familias”.

También en los saludos en español, el Papa ha recordado que en estos días estamos conmemorando el trigésimo aniversario de la firma del tratado de paz de Argentina y Chile. “Los límites ya están claros. No nos vamos a seguir peleando por los límites, nos vamos a pelear por otras cosas, no por eso. Pero hay una cosa que quiero hacer notar”, ha indicado; “Esto se dio gracias a la voluntad del diálogo. Solamente cuando hay voluntad de diálogo se solucionan las cosas. Y quiero también elevar un pensamiento de gratitud a san Juan Pablo II y al cardenal Samoré que tanto hicieron para lograr esta paz entre nosotros. Ojalá todos los pueblos que tengan conflictos, de cualquier índole, sean limítrofes, sean culturales, se animen a solucionarlos en la mesa del diálogo y no en la crueldad de una guerra”, ha exhortado.

Un coro femenino, acompañado por guitarras, bandurrias y panderetas cantaba esta mañana ‘Cielito lindo’, mientras el santo padre Francisco recorría la plaza de San Pedro para saludar a los fieles venidos de todas partes del mundo para la audiencia general. A pesar del mal tiempo que amenazaba lluvia, los peregrinos han recibido al Papa con entusiasmo y alegría. Como cada semana, el Santo Padre ha paseado con el jeep y le han acercado a los más pequeños para que recibieran su bendición.

Esta semana, el Papa ha proseguido su serie de catequesis sobre la Iglesia, hoy ha reflexionado sobre el servicio de los obispos, los presbíteros y los diáconos.

En el resumen hecho por Francisco en español ha indicado:

“Queridos hermanos y hermanas: En la catequesis de hoy, podemos hacernos la pregunta qué se pide a los obispos, presbíteros y diáconos para que su servicio sea auténtico y fecundo.

San Pablo, en sus cartas pastorales, además de una fe firme y una vida espiritual sincera, que son la base de la vida, enumera algunas cualidades humanas, esenciales para estos ministerios: la acogida, la sobriedad, la paciencia, la afabilidad, la bondad de corazón… cualidades, que hacen posible que su testimonio del Evangelio sea alegre y creíble”.

“El Apóstol recomienda, además, reavivar continuamente el don que han recibido por la imposición de manos. La conciencia de que todo es don, todo es gracia, los ayuda a no caer en la tentación de ponerse en el centro y de confiar sólo en ellos mismos. Uno no es obispo, presbítero o diácono porque sea más inteligente o tenga más talentos que los demás, sino en virtud del poder del Espíritu Santo y para el bien del santo Pueblo de Dios. La actitud de un ministro no puede ser nunca autoritaria, sino misericordiosa, humilde y comprensiva”.

A continuación, ha saludado a los peregrinos de lengua española. A ellos les ha invitado a “dar gracias a Dios por las personas que ejercen un ministerio de guía en la Iglesia y la hacen crecer en santidad. Recemos para que sean siempre imagen viva del amor de Dios”.

Tras los saludos en las distintas lenguas, el Pontífice ha afirmado que “con gran angustia sigo las dramáticas situaciones de los cristianos que son perseguidos en varias partes del mundo y asesinados por su credo religioso. Siento la necesidad de expresar mi profunda cercanía espiritual a las comunidades cristianas duramente golpeadas por la absurda violencia que no se detiene, mientras animo a los pastores y a los fieles a ser fuerte y firmes en la esperanza”.

Por eso, una vez más ha dirigido “un fuerte llamamiento a quienes tienen responsabilidades políticas y a nivel local e internacional, como también a todas las personas de buena voluntad, para que se inicie una fuerte movilización de conciencias a favor de los cristianos perseguidos. Ellos tiene el derecho de encontrar de nuevo en sus países seguridad y serenidad, profesando libremente su fe”.

Al finalizar, como es habitual, el Santo Padre ha saludado de forma especial a los jóvenes, los enfermos y los recién casados. De este modo, ha recordado que ayer celebramos la memoria de San Martino, obispo de Tours. “Su gran caridad sea ejemplo para vosotros, queridos jóvenes, para vivir la vida como una donación; su abandono en Cristo Salvador os sostenga a vosotros, queridos enfermos, en los momentos oscuros de sufrimiento; y su vigor espiritual a vosotros, queridos recién casados, la centralidad de la fe en el camino conyugal”, ha exhortado el Papa.

Este el texto completo de la audiencia general en la que recordó que “el obispo, sacerdote o diácono no es el más inteligente, o más bueno, sino quien recibió de Dios un don amor”:

“Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! Hemos evidenciado en la catequesis precedente cómo el Señor continúa a pastar su rebaño a través del ministerio de los obispos, asistidos por los presbíteros y de los diáconos. Es en ello que Jesús se hace presente, en el poder de su Espíritu, y continúa sirviendo la Iglesia, alimentando en ella la fe, la esperanza y el testimonio en la caridad. Estos ministerios, constituyen por tanto, un gran don del Señor para cada comunidad cristiana y para toda la Iglesia, en cuanto que son un signo vivo de su presencia y de su amor. Hoy queremos preguntarnos: ¿qué se pide a estos ministros de la Iglesia, para que puedan vivir de forma auténtica y fecunda el propio servicio?

En las “Cartas pastorales” enviadas a sus discípulos Timoteo y Tito, el apóstol Pablo se detiene con atención sobre la figura de los obispos, los presbíteros y los diáconos. También sobre la figura de los fieles, de los ancianos, los jóvenes… Se detiene en una descripción de cada cristiano en la Iglesia, delineando para los obispos, presbíteros, y diáconos lo que son llamados y las prerrogativas que deben ser reconocidas en aquellos que son elegidos e investidos de estos ministerios.

Entonces, es emblemático como, junto a las dotes inherentes a la fe y la vida espiritual, que no pueden ser descuidadas, son en la vida misma, sean enumeradas algunas cualidades exquisitamente humanas: la acogida, la sobriedad, la paciencia, la mansedumbre, la fiabilidad, la bondad de corazón. Repito: la acogida, la sobriedad, la paciencia, la mansedumbre, la fiabilidad, la bondad de corazón. Es este el alfabeto, ¡es esta la gramática de base de cada ministerio! Debe ser la gramática de base de cada obispos, cada presbítero, cada diácono. Sí, porque sin esta predisposición bella y genuina para encontrar, conocer, dialogar, apreciar y relacionarse con los hermanos de forma respetuosa y sincera, no es posible ofrecer un servicio y un testimonio realmente alegre y creíble.

Después hay una actitud de fondo que Pablo recomienda a sus discípulos y, como consecuencia, a todos aquellos que son investidos por el ministerio episcopal, sean obispos, presbíteros, sacerdotes o diáconos. El apóstol exhorta a reavivar continuamente el don que ha sido recibido. Esto significa que debe estar siempre viva la conciencia de que no se es obispo, sacerdote o diácono porque se es más inteligente, más bueno o mejor que los otros, sino debido a la fuerza de un don, un don de amor otorgado por Dios, en el poder de su Espíritu, por el bien de su pueblo. Esta conciencia es realmente importante y constituye una gracia para pedir cada día. De hecho, un pastor que es consciente que el propio ministerio fluye únicamente de la misericordia y del corazón de Dios no podrá nunca asumir una actitud autoritaria, como si todos estuviera a sus pies y la comunidad fuera su propiedad, su reino personal.

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La conciencia de que todo es don, todo es don, todo es gracia, ayuda a un Pastor también a no caer en la tentación de ponerse en el centro de atención y de confiar solamente en sí mismo. Son las tentaciones de la vanidad, el orgullo, de la suficiencia, la soberbia. Ay si un obispo, un sacerdote o un diácono pensaran saber todo, tener siempre la respuesta justa para cada cosa y no necesitar de nadie. Al contrario, la conciencia de ser él el primer objeto de la misericordia y de la compasión de Dios debe llevar a un ministro de la Iglesia a ser siempre humilde y comprensivo en la relacionado con los otros.

Aun en la conciencia de ser llamado a custodiar con valentía el depósito de la fe, él se pondrá en escucha de la gente. Es consciente, de hecho, de tener siempre algo que aprender, también de aquellos que pueden estar aún lejos de la fe y de la Iglesia. Con los propios hermanos, después, todo esto debe llevar a asumir una actitud nueva, comprometida con el compartir, la corresponsabilidad y la comunión.

Queridos amigos, debemos estar siempre agradecidos al Señor, porque en la persona y en el ministerio de los obispos, de los sacerdotes y de los diáconos continúa a guiar y a formar su Iglesia, haciéndola crecer a lo largo del camino de la santidad. Al mismo tiempo, debemos continuar rezando, para que los pastores de nuestras comunidades puedan ser imagen viva de la comunión y del amor de Dios. Gracias”.

Zenit / Rome Reports