¡Ánimo, yo he vencido el mundo!

lunes, 18 de mayo de 2015
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Vida (3)

18/05/2015 – Los discípulos le dijeron a Jesús: “Por fin hablas claro y sin parábolas. Ahora conocemos que tú lo sabes todo y no hace falta hacerte preguntas. Por eso creemos que tú has salido de Dios”.

Jesús les respondió: “¿Ahora creen? Se acerca la hora, y ya ha llegado, en que ustedes se dispersarán cada uno por su lado, y me dejarán solo. Pero no, no estoy solo, porque el Padre está conmigo. Les digo esto para que encuentren la paz en mí. En el mundo tendrán que sufrir; pero tengan valor: yo he vencido al mundo”.

Jn 16,29-33

“Tengan valor: yo he vencido al mundo” es la expresión con la que nos vamos a detener en este día. Cuando alguien te pregunta cómo andás, respondemos naturalmente “muy bien” como muletilla que nos resguarda el corazón. Si nos detenemos un poco más y nos sinceramos con nosotros mismos, y encontramos con quien compartimos, descubrimos otros matices. El corazón humano es un campo de batalla y en esa perspectiva, el lugar de la lucha y el combate en lo cotidiano, nos muestra que estamos bien pero peleando. Es verdad que abundan las luchas y los enfrentamientos, un campo de batalla donde el Señor nos invita a pararnos desde Él diferenciándonos de las fuerzas del mal. 

El Señor nos acompaña en este lugar dramático de la vida y nos invita a caminar con esperanza, sostenidos en la mirada puesta en Él y desde ahí vencer. “Yo he vencido el mundo” nos dice Jesús como una invitación a no dejar de luchar. Es bueno saber dónde se juegan nuestras batallas más grandes para poder concentrar la energía ahí. Con Jesús venceremos.

Tené confianza, el Señor te acompaña en la lucha, que se entiende es una pelea por la paz. No es solamente dar batalla, sino hacerlo en paz, porque sabemos que definitivamente el Señor ha vencido y que nosotros participamos de una batalla ya ganada. “Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” dice el Señor.

Asociamos el don de la paz con la falta de conflicto. San Agustín afirma que muchas personas basan su paz en poseer las cosas que tienen y caen en la tristeza cuando no lo consiguen. Es un palazo para la sociedad de consumo.

Según nuestra naturaleza no hay nadie que no huya del dolor y que no apetezca el placer. ¿Pero quién ha dicho que el dolor es estéril y que el placer es la última palabra? Vivir placenteramente forma parte también de un saludable modo de estar en la vida. Pero el placer de vivir también puede venir mezclado con el dolor y el sufrimiento. “Felices los que lloran, los perseguidos, los que trabajan por la paz…” Las bienaventuranzas a las que nos invita Jesús, es felicidad en medio del dolor. Que el Señor nos de paz sabiéndonos asociar a su pascua.

Es de gran ayuda para nosotros mantener la paz mirando en todo lo que nos sucede la mirada de Jesús, el maestro. Es importante ver más allá de los momentos por los que pasamos, distinguiendo lo esencial de lo accidental. Es un aprendernos a ubicarnos con la mayor estabilidad en lo de todos los días. Es ahí donde hoy el Señor nos dice “tengan paz, yo he vencido al mundo”.

Fogata1

La paz perfecta

Había una vez un Rey que ofreció un gran premio a aquel artista que pudiera captar en una pintura la paz perfecta. Se presentaron muchos pintores, algunos de fama reconocida, con telas que representaban hermosas escenas.El Rey, durante varios días, observó y admiró cada obra, pero solamente hubo dos que, realmente, le gustaron; y tuvo que elegir una de ellas.

La primera era un lago muy tranquilo. Este lago era un espejo perfecto donde se reflejaban las apacibles montañas que lo rodeaban. Sobre éstas se encontraba un cielo muy azul con tenues nubes blancas.

Todos los que miraron esta pintura pensaron que, sin ninguna duda, reflejaba la paz perfecta. Todos apostaron que sería la elegida.

La segunda pintura también tenia montañas. Pero estas eran escabrosas, descubiertas, sin vegetación. Había un cielo furioso del que caía un impetuoso aguacero con rayos y truenos. A la izquierda, se distinguía claramente un árbol partido por un rayo. Montaña abajo parecía retumbar un espumoso torrente de agua. Toda esta escena no mostraba, para nada, lo que entendemos por “paz perfecta”. Más bien, todo lo contrario.

El Rey, un tanto sorprendido por el cuadro, se detuvo a observar lo con más cuidado; y vio, tras la cascada, un delicado arbusto creciendo en una grieta de la roca. En este arbusto se encontraba un nido y dentro de él, sentado plácidamente, un pajarito.

¿Cuál de las dos habrá sido la pintura ganadora? El Rey eligió la segunda. “Porque -explicó, luego, el Rey: “Paz no significa estar en un lugar sin ruidos, sin problemas, sin trabajo duro, sin dolor. Paz significa que, a pesar de estar en medio de todas estas cosas, permanezcamos calmados dentro de nuestro corazón…. Este es el verdadero significado de la paz”.