Bautismo: Renovarnos en el Espíritu Santo

miércoles, 25 de enero de 2017
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Vida (3)

25/01/2017 – Todos necesitamos renovarnos y recrearnos en diferentes aspectos de nuestras vidas. El Espíritu Santo es el gran artífice y nos invita a renovarnos desde las gracias que recibimos el día de nuestro bautismo.

Jesús comienza su vida pública después de hacerse bautizar por san Juan el Bautista en el Jordán (cf. Mt 3,13 ) y, después de su Resurrección, confiere esta misión a sus Apóstoles: “Vayan y hagan discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo les he mandado” (Mt 28,19-20; cf Mc 16,15-16).

Nuestro Señor se sometió voluntariamente al Bautismo de san Juan, destinado a los pecadores, para “cumplir toda justicia” (Mt 3,15). Este gesto de Jesús es una manifestación de su “anonadamiento” (Flp 2,7). El Espíritu que se cernía sobre las aguas de la primera creación desciende ahora sobre Cristo, como preludio de la nueva creación, y el Padre manifiesta a Jesús como su “Hijo amado” (Mt 3,16-17). 

En su Pascua, esta gracia de creación nueva se abre desde el costado abierto de Cristo desde donde brota como una fuente la gracia bautismal. En efecto, había hablado ya de su pasión que iba a sufrir en Jerusalén como de un “Bautismo” con que debía ser bautizado (Mc 10,38; cf Lc 12,50). La sangre y el agua que brotaron del costado traspasado de Jesús crucificado (cf. Jn 19,34) son figuras de la gracia bautismal. De ahora en adelante nacer a la nueva creación supone vincularse a este lugar vital de fuente y gracia que es la pascua de Jesús. De la pascua de Jesús, así como de la costilla de Adán brotó la mujer, del costado de Jesús brota la comunidad de creyentes.

Cuántas veces al analizar nuestras vidas descubrimos que necesitamos recrearnos. Recrear la mirada, recrearnos desde la oración, recrear mi capacidad de compromiso con la caridad, etc. El Bautismo viene a recrearnos. ¿En qué tipo de vínculos sentís que tenés que recrearte?. La nueva creación viene por la vida de la gracia en el bautismo. La posibilidad de recrear la vida en todas sus maneras viene del don bautismal. 

¿Dónde nace la gracia bautismal? dice San Ambrosio que de la cruz. «Considera dónde eres bautizado, de dónde viene el Bautismo: de la cruz de Cristo, de la muerte de Cristo. Ahí está todo el misterio: Él padeció por ti. En él eres rescatado, en él eres salvado. (San Ambrosio, De sacramentis 2, 2, 6). La gracia de renovarnos viene contemplando al Cristo crucificado que entrega su vida por mí, recibieéndolo de corazón y permitiendo que Cristo que entrega su vida venga a rescatarme.

El bautismo, desde Pentecostés, se celebra en la Iglesia y se administra como sacramento.  Pedro declara a la multitud conmovida por su predicación: “Convertíos […] y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para remisión de vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hch 2,38). Convertirse es transformarse, es dejarse transformar, permitir que la Vida con mayúscula venga a darnos una vida nueva y esa vida nos haga hombres y mujeres nuevos. Esa vida brota del costado abierto de Cristo y como don se nos ofrece en la gracia bautismal. Cuando renovamos este don desde la reflexión, la confesión, desde los actos de caridad, lo que hacemos es ir a beber de esta fuente desde donde la vida se hace nueva.

Los apóstoles, sus colaboradores, ofrecen el bautismo a quienes creen en Jesús. A nosotros se nos ofrece hoy la posibilidad de renovar esa gracia bautismal.  “Ten fe en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu casa”, declara san Pablo a su carcelero en Filipos. El relato continúa: “el carcelero inmediatamente recibió el bautismo, él y todos los suyos” (Hch 16,31-33).

 

Recrearse y dejarse restaurar

Cuando nosotros somos renovados, cuando nuestra vida es recreada en Cristo por este don maravilloso de su Pascua ofrecida por nosotros, nosotros también nos hacemos agentes de cambio capaces de colaborar con Cristo en la transformación de otros. Así se entiende la gracia de la comunión de los santos y como cuando uno de los miembros que recibe este don, misteriosamente los otros recibimos el mismo don.

Según Pablo por el bautismo, los que creemos participamos de la pascua de Jesús. Es decir, somos capaces de morir con Él y resucitar con Él. Cuando uno se recrea en la vida, hay algo que deja y algo comienza a ser nuevo. 

Cuando uno se recrea, hay una forma del cuerpo que se deja y comienza otra. Trasladado al mundo de las virtudes eso lo mismo. Cuando uno se recrea en el ejercicio de la caridad hay algo de los propios intereses y tiempos tienen que abrirle paso en la agenda a un modo nuevo de estar con los hermanos para dedicarles tiempo. Recrearse implica participar de la pascua de Jesús. No hay manera de renovarnos sin coparticipar de la Pascua de Jesús.

El término recreación proviene del latin recreatzio que significa restaurar, de ahí que la recreación es algo esencial para la persona. Si realizamos actividades sin parar tanto el cuerpo como la mente llegan a una especie de colapso. La recreación se considera socialmente un factor trascendental. Los beneficios de recrearse tienen que ver con la salud.

Tenemos que buscar la manera de recrearnos en el camino, y para eso hace falta, romper de alguna manera con lo habitual y lo rutinario. Recrearse es fundamental para vivir en plenitud. El don del bautismo, dice Pablo, viene a recrearnos. Hay una gracia contenido en la semilla bautismal que nos permite restaurarnos. ¿Cómo hacer que esta gracia nos restaure en lo físico, en los psíquico, en lo vincular en el compromiso social? Se habla mucho hoy de la formación permanente y de la constante actualización de la formación. recrearse es dar vida nueva a lo que ya existe. Nuestra vida necesita de esto y el mundo también necesita de esta presencia que traiga novedad.

Este revestirnos en Cristo que nos da la gracia bautismal nos trae el don del Espíritu Santo y es éste el que nos recrea. El bautismo es un baño de gracia en el Espíritu que nos santifica  y nos hace nuevos. El Bautismo es, pues, un baño de agua en el que la “semilla incorruptible” de la Palabra de Dios produce su efecto vivificador (cf. 1 P 1,23; Ef 5,26). San Agustín dirá del Bautismo: Accedit verbum ad elementum, et fit sacramentum (“Se une la palabra a la materia, y se hace el sacramento”, In Iohannis evangelium tractatus 80, 3 ).

La posibilidad de ser nuevos viene por esta gracia que hay que pedir y que necesitamos preparar el corazón para recibirlo. Recrearse no implica salid de sí mismo ni evadirse, sino comprometerse con uno mismo y con la posibilidad que desde dentro la vida comience a tener matices y colores distintos.

Es una presencia que no destruye la naturaleza sino que viene a elevarla y construir desde ella desde dentro, esto después de que nos limpia del pecado que ha herido y afeado la naturaleza humana pero que no la ha corrompido es transformado por el don de la gracia bautismal y la gracia de restauración que trae el Espíritu.

Hay un espíritu que es creador y un espíritu que es recreador. El Espíritu Santo en cuanto a que obra desde dentro de nuestra naturaleza, viene a recrearnos.

 

 

El Espíritu Santo vino para quedarse

¿Qué nos trae el Espíritu Santo como gracia en el don del bautismo? ¿Qué supone esta presencia? Es una presencia no pasajera, sino una presencia de inhabitación: el Espíritu vino para quedarse.

Su presencia no destruye la naturaleza, sino que viene a elevarla y construye sobre ella; y esto no desde fuera, sino desde adentro; y esto, después del pecado. El pecado ha herido la naturaleza pero no la ha corrompido del todo.

Desde este punto de vista, la nueva creación es una restauración, una renovación, una elevación. Una creación, de algún modo desde el caos que genera el pecado. También de la nada en cierto sentido, pero apoyada sobre la naturaleza misma del hombre que igualmente por el Espíritu ha sido creado. Hay un Espíritu que es creador, y hay un Espíritu que esrecreador. El Espíritu Santo, en cuanto obra en nosotros, en nuestra naturaleza desdedentro, quedándose con nosotros, viene permanentemente a recrearnos. Ha traídotodas las novedades al traerse a sí mismo, dice San Ireneo. Que este Espíritu te habite por dentro y lo haga todo nuevo.

Aquel que antiguamente bajaba de manera parcial y ocasional sobre los profetas, dice Cantalamessa, ahora en Cristo está entre nosotros de un modo estable y personal. El Espíritu Santo no pasa; viene y se queda.

El Bautismo es, pues, un baño de agua en el que la “semilla incorruptible” de la Palabra de Dios produce su efecto vivificador (cf. 1 P 1,23; Ef 5,26). San Agustín dirá del Bautismo: Accedit verbum ad elementum, et fit sacramentum (“Se une la palabra a la materia, y se hace el sacramento”, In Iohannis evangelium tractatus 80, 3 ).

Para llegar a ser cristianos necesitamos de un camino de iniciación. El Espíritu nos inhabita internamente con gracia de amor. Es el amor el único capaz de cambiar la historia, y en este sentido el Espíritu Santo tiene el don de obrar en nosotros. Todo camino de restauración de la humanidad implica este “aménse unos a otros como yo les he amado”. El modo de permanecer en mí, dice Jesús, es amarse unos a otros así como se aman el Padre con el Hijo. El Espíritu Santo es el que obra la transformación en nosotros.