Bautismo, señales de vida

jueves, 26 de enero de 2017
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26/01/2017 –  El sentido y la gracia del sacramento del Bautismo aparece claramente en los ritos de su celebración. Cuando se participa atentamente en los gestos y las palabras de esta celebración, los fieles se inician en las riquezas que este sacramento significa y realiza en cada nuevo bautizado.

 

 

La celebración del Bautismo comienza con la señal de la cruz.  El celebrante le hace la señal de la cruz a quien va a ser bautizado y le da la bienvenida: “Bienvenido Juan a la casa de Dios”. Señala la impronta de Cristo sobre el que le va a pertenecer y significa la gracia de la redención que Cristo nos ha adquirido por su cruz.

La cruz es la palabra que no muere de sentido sino que se abre a un sentido nuevo. La palabra no muere en la cruz sino que Resucita y nos da un sentido nuevo. El anuncio de la Palabra de Dios ilumina con la Palabra revelada a quienes van a ser bautizados, y la palabra se vuelve provocadora de la fe. El bautismo es un modo particular, sacramento de fe, por ser la entrada sacramental en la vida de la fe. La palabra es signo que Dios nos regala y más cuando ésta a venido en Jesús a hacerse carne.

El anuncio de la Palabra de Dios ilumina con la verdad revelada a los candidatos y a la asamblea y suscita la respuesta de la fe, inseparable del Bautismo. En efecto, el Bautismo es de un modo particular “el sacramento de la fe” por ser la entrada sacramental en la vida de fe.

Quizás el encuentro con la Palabra ha sido un signo con el que Dios te salió al encuentro. La Palabra que acompaña, que consuela, que invita a más.

La vida nueva que Dios nos trae por el don bautismal viene a hacerse camino en medio de la experiencia de dolor y muerte de pecado con la que convivimos todos los días. Por eso en la celebración hay momentos de exorcismo, donde se nos ofrece una fuerza de liberación. El Bautismo significa la liberación del pecado y de su instigador, el diablo, se pronuncian uno o varios exorcismos sobre el candidato. Este es ungido con el óleo de los catecúmenos o bien el celebrante le impone la mano y el candidato renuncia explícitamente a Satanás. Así preparado, puede confesar la fe de la Iglesia, a la cual será “confiado” por el Bautismo (cf Rm 6,17).

Pasa también en la vida, cuando uno está siendo atacado por el mal y siente tristeza o angustia, de repente aparece alguien que con una cosa muy simple te abre a una perspectiva nueva. Señales de vida que también nos traen liberación a modo de exorcismo.

En el centro de la celebración bautismal está el agua, que trae vida y que purifica. También a lo largo de la vida continúa este proceso y la vida misma, con sus diversos escenarios, nos purifica el corazón. Hay señales de vida, incluso, que vienen teñidas de “malos ratos” y la crisis bien vivida nos trae muchas gracias. 

 El agua bautismal es entonces consagrada mediante una oración de epíclesis (en el momento mismo o en la noche pascual). La Iglesia pide a Dios que, por medio de su Hijo, el poder del Espíritu Santo descienda sobre esta agua, a fin de que los que sean bautizados con ella “nazcan del agua y del Espíritu” (Jn 3,5).

La fuerza del bautismo proviene del misterio de la pasión y muerte de Jesús. Es la cruz la que nos trae la liberación. La señal de vida que en el camino está apareciendo, en este tiempo, puede estar bajo el signo de la cruz invitándote a afrontarlo con determinación y decisión, como Jesús.

La vida nace de la Pascua y es lo que celebramos en la vida bautismal. Por eso el rito esencial del sacramento es cuando el bautizado recibe el agua y se lo hace bajo la señal de la cruz ” en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. La cruz vivida con grandeza es la gran señal de vida de los cristianos. El Bautismo propiamente dicho, que significa y realiza la muerte al pecado y la entrada en la vida de la Santísima Trinidad a través de la configuración con el misterio pascual de Cristo. El Bautismo es realizado de la manera más significativa mediante la triple inmersión en el agua bautismal. Pero desde la antigüedad puede ser también conferido derramando tres veces agua sobre la cabeza del candidato.

La unción con el santo crisma, óleo perfumado y consagrado por el obispo, significa el don del Espíritu Santo al nuevo bautizado. Ha llegado a ser un cristiano, es decir, “ungido” por el Espíritu Santo, incorporado a Cristo, que es ungido sacerdote, profeta y rey (cf. Ritual del Bautismo de niños, 62). A veces sentimos en el corazón y de allí en toda la vida, que somos visitados por Dios a través de alguien o quizás de un espacio de oración. La marca que nos deja la presencia del Espíritu en lo más profundo de nuestro ser. Este ser ungidos por el Espíritu puede resultarnos imperceptibles, pero cuando estamos atentos esta presencia es más cierta que el aire que respiramos.

La vestidura blanca que usa quien se bautiza habla de la pureza y de la inocencia con la que Dios quiere que vivamos. A veces la señal de esto viene de la mano de los inocentes que suele estar en los dos extremos de la vida: los niños y los ancianos. Y también a veces en los pobres.

Otro signo es el de la luz que se hace presente en medio de la oscuridad y de las sombras. El cirio que llevan los padrinos se enciende en el Cirio Pascual, significa que Cristo ha iluminado al neófito. En Cristo, los bautizados son “la luz del mundo” (Mt 5,14; cf Flp 2,15).

Es la luz que nos transparenta la mirada y nos llega de alegría. Hay gente que tiene luz en la mirada, y cuando está marca diferencia en el ambiente. Son de esas visitas que Dios nos manda y que nos llena de claridad y nos ponen en sintonía de lo que vienen y nos hacen superar las sombras.

Hay que estar atento a los pasos con los que Dios nos sale al encuentro, para que nuestro rumbo sea conforme al camino que Dios nos invita a recorrer. Si Dios va con nosotros, ¿a qué temer?. Dejate visitar por Dios que hoy te invita a dar pasos.

 

Padre Javier Soteras

Material elaborado en base al Catecismo de la Iglesia Católica