Clamar al Padre por la tierra sufriente

jueves, 18 de junio de 2015
image_pdfimage_print

Campo de refugiados en Irak

18/06/2015 –  Jesús dijo a sus discípulos: Cuando oren, no hablen mucho, como hacen los paganos: ellos creen que por mucho hablar serán escuchados.No hagan como ellos, porque el Padre que está en el cielo sabe bien qué es lo que les hace falta, antes de que se lo pidan.

Ustedes oren de esta manera: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre,que venga tu Reino, que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido. No nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del mal. Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes.Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes.

Mt 6,7-15

“Esta hermana clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla. La violencia que hay en el corazón humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes. Por eso, entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra, que «gime y sufre dolores de parto» (Rm 8,22). Olvidamos que nosotros mismos somos tierra (cf. Gn 2,7). Nuestro propio cuerpo está constituido por los elementos del planeta, su aire es el que nos da el aliento y su agua nos vivifica y restaura…”

Papa Francisco en la encíclica “Alabado seas”

Cuando Dios está ausente el universo se constituye en un espacio inmenso de orfandad. El clamor de la tierra que ha llegado al corazón del padre es este. Y el cometido de Jesús es devolverle a la humanidad y el universo, la condición de filiación. Todos se hermanan a partir de la experiencia del Dios paterno que Jesús nos ha venido a revelar. El pecado ha venido a destruir los vínculos de comunión con Dios y con todos; la presencia de Cristo ha venido a hermanarnos. Él nos redime y nos viene a incorporar a su familia.

La oración del Padrenuestro es el clamor de la humanidad expresado desde la tierra. Gime el mundo todo, llamando a Dios “Abba”, padre. Nosotros queremos hacernos uno con el universo que pide la manifestación gloriosa de los hijos de Dios (Rm  )  En esta sintonía de comunión con el cielo, de un mundo que pende de un hilo en una aguda situación ambiental, nosotros queremos adherirnos a los pobres, débiles y sufriente, para desde esos lugares clamar al cielo la presencia del Padre, desde el alma. Es bueno cuando oramos el Padrenuestro, desde esta perspectiva, entrar en sintonía con lugares donde claramente sentimos que hay un clamor de paternidad. Ahí le pedimos a Dios que renueve en Cristo Jesús el don de su paternidad. Todos somos hermanos, y no hay seres humanos de primera o segunda categoría: todos pertenecemos a la misma, la de hijos de Dios. 

Cuando el alma está liberada puede sentir y dejarse interpelar por innumerables situaciones de dolor que claman por el Padre. Esto acontece cuando no estamos “blindados” por nuestro propio mundillo encapsulado.

Nostalgia de Paternidad

El corazón humano y el de la humanidad, tiene nostalgia de paternidad. Se nota en la ausencia de la vida fraterna, en la ruptura entre nosotros, en las distancias entre los que debiéramos ser hermanos. La fragmentación de la vida social es un clamor nostálgico de paternidad universal. El Espíritu Santo que nos conoce nos invita a clamarlo desde lo más hondo del alma. Dios el Padre viene a sanar la herida profunda que hay en nuestro corazón regalándonos a su Hijo para que en Él seamos hijos y recuperemos lo más hermoso que nos regaló Dios, el ser hijos suyos y hermanos.

El Papa Francisco ha declarado a la tierra como una hermana dañada y en ella tanto daño con rostro humano. Queremos orar a Dios con los clamores de esta tierra que pide la manifestación de los hijos de Dios, dice Pablo. Esa manifestación en Cristo viene con la Pascua y nos pone en sintonía con el Padre que atraviesa las heridas humanas.  Es necesario salir de los lugares de esclavitud donde nos encerramos en nosotros mismos. Si el pecado ha dejado una consecuencia grave en el alma es la esclavitud que nos inhabilita para trascender la vida, con aquel que da sentido genuino de nuestras vidas… Sin Dios todo se constituye en dioses baratos. Nosotros donde parece que la humanidad ya abandonó las fuerzas y se auto destruye y ya no anhela un mundo mejor, desde ese lugar clamamos a Dios.

El Espíritu Santo nos introduce en la “parresía”, conciencia filial, audacia humilde y certeza de ser amado. La expresión “Dios Padre” jamás se lo había puesto en relación al vínculo trascendente. A nosotros este nombre nos ha sido revelado en el Hijo. El Padre, dice tertuliano, podemos invocarlo a Dios como tal porque nos ha sido revelado por su Hijo y su Espíritu nos lo hace reconocer.

¿Cómo soportar el sufrimiento humano? Sólo es posible si permanecemos en comunión con Cristo Jesús con el rostro del Padre, que lo recibe en Él sufriente, su Hijo.