“¿Cómo discutimos?”

viernes, 16 de marzo de 2018
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Discutir

15/03/2018 – Los hombres pasan mucho tiempo discutiendo y gastan muchos argumentos, mucha fuerza y muchas reservas nerviosas. Discuten en todas partes: en casa, en la oficina, en el taller, en el autobús, en la terraza del café, en múltiples reuniones, etc.

Con frecuencia “se agotan” en discusiones, se ponen nerviosos, se vuelven mezquinos, se ofenden, se dividen, y rarísimamente dan el triunfo a la Verdad.

Si estamos auténticamente al servicio de la verdad ¿cómo difundirla a nuestro alrededor? ¿Cómo “hay que ser” para que no degeneren nuestras discusiones?

¿Has observado que en muchas discusiones cada uno se retira del debate más firmemente convencido que antes de que está en la verdad? ¿Por qué? Porque no hay sólo argumentos que se esgrimen sino hombres detrás de los argumentos. Por lo cual una discusión no es sólo un intercambio de ideas, de razonamientos, sino, durante casi toda ella, una lucha entre dos hombres y especialmente entre dos sensibilidades.

Durante la discusión piensa siempre en el otro.

Si derribas su argumentación, si echas por tierra su razonamiento, no dudes que nueve veces de cada diez ofendes además al que los defendía.

¿Has vencido? No. Ayudas al otro a convencerse plenamente de aquello de que acaso no estaba seguro. Le constriñes a encontrar nuevos argumentos, más fuertes que los anteriores.

Y tú sigues discutiendo, tu lógica es implacable, le acorralas en sus últimas trincheras. Al fin queda reducido al silencio, ¿Eres vencedor ahora? Tampoco. No has convencido su sensibilidad; al contrario.

Ofendes al otro cuando ironizas: «pobre amigo mío, ya no estás en tus cabales», «sueñas, no lo dudes», «deberías ir a un médico», «estás completamente loco»…

No insistas ya; primero hay que curar la herida. Excúsate con franqueza: si no tienes valor para ello, calla humildemente y procura agradar para endulzar el dolor. Si el otro te ofende es que tú le has ofendido. Párate, afloja, cálmate y cura la llaga.

¿Quieres discutir con otro? Comienza por conquistar su simpatía; y si quieres conquistar su simpatía, comienza tú a brindarle tu amistad. De este modo, aunque el otro se te presente como un adversario, un extranjero, un enemigo, no pierdas un solo instante considerándole como tal; recógelo, ora y mírale como a un amigo, como a un hermano, como a Cristo.

Extracto de  “Discutir con otro es intercambiar”

del libro “Triunfo” de  Michel Quoist