Cómo liberarse del aislamiento

viernes, 5 de diciembre de 2014
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05/12/2014 – Cuando Jesús se fue, lo siguieron dos ciegos, gritando: “Ten piedad de nosotros, Hijo de David”. Al llegar a la casa, los ciegos se le acercaron y él les preguntó: “¿Creen que yo puedo hacer lo que me piden?”. Ellos le respondieron: “Sí, Señor”.Jesús les tocó los ojos, diciendo: “Que suceda como ustedes han creído”. Y se les abrieron sus ojos. Entonces Jesús los conminó: “¡Cuidado! Que nadie lo sepa”. Pero ellos, apenas salieron, difundieron su fama por toda aquella región.

Mt 9,27-31

La presencia sanadora de Jesús en el territorio de los desposeídos, los frágiles, los débiles, los olvidados, los enfermos de todo tipo de violencia, es una presencia integradora. Jesús los saca de la periferia y los ubica en el centro de su mirada. Esta perspectiva nos ayuda  a salir, de la mano de Jesús, por esos lugares en donde el alma se nos pone en situación de víctima o aislamiento, donde permanecemos lejos de todo o de todos. Los cristianos creemos en un Dios que no es solitario, sino que es comunidad en el misterio divino: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Creemos en un Dios que son 3 personas distintas pero tan unidas que son un único Dios. En el corazón de Dios hay un encuentro infinito de tres personas, tres relaciones eternas.

Jesús integra a todos en un mismo misterio de amor sacándonos del aislamiento. El 80% del evangelio nos habla del vínculo de Jesús con los débiles…. los pobres y enfermos son con los que más tiempo pasa Jesús. Nosotros hemos sido creados con esa impronta suya, nos hizo parecidos a Él, a su imagen y semejanza, por eso no podemos ser entes aislados. Para ser felices necesitamos encontrarnos con los demás, vivir en comunidad, dar y recibir.

Jesús nos enseña que toda la vida del hombre está llamada a ser vida en común por que Él como rostro humano de los divino nos sigue mostrando el camino por donde encontramos el camino de la felicidad en el hecho comunitario. Así como Dios es comunidad, su existencia fue vivída en comunidad. Él vivía para los demás, no sólo se entregó en la cruz sino que toda su vida fue una entrega a los demás. “Pasó por la vida haciendo el bien”. No hizo las cosas sólo sino que optó vivir con los discípulos. Mirando a Jesús vemos que el ser humano está hecho para la convivencia a partir del estilo sencillo que comparte con sus amigos. ¿Dónde se funda este estilo? En la razís misma de Dios, el amor. “Dios es amor y el que no ama no ha conocido a Dios. Dios es amor y el amor de Dios se refleja en los hermanos en el hecho de compartir con los otros”.

Salir de nuestros aislamientos, cerrazones, egoísmos y abrirnos a un vínculo de amor con los que más sufren, los que menos pueden, nos acerca y nos asemeja cada vez más a Dios.

El andar solitarios, aislados, encerrados en nuestro propio mundo de pena y angustia, nos pasa cuando estamos “desolados” en términos de discernimiento y no terminamos de darnos cuenta que estamos así. Ahí es importante encontrar raíces para volver.

Estamos hechos para compartir la vida con los demás. Tus fibras más íntimoas estas hechas para el encuentro con los demás, por ende mientras más te encerrás menos feliz serás porque te alejás más de eso para lo cual fuiste creado. Cada uno debe ser fiel a su ser, y todos estamos hechos para ser con los otros. Ningún pez puede vivir fuera del agua por mucho tiempo, del mismo modo ninguno de nosotros puede funcionar desde el egoísmo. Somos cuando estamos con los demás. El amor fraterno es un alimento indispensable. Eso es lo que queremos abrir desde lo más hondo de nuestro ser, para vivir en clave de fraternidad. Que dentro de nosotros y alrededor nuestro se respire la palabra hermano.

Que encontremos en lo más hondo de nuestro ser, motivos, razones interiores que nos hagan despertar y salir de nuestro aislamiento, que rompan con nuestro egoísmo, que salga de nosotros el don de la solidaridad y que aparezca en nosotros más lo que nos une que lo que nos distancia.

El instrumento que tenemos que aprender a desarrollar que nos saquen de nuestros egoísmo, es el diálogo. El amor a los demás se expresa en el diálogo y en el encuentro. Dialogar es poner en común la verdad de sí mismos entre dos o más. El amor nos da esa posibilidad. Hay en nosotros una condición que nos limita para el diálogo que son los prejuicios, desde donde ya considero que conozco, entiendo y no necesito recibir del otro más de lo que ya creeo, cerrándome a la posibilidad de ser sorprendido.

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Algunas actitudes para el diálogo

– El hábito de estar atento al otro para poder interpretarlo. Se trata de una atención llena de amor a su persona que se refleja en mirar a los ojos, guardar silencio, en el escuchar con atención.

– La capacidad de hacer silencio interior para escuchar sin ruidos en el corazón y en la mente. Es diferente a estar callados. Es realmente escuchar.

– Amplitud mental para no encerrarse obsesivamente en algunas ideas o miradas. Es estar flexibles para poder completar o modificar mis opiniiones

– Estar atentos a las interferencias para que no destruyan el camino de diálogo.

– Conocer el interés del otro y el trasfondo de lo que dice. Saber qué hay detrás de lo que dice. Es bueno hablar a veces de los sentimientos frente a algun tema. Es importante tener registro de la propia biografía y de la biografía de los demás. Lo que entra en sintonía en el camino del diálogo es el corazón, lo más importante de la persona. No hay que decir tan rápido “no estoy deacuerdo”, “esto es un error” sino más bien “con lo que decís percibo tal…” o “con eso que decís me siento…”. Tener sensibilidad para captar por qué dice lo que dice, hace lo que hace y sueña lo que sueña.

– Hay que liberarse de preconceptos. No creer que ya se lo que el otro va a decir, sino evitamos que la sorpresa nos gane en el camino. Si no me abro al misterio del otro como al propio, jamás podremos ir a lo ya sabido. Hay que dejarse sorprender y para eso hace falta mucha libertad interior para adaptarse a realidades nuevas.

– No detenerse en expresiones que de entrada quieren destruir. Dar lugar al amor y permitirnos de verdad buscar nuevos caminos.

– Tratar de ponerse en el lugar del otro para entender lo que le preocupa.

– Tener gestos de preocupación por el otro. El amor supera las peores barreras. Cuando amamos profundamente y cuando nos sentimos profundamente amados por el otro, se superan las dificultades. Realmente el amor es una ciencia.

– Superar la fragilidad que me lleva a tener miedo al otro y verlo como un competidor. Tener la seguridad en Dios y no en ganar la discusión o tener la razon. Sería un soltarse interiormente.

Padre Javier Soteras

* material elaborado en base al libro de Mons. Victor Manuel Fernandez “Para liberarte del aislamiento”