Con Jesús por el camino de la autenticidad

lunes, 15 de diciembre de 2014
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Padre e hijo6

15/12/2014 – Jesús entró en el Templo y, mientras enseñaba, se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo, para decirle: “¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Y quién te ha dado esa autoridad?”.  Jesús les respondió: “Yo también quiero hacerles una sola pregunta. Si me responden, les diré con qué autoridad hago estas cosas. ¿De dónde venía el bautismo de Juan? ¿Del cielo o de los hombres?”. Ellos se hacían este razonamiento: “Si respondemos: ‘Del cielo’, él nos dirá: ‘Entonces, ¿por qué no creyeron en él?’. Y si decimos: ‘De los hombres’, debemos temer a la multitud, porque todos consideran a Juan un profeta”. Por eso respondieron a Jesús: “No sabemos”. El, por su parte, les respondió: “Entonces yo tampoco les diré con qué autoridad hago esto”.

 

 La fe en Jesús conduce a la autenticidad

Con el término fariseo se designa un grupo o tendencia cultural religiosa del judaísmo, desde la época de los Asmoneos, que florece en tiempos de Jesucristo y de los comienzos del cristianismo. La etimología de la palabra fariseo es explicada de modo diferente según los autores; los fariseos son los separados, ¿pero de qué o de quién?. Las respuestas son varias: separados del sacerdocio, de la impureza, del pueblo de la tierra; otros autores asimilan fariseo a persa, puesto que varias ideas del fariseísmo tendrían sus orígenes en la cultura y religión persas de los tiempos del judaísmo posexílico.

De todas formas, los fariseos son nacionalistas y rigoristas religiosos que se consideran el verdadero Israel y que entre sí se dan el nombre de amigos, los haberim, y también de piadosos, los hasidim, que son los observantes fieles de la Ley de las tradiciones de los padres.

Estos dice Jesús: los fariseos son hipócritas; es decir, fingen. Ese es el sentido etimológico de la palabra que provienedel latín tardío hypocrisis y del griego ?π?κρισις (hypokrisis), que significan “actuar” o  “fingir”. Jesús les está diciendo que su pretendida y depurada religiosidad es apariencia de verdad, no es real, es fingida, es carente de autenticidad. Todo esto le trae a Jesús una serie de problemas y enfrentamiento. Ellos le preguntarán a Jesús, ¿de dónde viene tu autoridad?

La autoridad de Jesús muestra la contracara de la hipócrita forma de encarnar la autoridad que tienen los fariseos. ¿Que es la autenticidad? Un primer modo de entender la autenticidad es en sentido vitalista, la expresión absolutamente espontánea del mundo interior, la liberación de cualquier represión. Hay hoy escuelas psicológicas y educativas que sostienen tal idea de autenticidad: el dar curso libre a todos los impulsos instintivos para liberar a la persona y que sea ella misma. Lo contrario, es sinónimo de falseamiento y frustración según estas escuelas.

El otro modo de entender la autenticidad es siempre con referencia a la esencia espiritual del hombre. Sus días no son una yuxtaposición de instantes sino una historia y una trama que busca un sentido; sus tendencias y aspiraciones están destinadas a someterse al escrutinio de la conciencia que aprueba o rechaza. En este sentido, la autenticidad es un ideal a conquistar de acuerdo con la imagen delhombre integral que la razón y la fe dibujan en la conciencia.

Entendida en este último sentido, la autenticidad no puede menos de comprender las tres dimensiones fundamentales de la expresión humana: voluntad, pensamiento y sentimiento. Autenticidad de la voluntad mediante la identificación con el propio fin; del pensamiento, mediante la convicción y del sentimiento mediante los conceptos de jerarquía, compatibilidad y resonancia interior.

Jesús nos cuestiona con su uatoridad y nos invita a quitarnos las apariencias para encontrarnos con nuestra verdad más cruda y caminar por el camino de la autenticidad.

 

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Vivir como pensamos para no terminar pensando como vivimos

Para poder hablar de «autenticidad» es obligado diferenciarla del término «sinceridad» con el que generalmente se le suele identificar. Por paradójico que pudiera parecer a primera vista, noes lo mismo sinceridad que autenticidad. Se puede ser sincero pero no auténtico. La autenticidad va mucho más allá, tiene mayor profundidad es de rango superior. Sinceridad es la adecuación entr elo que se piensa o se siente y, lo que se dice. Autenticidad es la adecuación entre lo que se piensa, se dice y se hace y lo que se debe hacer. En definitiva, sólo seré auténtico cuando lo que piense, sienta y diga corresponda a la realidad de mí compromiso.

No pocos de nosotros pensamos quepor ser sinceros y decir lo que pensamos ya somos auténticos, perosólo lo seremos de verdad en la medida en que la conducta responda ala llamada de los valores. Es en esa «llamada de los valores» dondese juega el compromiso.

La neurosis, el trastorno psíquicoy mental, la escisión de la persona se instala allí donde hay unaruptura entre el «ser» y el «deber ser». Escasea tanto la autenticidad y es un valor tan cotizado como raro, especialmente en los tiempos que corren porque por un lado va la conducta y por otrolos ideales. ¿Se puede vivir sin ideales? No. Todos necesitamos esa guía interior que se apoya en la interiorización de una guía de valores que nos sirva como punto de referencia de la conducta.

La mayor parte de los problemas queaquejan al hombre de hoy están motivados porque no se tiene uncuadro de referencia interno, una Filosofía de la vida, un ideal, uncompromiso que vaya en la misma línea de nuestra conducta habitual.

En definitiva, se trata de llevar ala realidad de nuestra vida diaria aquel principio de la moralpersonalista que dice: «Hemos de acostumbramos a vivir comopensamos, pues de lo contrario, acabaremos por pensar comovivimos.»

Educar en la verdad

Hace más de dos milenios, Ciro,Rey de Babilonia, afirmaba que “lo más importante que se debe aprender en la vida es decir siempre la verdad». Decir la verdad esel camino más seguro para llegar a ser auténticos, para que se déuna completa coherencia entre nuestras palabras y nuestras acciones. Es éste un valor imprescindible que hemos de cultivar todos los educadores. No daremos un solo paso en nuestro quehacer educativo, si el educando percibe doblez, falsedad o fingimiento en lo que decimoso en lo que hacemos.

Cuando decimos y/o hacemos locontrario de lo que pensamos, abrimos un abismo entre nosotros y laparte más noble que nos sustenta, nuestra propia «mismidad», entrenosotros y entre aquellos que confiaban hallar en nuestra conducta un modelo para cincelar su propio «deber ser», su cuadro de referenciainterno. Recordemos siempre que la sinceridad es el alma de tododiálogo. Decir siempre la verdad, enseñarla y exigiría a nuestroshijos desde los primeros años es importante, entre otras razones, porque la autenticidad educa por sí misma, motiva, convence e impulsa a las acciones nobles, a 1a responsabilidad, al buenentendimiento, al diálogo y a la convivencia pacífica.

No esposible referimos a la autenticidad sin que la memoria nos aporte al instante la ya clásica frase de R. Guardini: «Educamos más por loque somos y hacemos que por lo que decimos… ». Será nuestroejemplo constante de autenticidad, de coherencia entre nuestraspalabras, nuestras acciones y esa «guía interior» que dé sentidoy valor a nuestra vida, quien contagie a nuestros educandos a serdefensores de la verdad, a encontrar su motivo, su razón para vivir,su ideal.

 

Padre Javier Soteras