Creador de espiritu de comunion

domingo, 18 de septiembre de 2011
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Queremos detenernos en esta mañana en torno a la figura de Brochero como creador de espíritu de comunión.

Y vamos a iniciar nuestro encuentro, leyendo un texto de Juan Pablo II en orden a esta espiritualidad de comunión. En los números 43, 44, 45, del Nuevo Milenium Ineunte, Juan Pablo II nos deja un rumbo como pueblo de Dios para estos tiempos de nueva evangelización.

Como siempre, como desde hace dos mil años, como lo vivió Brochero, es en el espíritu de comunión y de unidad donde está la fuerza del anuncio del evangelio.

 

Por este motivo, decía Juan Pablo II, que era necesario hacer de la iglesia la casa y la escuela de comunión. Este, decía el Papa, es el gran desafío que tenemos ante nosotros en el milenio de comienza.

 

Que significa esto de crear un espacio de comunión que haga de la iglesia una escuela y una casa de comunión, que la reflexión podría hacerse enseguida operativa, pero sería equivocado, decía el Papa, dejarse llevar por ese primer impulso. Antes de programar iniciativas concretas, hace falta promover una espiritualidad de la comunión, proponiéndola como principio educativo, con todos los lugares donde se forma el hombre, el cristiano, donde se educa a los ministros del altar, las personas consagradas, los agentes pastorales, donde se construyen las familias y las comunidades.

Llamó la atención, el viernes, cuando nos reuníamos con los jóvenes que estuvieron por Madrid en el JMJ 2011, cómo ellos rescataban el carácter de universalidad de la iglesia y cómo verse en un crisol de culturas reunidos en torno a un mismo misterio. Compartían también esto mucho más allá de la experiencia de vida católica de la iglesia en Roma, sino de la catolicidad real, de las condición eclesial que en comunión con el sucesor de Pedro nos pone en vínculo con todas las comunidades cristianas y rescataban en particular la oración con la comunidad fundada por el hermano Roger, que pone en sintonía de comunión desde la oración a expresiones eclesiales cristianas de diverso origen. En este sentido decían Martín, Milagros, Juanjo, Cecilia y todos los chicos que estuvieron por allá, que estuvieron fuertemente impactados por esta diversa ideosincracia cultural en torno a un mismo misterio, el misterio de la comunión en Cristo, sin duda esto como lo escuchábamos ayer en otra emisora de aquí de Córdoba, ha marcado un tiempo nuevo para su vida.

Hay indudablemente un antes y un después cuando nosotros hacemos esta experiencia de encuentro con Jesús, mucho mas allá de los horizontes con los que habitualmente nos confrontamos, cuando se ve el carácter particularmente de grandeza y universalidad con la que Dios nos hace ser familia.

 

Hay algunos rasgos de la comunión eclesial de Brochero que son para destacar, uno que presenta el Padre Mario Llanos en Corazón de Tierra, Latido de Cielo, y su vínculo de comunión con la autoridad, en ella refleja, dice el Padre Llanos el cuadro de valores de comunión que esconde el corazón Brocheriano, el cura de traslasierra se presenta como un pastor que da la bienvenida a los perdidos en el camino y les muestra el por donde, ese por dónde es la iglesia, y esa iglesia tiene un orden y una jerarquía. Aún cuando a veces esas indicaciones que recibe desde la comunión eclesial en su autoridad vayan en contra de sus propias inclinaciones y oposiciones, Brochero responde en coherencia a la obediencia que ha asumido con respecto a la autoridad y asume las implicaciones de todo pedido que le llega con actitud de corresponsabilidad y no deja de advertir cuando las normas o requerimientos no tienen suficientemente en cuenta los destinatarios de su acción que van a sufrir las consecuencias de decisiones que no siempre son las más adecuadas, sin embargo y por sobre todas las cosas y con las disensiones propias que pueden surgir en el vínculo con quien ejerce la autoridad en cualquier ámbito, también en la iglesia. Brochero tiene en el fondo de su actitud creyente esa capacidad de escuchar con el corazón en medio de las limitaciones humanas de la vida de la iglesia como de hecho la vive él en carne propia, en su propia fragilidad y debilidad no es más ni menos de aquella otra que se expresa en la comunión de la eclesialidad. Por encima de todas las circunstancias que rodean el quehacer de la vida de la iglesia también el tiempo de Brochero guarda un espíritu creyente en la iglesia. En su relación con la autoridad se observa una respuesta atenta, respetuosa, libre, creativa, adulta, que aprovechando los impulsos de las mismas normas o indicaciones que le dan generalmente va más allá de lo que se le solicita con originalidad y sentido pastoral va dándole forma al espíritu que esconde el mandato que recibe de la autoridad eclesial y para plantearlo esto con delicadeza, en el ámbito de su curato también va marcando las objeciones que de hecho él tiene respecto a algunas condiciones de lo que se le pide. No se permite objetar o desautorizar a la autoridad. Cuando se presenta oportunidad en perjuicio personal, la defiende, le da su lugar frente a los feligreses, clérigos, sin por ello distanciarse de los suyos, en cualquier caso no se observa ningún comportamiento, dice el padre Llanos, lisonjero o adulador por parte de Brochero. En él hay motivaciones profundas, que son las creyentes, que encuentran un chasis, una estructura natural con la cual en ductilidad de la administración de los bienes que se le confían, Brochero va adaptando desde lo que recibe por indicación por parte de la autoridad eclesial al contexto real en el cual él se va desenvolviendo, como decir no es obedecer y bajar línea a rajatabla sino obedecer desde el espíritu de lo que se manda, hacer lo que se pide, siempre buscando la manera de hacer comprensible lo que se pide para quienes tiene con él corresponsabilidad en la tarea, en el curato de San Alberto. Es como básicamente el modo desde donde se debe ejercer el vínculo con la autoridad en espíritu de comunión.

Nosotros también en la vida de todos los días, en la familia y en la comunidad parroquial, en las asociaciones a las que pertenecemos, o movimientos, en el vínculo con la autoridad eclesial episcopal, tenemos esta invitación, en lo concreto de vivir en espíritu de comunión. Estoy seguro que en más de una oportunidad, la obediencia a quién demostró el camino, por más que en su momento no estabas de acuerdo, no veías todo lo que fue que te salvó del camino. Yo recuerdo siempre a mi actual obispo que era en un momento rector del seminario, momento difícil para mí era la vida en el seminario cuando estaba pasando por esas situaciones de crisis que se viven siempre en el camino de seguimiento a Jesús, yo me iría unos días a mi casa para descansar, para pensar y me dijo, que aguante, que espere, que enfrente la tormenta, que con confianza vaya haciendo la tarea que tienes que hacer todos los días hasta que se haga un poquito más la luz y puedas ver con sencillez y claridad, recuperando la opción fundante que te hizo elegir este camino. La verdad sea dicha que aquello junto a otra indicación, que en su momento me dio monseñor Bordagaray, fue lo que en obediencia me permitió tener esta relación de vínculo creyente con quien tenía una responsabilidad pastoral conmigo y me salvó en el camino de seguimiento de Jesús. Cuando obedecemos a quien tiene una mirada más profunda, más hacia delante y al mismo tiempo, por la experiencia, porque tiene el don en el pastoreo, encontramos seguramente respuesta a lo que no encontraríamos si estuviéramos librados a nosotros mismos. Cuando la obediencia, en el ámbito de la vida, no solamente con los obispos, presbíteros o religiosas, religiosas, sino cuando obedeciste también a algo que entendías que era necesario mostrarlo a un amigo, en un compañero de camino, con alguien con quien te confiaste en un consejo te ayudó mientras no veías en encontrar tu rumbo. El valor de la obediencia en los vínculos que nos ayuda a no estar librados a nosotros mismos sino en comunión, acompañados y sostenidos por esa autoridad de Dios que nos quiere y nos conduce a través de instrumentos sencillos y simples que nos pone en el camino.

 

Cuando uno se vincula desde un espíritu creyente al ejercicio de la autoridad de alguien que puede ayudar en un momento determinado al camino lo hace desde este lugar, espera en Dios poder encontrar respuestas a sus búsquedas, a sus preguntas y en El poder construir el camino hacia delante, no se trata ni de obsecuencia ni tampoco de adulaciones del vínculo con la autoridad, sino de un reconocimiento en que Dios confía bajo el cuidado y la mirada de alguien que nos acompaña en el camino, lo que tiene pensado para nosotros.

Una expresión del Beato Fabro ayuda en esto, Fabro dice “Yo puedo con todos lo que Dios me pone en el camino para acompañarlos, pero no puedo conmigo mismo” y Dios quiere que sea así, Dios quiere que nosotros podamos con el acompañamiento de otros, pero uno no puede consigo mismo sino se confía también en la mediación al cuidado y a la atención de otros que Dios pone en el camino para el acompañamiento, para poder ser sostenidos en el altar. De allí que la actitud obediente es un don que Dios regala en el corazón para que uno, confiándose en un instrumento frágil y débil que nos acompaña en el perergrinar, pueda El manifestarse a través de ese mismo instrumento.

 

El padre Llanos rescata cinco elementos que hacen a la actitud obediente de Brochero en su camino de seguimiento de Jesús, dice el Padre Mario Llanos “Brochero tiene detalles de fina sensibilidad humana en el trato con la autoridad y se nota en las cartas, el saludo, la felicitación, la valoración de lo positivo, la comunicación fluida sobre los varios temas de gobierno pastoral, vamos a ver si podemos compartir alguna de estas expresiones. Lo segundo que dice Llanos es que se nota en los escritos de Brochero y en el recogimiento que se hace de los testigos que vivieron junto a él respecto de este tema es que demuestra diafanidad, actitud de sinceridad, manifiesta la verdad de las cosas, tal como ellas son, sin ningún tipo de artilugios ni simulaciones, si calla lo hace para no poner en evidencia las faltas de los interlocutores. Lo tercero que se nota en Brochero es que favorece toda la información correspondiente y necesaria, no se guarda detalles, comunica todo lo que necesita la autoridad para poder juzgar ella rectamente, trabaja en la iglesia en la búsqueda de la unidad y por eso demuestra con los hechos que la comunicación es fundamental para el proceso de construcción de la unidad. Se nota esto mucho en los escritos donde aparece las notas de los balances de lo actuado en su acción en el curato. Expone además razones, elementos de juicio para con quién le pide algún tipo de posición, pero después deja sin duda de condicionamiento a quién tiene la máxima responsabilidad de decidir, lo que hace Brochero es informar y se queda desinteresadamente esperando la decisión, por ejemplo se nota esto cuando deja el curato de San Alberto a pedido de quién tiene la responsabilidad de la conducción de la diócesis, el Arzobispo. Simplemente él es capaz de un diálogo paciente, sabe hacer las preguntas oportunas, las consultas necesarias, ni es un sabelotodo ni tampoco es una obediencia a ciegas, es en esos términos en que verdaderamente la obediencia se hace constructiva, en el diálogo, en la interacción con quién tiene la responsabilidad del ejercicio del gobierno máximo de la iglesia, que es el pastor, es en ese espíritu que Brochero nos muestra un camino de obediencia adulta, un camino de obediencia sana, un camino de obediencia en actitud creyente, que es el único lugar donde la obediencia encuentra su verdadero cauce.

 

La obediencia como punto fundante del espíritu de comunión en la vida de la eclesialidad para que sea la iglesia verdaderamente una escuela y una casa de comunión. Este principio de autoridad que rescatamos ayuda al ordenamiento de la vida en comunión en la eclesialidad y la actitud de todos los que compartimos este espacio de casa y de escuela, la eclesialidad para la comunión ha de ser la de una actitud creyente, donde evidentemente lo que reconocemos es que Dios se vale de la mediación humana para mostrarnos el rumbo y el camino.

 

Brochero aparte de ser un cristiano y un cura que vive la dimensión creyente en actitud de obediencia para con la autoridad es capaz también de establecer para con sus colaboradores mas directos normas y pautas que ayudan y colaboran a la construcción de ese espíritu de comunión donde está centrada la fuerza de la evangelización, Jesús lo ha dicho claramente a esto “que sean uno Padre para que el mundo crea” .

El origen de toda experiencia cristiana tiene una particular fuerza carismática, existe la fuerza de un líder como Brochero, por ejemplo, que congrega un grupo, propone las líneas comunes, hace converger las fuerzas individuales de cada yo hacia el sentido de eso a lo que somos llamados al nosotros. A poco de andar por diferentes razones no todas las personas, después e haber sido convocados por una misma fuerza de interés convergemos en un mismo sentido de valores que nos reunen y por eso hace falta dejar algunas marcas, normas que ayuden a guardar relación con aquel espíritu que nos reunió y quién tiene la autoridad de acompañar estos procesos de comunión, necesita retraducir en términos normativos e institucionalizar lo que en principio aparece como un fuerza de congregación en clave cuasi espontánea. Brochero es conciente de eso y de no poder trabajar solo en su amplia misión ni de dejar todo librado a como se vayan dando las cosas, se va poniendo algunas normas. Lo primero que hace es obligarse él mismo a determinada conducta respecto de sus ayudantes y luego les expone sus obligaciones como ayudantes en relación a él como cura párroco. Estas obligaciones son un testimonio de sus actitudes comunitarias, de su concreto estilo de poner en comunión su persona, sus bienes, su misión. Trata aspectos propios de la convivencia cotidiana, Brochero se obliga a si mismo en relación a la gestión económica por ejemplo, al tiempo de prueba de los ayudantes, a la aplicación de las intensiones de misa, al derecho de los oleos. En orden de la experiencia comunitaria llama la atención la quinta de las obligaciones del cura con respecto de sus ayudantes, les dice así Brochero: “el cura párroco procurará que sus cosas sean también la de los ayudantes, esto es verá de no reservarles nada de lo de él”, es decir como pone todos sus bienes espirituales, pastorales, económicos en comunión con los demás. Luego prescribe las obligaciones de los ayudantes para con el párroco, la primera se coloca plenamente en el campo de nuestra atención, es decir la construcción de la comunión, fíjate lo que dice en la norma uno de convivencia: los ayudantes le avisarán al cura Brochero lo que les parezca mal en el trato con ellos o con los feligreses o con las personas particulares para enmendarse de dicho mal o darles la razón de su proceder, la actitud profundamente humilde en el comienzo mismo de la normativa, lo primero que hace la normativa, mas que hacer valer sus derechos es darles derechos a los demás respecto de él mismo y lo que hace particularmente relación a la corrección fraterna, algo de mucha luz para lo que hace a la convivencia. Siguen luego otras indicaciones propias de la comunidad sacerdotal, en primer lugar señala las normas tendientes a sostener la vida espiritual, el retiro espiritual en común, la confesión frecuente cada ocho días, luego algunas obligaciones de tipo económicas de los ayudantes para con el cura, señalando el desinterés y la generosidad espiritual del sacerdote, el cura párroco, el que preside el curato. En la norma dos dice, el cura les dará el ejemplo en esa línea confesándose ya con el, uno ya con el otro, según este o aquel mas cerca de el, hablando de esto de confesarse cada ocho días, como forma de mantener la vida espiritual. La norma tres dice que cuando sean mas pecadores o mas rudos o mas inciviles mis feligreses, los han de tratar con mas dulzura y amabilidad en el confesionario, en el púlpito y aún en el trato familiar, que si encuentra algo digno de reto se lo avisen al cura para que él reprenda, a fin e que los feligreses no se resientan con los ayudantes, sino con el cura, porque ya sabe él como los ha de retar, que modo tan particular de ponerte al frente de las dificultades, si cuando hay dificultad en la comunidad, hacer valer la autoridad, aunque se lesione la relación en términos afectivos con quién es corregido, por encima de todo está el bien del conjunto y me parece que aquí hay una gran enseñanza para quienes tenemos la responsabilidad de educar y acompañar tanto en el ámbito de la familia, del estudio de la comunidad, es decir cuando hay que corregir, hay que corregir, cuando se corrige se corrige en espíritu creyente, aún cuando esto tenga como consecuencia que en la corrección se lesione el vínculo del afecto con el que se nos ha confiado a nuestro cuidado, en este sentido el cura no le hace asco, por así decirlo, va adelante a favor del bien común. Claro también se nota la delicadeza, porque dice, no lo corrijan uds. déjenme que los corrija yo, porque en todo caso no queden uds. al expuesto de la relación, sino que quede yo, que soy la autoridad y voy a saber como decirlo y no importa los costos que siga de este saber decirlo, aún cuando en el decir sean cosas que no gusten, siempre cuando uno corrige al que es corregido no le gusta, entonces siempre se produce alguna desavenencia o desencuentro en principio, salvo que la persona sea de mucha actitud humilde y creyente. El Cura Brochero y su capacidad para bajar sobre lo concreto en la relación con quienes comparten con él el servicio pastoral las normas que ayudan a mantener el vínculo de la comunión.

 

Hablando sobre la comunión y la espiritualidad de comunión, queremos destacar en la mañana de este lunes, de la figura de Brochero, tanto en su vínculo con la autoridad eclesial en cuanto a su relación con quienes eran sus directos colaboradores en la tarea pastoral, vamos adentrarnos ahora en una perspectiva que nos deja Juan Pablo II, en esto de hacer de la iglesia escuela y casa de comunión, decía el Papa, “Los espacio de comunión han de ser ampliados y cultivados día a día, a todos los niveles, en el entramado de la vida de cada iglesia, en ella la comunión ha de ser patente en las relaciones entre obispo, presbíteros y diáconos, entre pastores y todo el pueblo de Dios, entre el clero y religiosos, entre asociaciones y movimientos eclesiales. Para ello, se deben valorar cada vez más los organismos de participación previstos por el derecho canónico, como los consejos prebisteriales y pastorales. Esto como es sabido no se inspira en los criterios de la democracia parlamentaria puesto que actúan de manera consultiva y no deliberativa, sin embargo no pierde por ello su significado e importancia”.
¿Qué está diciendo el Papa? Que en realidad estos lugares son lugares teológicos, de convocatoria, y lo dice claramente, en efecto, la teología y la espiritualidad de la comunión aconsejan una escucha recíproca y eficaz entre pastores y fieles manteniéndose por un lado unidos a priori en todo lo que es esencial y por otros impulsados a contribuir y a confluir normalmente incluso en lo opinable hacia opciones ponderadas y compartidas. La unidad a la que se apunta tiene que ver con la capacidad de sumarse y de hacer del espacio de comunión un lugar de diversidad, respetando los principios de ordenamiento que establece básicamente la relación en la caridad, ésta es la que aglutina, la que reúne, la que congrega. Siempre me llama la atención cuando uno hace una determinada comida tiene que buscar el efecto de aglutinar, bueno en la vida comunitaria lo que aglutina, lo que reúne, lo que congrega, es la caridad, por eso en el principio de autoridad que ciertamente es el que pone la normativa para el funcionamiento claro de la vida comunitaria tiene que tener esta inspiración, de la caridad, no solamente de cómo deben ser hechas las cosas, de cómo deben ser puestas las pautas para el claro y mejor funcionamiento y la mejor manera de circular la vida de Cristo en medio de nosotros, sino que eso mismo tiene que ser hecho en caridad. Ejercer la autoridad en caridad, ejercer el vínculo fraterno de autoridad en caridad. Pensemos esto en relación a los momentos que como papá, como mamá somos invitados a poner límites, a marcar rumbos, a dar consejo, a esperar los tiempos de desarrollo de las personas, que no siempre son al modo como uno quisiera. A veces los tiempos de crecimiento de las personas, de los grupos, van en orden a designios que Dios también tiene guardado en su mirada amplia, providente, más allá de lo que uno quisiera que fuera, como pretende que sea aquí y ahora. Lo cual no quiere decir que uno deje de insistir. Pablo lo dice claramente esto, hay que decir las cosas con ocasión y sin ella, y no esperando que sea siempre bienvenido lo que uno dice también, esto es para quien tiene la responsabilidad. Eso supone mirar las cosas desde una perspectiva creyente, en caridad y de manera creyente. ¿Cuántas veces en la vida de la comunidad los frutos de lo esperado se dan más allá de lo esperado en el tiempo de lo que uno desearía?, y se da cuenta cuando ya está el fruto maduro que el proceso ha sido sembrar, regar, cuidar, velar, insistir hasta que se produce el fruto esperado. Eso es en la vida toda, cuando uno se va a sí mismo, y su propio proceso de madurez y crecimiento, y en cualquier ámbito en lo intelectual, en el deporte, en el cuidado de la salud, en el camino de la oración, en la vida en común, en la vida familiar, nada viene de la mano solo como gracia, sino también siempre supone una tarea y la vida comunitaria y la construcción de la comunidad supone eso justamente, es don, gracia que hay que pedir, rogar al cielo que nos regale, pero también es trabajo, dedicación, entrega, es esfuerzo que básicamente en esta escuela lo que se nos muestra como modo y estilo del maestro que quiere asumir el rol primordial con las mediaciones que él elige para que así sea la construcción de la comunidad, hablamos de Jesús hay un modo particular, que es la mansedumbre y la paciencia. “Aprenda de mi, dice Jesús, que yo soy manso y humilde de corazón”, es decir, construir una comunidad en clave de Jesús, es contar con esta gracia y estos valores propios del corazón del Pastor.

 

 

                                                                                    Padre Javier Soteras

Cura Brochero