El Cura Brochero: Amar a todos

martes, 4 de octubre de 2016
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04/10/2016 – El Cura Brochero se tomó en serio su amor a Dios poniéndolo en gestos concretos de amor al prójimo.

“Ustedes han oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo” y odiarás a tu enemigo. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos. Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos? Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos? Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo”.

Mt 5,43-47

En el Sermón de la Montaña, Jesús nos pide que nuestro amor no se restrinja a unos pocos o a los que nos hacen el bien, sino que nos invita a amar a todos, como su Padre que hace llover sobre buenos y malos y hace salir el sobre buenos y pecadores (cf Mt 5, 46-47). Por eso para el cristiano no valen las discriminaciones ni de la raza, ni del estrato social, ni sexo, ni de edad.

Como afirma el Papa Francisco: Todos juntos, diversas religiones, diversas culturas, pero hijos del mismo Padre, hermanos. Es la verdad más profunda del hombre religioso que, en definitiva, significa afirmar más a “Dios en sí” que a la comprensión de Dios que podamos adquirir nosotros.

En este modo de amar, Brochero es maestro. Merodea la zona de Traslasierra en búsqueda de un mejor bienestar para su salud el padre Ayrolo, también periodista, y se encuentra con el Cura de Traslasierra. Escribe al diario de Quilmes, varios artículos periodísticos en los que trasmite el sorprendente hallazgo. Uno de estos artículos nos refiere una charla entre los dos sacerdotes bajo una higuera en la cual, entre mate y mate, Brochero le cuenta al curioso y asombrado foráneo cómo es su método pastoral:

“Pregunto yo cuál es el hombre más condenado, más borracho y ladrón de la comarca. Enseguida le escribo una cartita diciéndole que pienso pasar dos días en su casa, decir Misa, predicar y confesar, y que por tanto avise a sus amigos. ¡Que pucha!, yo sé que de esa manera esa gente me va a escuchar porque si voy a una buena esos pícaros no se van a acercar. Ahí nomás les digo que me he llegado para pa hacerles bien, y quiero enseñarles el modo de salvarse, y que todos están condenaos, y que bien pueden ver ellos que yo no tengo ningún interés, porque ¿qué puede importárseme a mí que se los lleven todos los diablos sino es por Jesucristo? Y aquí saco el Santo Cristo. Ahijuna, y se me echan a llorar, que yo no sé cómo Dios me pone esas cosas en el pico. Yo les digo: “Bueno, este sermón no vale nada. Mañana va a ser el bueno. Avisen a todas sus relaciones”.

Un camino que Brochero utiliza para regresar desde Córdoba hasta su parroquia es por ferrocarril hasta Soto, a unos 130 km al norte de villa del Tránsito, y de allí en un carruaje hasta su pueblo. Dada su sensibilidad evangélica, comienza a tratar a un tal que los demás marginan. Hurga que hurgara, al final el problema es que vive amancebado, cosa muy grave para los que se tienen por buenos cristianos. Brochero se las ingenia, aún contra el consejo de la gente y del mismo cura del lugar, para hacerse amigo de ese hombre y así, cada vez que pasa por Soto, va a visitarlo. Un día lo invita a participar de los Ejercicios Espirituales y el hombre le acepta la invitación. El cambio de esa familia es total, ganados por el amor de este hombre que ama a todos, porque descubre en cada uno a un hijo de Dios, aunque la misma persona no lo sepa y ni siquiera lo sospeche.

Al terminar el ferrocarril Soto-Dolores, entre las propuestas alternativas hay una que propone unir directamente Córdoba con Villa Dolores. Sin dudas que es un proyecto ambicioso cruzar las Altas Cumbres con el binario de hierro; por otra parte sitúa mucho mejor la región de Traslasierra, el territorio de su parroquia… Él tiene un sentir: las distancias se acortan y desea que puedan vivir más hermanados. Pero la pregunta de Brochero, a través de una solicitada en el periódico , sencillamente es: ¿y los otros? Esos otros es la gente de los departamentos de Pocho y Minas, que no son parte de su parroquia pero que aún hoy siguen marginados y entre los más pobres y postergados de la provincia de Córdoba.

Un corazón realmente abierto a todos. Brochero cobijado por el amor de Dios y el de sus paisanos, un amor exigente que pide dar la vida en lo de todos los días, y que a la vez, como una madre, no lo hace pesar sobre los otros.  Miren, si no, este rinconcito de la vida de Brochero que nos pinta un telegrama cualquiera, en medio de las idas y venidas por el ferrocarril:

“A pesar de tener muchos baquianos, hice ayer oficio de tal, para asar un gordo corderillo, antes llegasen los ingenieros punto acordado y al cerrar la puerta de un potrero el vientazo habíame volado los ponchones (defensores del gran frío) y cuando menos los pensé, estaba como guascazo, panza abajo, lesionándome solamente en las canillas, rodillas y alitas del pecho. Pero la mula se portó muy bien en el inesperado percance. Ni me pateó, ni se movió hasta reponerme del excesivo dolor, como si entendiera que se honraba en cargarme en la nacional jornada. Brochero”.

Él es un paisano más, y entrega la vida en lo de todos los días, en las tareas cotidianas y mientras va desgranando rosarios.

Cuando deja por primera vez la parroquia, en 1898, nombrado canónigo de la catedral de Córdoba, lejos de sentirse como en un lugar de prestigio, aprovecha este tiempo para predicar los Ejercicios Espirituales en la cárcel. Pero sobre todo es muy eficaz y constante su trabajo a favor de la población de la cárcel San Martín, y se une al pedido de indulto que presenta la gobernador de la provincia la Sociedad de San Vicente de Paúl, con ocasión de la llegada del siglo XX.

Vaya a saber por qué situación, al alcalde de la prisión y al fiscal no les agrada dicha solicitud y realizan maniobras bien complicadas para hacer quedar en ridículo la cuestión del indulto.

Brochero investiga y profundiza en el Derecho y en la misma Constitución Provincial, y es un testimonio vivo de cómo aplica toda su capacidad de doctor en filosofía para lograr el indulto de un grupo de presos, que al final terminan siendo sólo dos.

El fiscal, conocedor de que los dos presos posibles de indultar han obtenido un permiso para ausentarse de la Penitenciaría, apura una visita a la cárcel y señala después, en su informe al Poder Ejecutivo, la “ausencia de los señores Goméz y Campos”.

Brochero no se queda atrás y escribe: “En el primer punto de su visita, el doctor César, tal vez sin intención, le echa al Poder Ejecutivo una ronca solapada cuando le advierte que Goméz y Campos no solapada cuando le advierte que Goméz y Campos no están en el lugar de su condena. ¿Y recién lo sabe el Señor Fiscal de Cámara? Si alguna vez hubiese dado algún paseíto por las comisarías, se habría convencido que no están todos los que son en los lugares punitorios señalados y hubiera visto viajar muchos presos a la Penitenciaría en los días de visita de cárcel para regresar, después de pasada aquella, a sus cómodos alojamientos.

Pero la cuestión se pone fea, e incluso se llega a simular una evasión de presos con el fin de poder endurecer las acciones contra los reclusos. Hasta que la verdad sale a la luz algunos meses después, la fama de Brochero queda en dudas y se ve entreverado en medio de las internas y mezquindades del poder de turno.

Pero eso no lo distrae. Dos telegramas que hace público en los diarios de la época nos permiten observar casi como en una película con qué picardía y astucia se movía, estando atento a todo, bien informado y conociendo a fondo cada situación, para afirmar con la jurisprudencia lo que había defendido con las letras. El primer telegrama es para felicitar al doctor Dámaso Palacio, gobernador de Santiago del Estero, por el indulto que ha dado a un grupo de presos: “Lo que no conseguí en Córdoba echando indirectamente mi vergüenza, lo ha hecho Usted, sin que se lo pidan. Lo felicito, le doy fuerte apretón de manos y feliz año nuevo – Brochero”.

Y poco después publica sagazmente otro telegrama: “Excelentísimo señor Presidente Roca – Buenos Aires – Felicítolo por haber usado con Nicolás Gonzáles de la facultad que como gobernante, en receso de las Cámaras, acuérdale la Constitución – facultad que en iguales circunstancias tienen los gobernadores de nuestras provincias y que niégansela a sí mismos o no quieren usarla – Brochero.

Sí. El telegrama es al Presidente Roca, el de los ferrocarriles y el del billete de cien pesos. A Brochero no le interesan ni el Derecho ni el tema del indulto en abstracto: se preocupa y gasta su vida por esos rostros concretos que conoce y con quienes trata.

Cuando no alcanzan los ferrocariles, ni las cartas, Brochero sigue intentando unir y generar puentes, y busca a los que supuestamente son los “peores”. Brochero nos anima a mirar el fondo del alma, donde la persona siempre tiene un costado bueno capaz de recuperar todo lo que va opacando a la persona.

 

Padre Javier Soteras