Día 14: Huida a Egipto y vuelta de allí

lunes, 20 de marzo de 2017
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desierto

20/03/2017 – En el ejercicio de hoy acompañamos a la familia de Nazareth que por advertencia del ángel en sueños de José, huye a Egipto porque Herodes anda buscando al Niño para matarlo.

Contemplamos el texto en Mt 2, 13 -15:

“Después que ellos se retiraron, el Angel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al niño para matarle.»

El se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se retiró a Egipto; y estuvo allí hasta la muerte de Herodes; para que se cumpliera el oráculo del Señor por medio del profeta: De Egipto llamé a mi hijo”

 

La huida a Egipto (Mt 2, 13-15)

Este corto relato –como el de la vuelta de Egipto- está estructurado de la siguiente manera:

a. El ángel del Señor se aparece en sueños a José y le encarga una misión.
b. José ejecuta la orden del ángel, porque ve en ella el cumplimiento de una voluntad del verdadero Padre del Niño.
c. El relato se termina con una cita profética.

Si prescindimos por el momento del texto intermedio (vv. 18: la matanza de los inocentes), constatamos que la transición de un relato a otro se hace con facilidad: el texto de Os 11, 1 (“de Egipto llamé a mi hijo”) vale tanto de la huida a Egipto como de la vuelta del mismo.

Egipto fue considerado tradicionalmente como lugar de refugio por los palestinos, desde Jerobán, en tiempo de Salomón (1 Rey 11, 40) hasta Urías (Jer 26, 21) y, más tarde, el sacerdote Onías IV.

La comunidad judeo-cristiana, a la que se dirigía el evangelista Mateo, ve en la huida de Jesús a Egipto la apropiación de reactualización, por el hijo de María, de la historia de Israel. De manera particular, el texto parece tener en cuenta la historia de Moisés. El tema de Cristo, nuevo Moisés, es uno de los más significativos de este pasaje.

Para Mateo, Jesús es ante todo el legislador de la nueva alianza: el primer Evangelio está dividido en cinco partes que constituyen evidentemente una correspondencia con el Pentateuco de Moisés. Jesús es presentado en el sermón de la montaña como el que da cumplimiento a la ley mosaica, hasta superarla (Mt 5-8).

Las fuentes rabínicas y la literatura judaica habían descrito hasta la saciedad el anuncio del nacimiento de Moisés al Faraón y a sus magos.

Ofrece cierta similitud con la forma en que se hace a Herodes, rodeado de Magos y de escribas, el anuncio del nacimiento de Jesús (Mt 2, 4).

Al saber la noticia, el faraón da la orden de matar a todos los primogénitos de Belén (v. 16)
Moisés se salva de la matanza de los niños (Éx 2, 1-10) y se salvará por segunda vez, refugiándose en el extranjero (Éx 2, 11-15).
Jesús se salvará de la matanza de los inocentes refugiándose en el extranjero (vv. 13-15).
Moisés es llamado a Egipto por el ángel (Éx 4, 19) en términos que serán repetidos casi textualmente por el ángel que invita a José, María y al Niño a volver a Palestina (v. 20): ¡tan literalmente que el ángel continúa empleando el plural (“ellos”), siendo así que el perseguidor es aquí uno solo, Herodes!.

El texto nos pone de cara a esta vocación de María y de José de hacer lo que Dios les dice. Cuidar al Niño no es ingenio propio, sino que hay que cuidarlo y protegerlo según la paternidad que ejerce Dios y no apropiándose. Ellos entienden que tienen que dejarle a Dios que haga de Dios y de Padre. 

El paralelismo montado por Mateo no se limita, sin embargo, a Moisés. Hay un detalle que nos hace sospechar en otras asociaciones: mientras que Moisés huye de Egipto para refugiarse en Madián, Jesús, por el contrario, penetra en Egipto huyendo de Palestina. Este detalle no relaciona a Jesús con Moisés, sino más bien con Jacob-Israel.

La huida a Egipto, en efecto, recuerda Gn 46, 3-4: “No temas bajar a Egipto, porque allí te haré una gran nación. Y bajaré contigo a Egipto y yo mismo te bajaré también”.

Lo mismo que Jacob-Israel vuelve a Egipto acrecentado hasta las proporciones de un pueblo, así Jesús pasa, a su vez, por Egipto para convertirse en un gran pueblo. Y la cita de Os 11, 1, en el v. 15, es una importante confirmación de esta interpretación. Por lo demás, toda la vida del patriarca Jacob aparece finalmente dibujada en el relato de la infancia según Mateo: en la literatura judía, en efecto, Jacob es presentado como víctima de persecución de Labán, su suegro (Gn 31).

Jacob, siempre en conformidad con las tradiciones judías, se habría refugiado en Egipto para huir de la persecución de Labán y allí, convertido ya en todo un pueblo, esperaba la aparición de la estrella de la liberación.

La imagen de Raquel –la esposa de Jacob- llorando a sus hijos hasta que vuelvan del extranjero confirma esta interpretación: Raquel, que ha quedado en Palestina en su tumba, mientras que Jacob y sus hijos partían para el exilio, era representada llorando hasta el regreso de los suyos y la restauración del reino (Jer 31, 15).

Nosotros sabemos que este pueblo que peregrina, el nuestro, no puede por sí mismo. Necesitamos liderazgos que nos ayuden a encontrar nuevos rumbos. Que sea Dios quien nos lleve más allá de lo esperado y a lo que hasta aquí hemos encontrado como camino.

Así, pues, la huida de Cristo, nuevo Jacob, a Egipto y su regreso a Palestina, convertido en pueblo nuevo e inmenso, lo mismo que Jacob lo había sido en tiempos del Éxodo, constituye un tema pascual: efectivamente, Cristo entrará solo en la muerte y en los infiernos, pero para volver como Hijo de Dios y pueblo inmenso. El presentimiento de la Pascua anima estas páginas de Mateo sobre la huida a Egipto y la vuelta de allí.

En muchos momentos de la vida atravesamos por lugares y situaciones impensados, como le tocó a María, José y el niño. ¿Cómo es que Dios escribe derecho en renglones torcidos? Donde nosotros vemos injusticia y falta de cuidado por parte de Dios, ahí está Él con caminos más grandes. San Juan de la Cruz en su noche oscura va a decir que “yo te llevaré a dónde no sabes por donde no sabes”. Es una invitación a la confianza. Por eso necesitamos liberar nuestras fuerzas interiores para que Dios pueda sorprendernos con lo que Él trae entre sus manos. Puede que el primer impacto sea difícil, pero cuando pasa, nos terminamos dando cuenta que todo estaba dentro de su plan de amor. Necesitamos soltarnos interiormente para ir, como decía la Madre Maravilla, “Como Dios quiera, cuando Dios quiera, donde Dios quiera”. Lo mejor está en las manos de Dios y nosotros confiamos en su infinita providencia.

 

 

El exterminio de los niños de Belén (Mt 2, 16-18)

Herodes, como faraón, es ridiculizado por el relato: lleno de ira al verse burlado, hace que maten a los niños de Belén (comparar con Mt 22, 7: “Se airó el rey y, enviando sus tropas, dio muerte a aquellos homicidas y prendió fuego a su ciudad”). En la idea de Mateo, el que debe soportar finalmente las consecuencias del odio de sus dirigentes es el pueblo (Mateo 27, 25: “caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos”).

Mateo termina su relato citando libremente Jer 31, 15: “Una voz se oye en Ramá: es Raquel que llora a sus hijos”. Raquel representa en este texto al pueblo de Dios, que lloraba a sus hijos asesinados por el invasor o reunidos en Ramá (al norte de Jerusalén) para ser exiliados a Babilonia. La aplicación de este texto poético a los niños de Belén es bastante débil. El motivo fue quizá que, tradicionalmente, se situaba la tumba de Raquel en Belén (Gn 35, 19).

La vuelta de Egipto (Mt 2, 19-23)

Herodes muere y así como la muerte del faraón hace posible la liberación del pueblo elegido, Mt 2, 20 hace conscientemente esta transposición, hasta tal punto que el relato es plural (“han muerto los que buscaban la vida del Niño”), tal como se lee en Éx 4, 19-20: “El Señor dijo a Moisés en Madián: Anda, vuelve a Egipto, pues han muerto todos los que buscaban tu muerte”.

La muerte del faraón permitió a Moisés volver a Egipto y la muerte de Herodes permitió a Jesús salir de allí. Moisés ejecuta la orden divina (“Tomó, pues, Moisés, a su mujer y a su hijo y, montándolos sobre un asno, volvió a la tierra de Egipto”, Éx 4, 20). José ejecuta la orden del ángel (y la tradición popular le atribuirá rápidamente el asno de Moisés). ¿Recibirá, por fin, Judea a su salvador? La puerta está abierta y José podrá entrar en la tierra de Israel. Así, pues, según Mateo, Jesús revive la historia de su pueblo: no sólo la persecución del “faraón” (Herodes) sino también la liberación del éxodo, signo de todas las liberaciones, incluida la que siguió al exilio de Babilonia.

Pero la vuelta a Judea no fue posible: en su testamento, Herodes había dejado a Arquelao la Judea y este adquirió rápidamente la fama de tirano (en el comienzo de su reinado, al sofocar una guerra civil, tres mil judíos fueron exterminados). Así, pues, José se retiró (como antes se había retirado a Egipto, Mt 2, 14) a la “Galilea de los gentiles” (Mt 4, 15, según Is 8, 23); ya en Mt 2, 1-12, los magos habían podido llegar al Señor, ahora es el mismo Jesús el que se instala en tierra “pagana” y este gesto, para la comunidad judeo-cristiana de Mateo, suponía legitimar la apertura radical de la Iglesia a las naciones.

 

 

Momentos de la oración

1- Oración preparatoria (EE 46) me pone en el rumbo del Principio y Fundamento: que lo que yo vaya a hacer me ponga en el contexto de buscar y realizar, ya desde ahora, y por encima de todo, la voluntad de Dios.

2- “Traer la historia” (EE 102) Se trata de reconstruir la historia de lo que contemplo a partir de los datos. Ayudará leer detenidamente y varias veces el pasaje que quiero contemplar: Evangelio según San Mateo 2,13-23.

3-“La composición de lugar” (EE 103). Tengo que componer la escena, re-crearla, reconstruirla desde los datos que la Escritura me ofrece.

4- Formular la petición (EE 104). La petición es la que enrumba la oración, la pone en búsqueda de algo, no la hace simple pasatiempo, sino persistente interés en alcanzar algo.

“Interno conocimiento de nuestro Señor Jesucristo para más amarlo y mejor servirlo”

5- Reflectir para sacar algún provecho: significa dejarme mirar por la escena, como ubicarme en ella: aquí me implico en ella como si presente me hallare. Es dejar que lo mirado me mire y me diga algo nuevo. Eso que se me dice son las mociones que se me dan.

6- Coloquio: A partir de lo que he vivido en la contemplación, no me faltarán palabras para pedir, agradecer, alabar o simplemente disfrutar de lo que se me ha dado.

7- Examen de la oración

 

 

Padre Javier Soteras