Dios actúa para nosotros mediante signos sagrados

martes, 13 de junio de 2017
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13/06/2017 – Dios tiene deseos de entrar en diálogo y comunicación con nosotros. Y Dios se nos manifiesta en diferentes espacios invitándonos al encuentro con Él: la misa del domingo, en el momento de oración del día (sea por la mañana o antes de dormir), en la adoración eucarística, etc.

 

 

“Intimamente unidos, frecuentaban a diario el Templo, partían el pan en sus casas, y comían juntos con alegría y sencillez de corazón; ellos alababan a Dios y eran queridos por todo el pueblo. Y cada día, el Señor acrecentaba la comunidad con aquellos que debían salvarse”.

Hechos 2,46-47

 

¿Por qué celebra la Iglesia con tanta frecuencia el culto divino?

Ya el pueblo de Israel interrumpía el trabajo “siete veces al día” (Sal 119,164) para alabar a Dios. Jesús participó en el culto y la oración de su pueblo; enseñó a orar a sus discípulos y los reunió en el Cenáculo para celebrar con ellos el mayor culto de todos: su propia entrega en la Eucaristía. La Iglesia, que convoca al culto, sigue su mandato: “Hagan esto en memoria mía” (1 Cor 11,24b). [1066-­1070]
Así como el hombre respira para mantenerse vivo, del mismo modo respira y vive la Iglesia mediante la celebración del culto divino. Es Dios mismo quien le infunde diariamente nueva vida y la enriquece mediante su Palabra y sus sacramentos. Se puede usar también otra imagen: Cada acto de culto es como una cita de amor, que Dios escribe en nuestra agenda. Quien ya ha experimentado el amor de Dios, acude con ganas a la cita. Quien a veces no siente nada y, sin embargo, acude, muestra a Dios su fidelidad.

¿Qué es la liturgia?

La liturgia es el culto oficial de la Iglesia. [1077-1112] Una liturgia no es un “evento” que consista en buenas ideas y canciones estupendas. La Liturgia no se hace ni se inventa. Es algo vivo que ha crecido en la fe a lo largo de los siglos. Un acto de culto es un acontecimiento sagrado y venerable. La Liturgia se vuelve fascinante cuando se experimenta que Dios mismo está presente bajo los signos sagrados y en sus preciosas oraciones, a menudo muy antiguas.

¿Por qué la liturgia tiene prioridad en la vida de la Iglesia y de cada individuo?

“La liturgia es la cumbre a la que tiende la acción de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza” (Concilio Vaticano II). [1074]

En vida de Jesús las personas acudían en masa ante él, porque buscaban su cercanía salvífica. También hoy lo podemos encontrar, porque vive en su Iglesia. En dos lugares nos garantiza su presencia: en el servicio a los más pobres (Mt 25,42) Y en la Eucaristía. Allí nos damos realmente de bruces con él. Si dejamos que se nos acerque, él nos enseña, nos alimenta, nos transforma, nos sana y se hace uno con nosotros en la Santa Misa.

¿Qué sucede con nosotros cuando celebramos el culto divino?

Cuando celebramos el culto divino somos atraídos por el amor de Dios, somos sanados y transformados. [1076] Todas las celebraciones litúrgicas de la Iglesia y todos sus sacramentos están orientados únicamente a que tengamos vida, y ésta en abundancia. Cuando celebramos el culto divino nos encontramos con quien ha dicho de sí mismo “Yo soy el camino y la verdad y la vida” (Jn 14,6). Quien va al acto litúrgico y está abandonado, recibe de Dios seguridad. Quien va al culto y se encuentra perdido, encuentra a un Dios que le espera.

¿Cuál es el origen más hondo de la liturgia?

El origen más hondo de la liturgia es Dios, en quien existe una fiesta eterna y celestial del amor: la fiesta de la alegría del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Puesto que Dios es amor, quiere hacernos partícipes de la celebración de su alegría y regalarnos su bendición. [1077­1109]

Nuestros actos de culto terrenos tienen que ser celebraciones llenas de belleza y energía. Celebraciones del Padre, que nos ha creado, por eso los dones de la tierra tienen un papel tan importante: el pan, el vino, el aceite y la luz, el perfume del incienso, música divina y colores espléndidos.

Celebraciones del Hijo, que nos ha salvado, por eso nos alegramos de nuestra liberación, respiramos hondamente escuchando la Palabra, nos fortalecemos al comer los dones eucarísticos.

Celebraciones del Espíritu Santo, que vive en nosotros, por eso la riqueza desbordante de consuelo, conocimiento, valor, fuerza y bendición que brota de las asambleas sagradas. 179

¿Qué es lo esencial de toda Liturgia?

La liturgia es siempre en primer lugar comunión con Jesucristo. Toda celebración litúrgica, no sólo la Eucaristía, es una fiesta de la Pascua en pequeño. Jesús celebra con nosotros el paso de la muerte a la vida y lo hace accesible para nosotros. [1085]

El acto litúrgico más importante del mundo fue la fiesta de la Pascua que Jesús celebró con sus discípulos en el Cenáculo la víspera de su Muerte. Los discípulos pensaban que Jesús iba a conmemorar la liberación de Israel del poder de Egipto. Pero Jesús celebró la liberación de toda la humanidad del poder de la muerte. En Egipto fue la “sangre del cordero” la que protegió a los israelitas del ángel de la muerte. Ahora es él mismo el Cordero, cuya sangre salva a la humanidad de la muerte. Porque la Muerte y la Resurrección de Jesús son la prueba de que se puede morir y, sin embargo, ganar la vida. Éste es el verdadero contenido de cada celebración litúrgica cristiana. Jesús mismo comparó su Muerte y Resurrección con la liberación de Israel de la esclavitud en Egipto. Con el término misterio pascual se designa por ello el efecto salvífica de la Muerte y Resurrección de Jesús. En forma análoga a la sangre del cordero que salvó las vidas de los israelitas en la salida de Egipto (Éx 12), Jesús es el verdadero Cordero pascual, que ha liberado a la humanidad de su encierro en la muerte y el pecado.

¿Y para qué necesitamos en realidad los sacramentos?

Los sacramentos de la Iglesia son siete: Bautismo, Confirmación, Eucaristía, Penitencia, Unción de los enfermos, Orden sacerdotal y Matrimonio. [1210]

Necesitamos los sacramentos para transformar nuestra pequeña vida humana y por medio de Jesús llegar a ser como Jesús: hijos de Dios en libertad y esplendor. [1129]

En el Bautismo los hijos perdidos de los hombres se convierten en hijos protegidos de Dios mediante la confirmación los débiles se convierten en fuertes; mediante la confesión los culpables se convierten en reconciliados; mediante la eucaristía los hambrientos se convierten en pan para otros; mediante el matrimonio y mediante el orden sacerdotal los individualistas se convierten en servidores del amor; mediante la unción de los enfermos los desesperados se convierten en hombres con confianza.

El sacramento de todos los sacramentos es Cristo mismo. En él podemos dejar la perdición del egoísmo y entramos en la verdadera vida, que no cesa nunca.

¿Por qué no es suficiente la fe en Jesucristo? ¿Para qué nos da Dios además los sacramentos?

Debemos y podemos acceder a Dios con todos los sentidos, no sólo con el intelecto. Por eso se nos da Dios en signos terrenos, especialmente en el pan y el vino, que son el Cuerpo y la Sangre de Cristo. [1084,1146-1152]

Los hombres vieron a Jesús, lo escucharon, pudieron tocarlo y experimentaron la salvación y la sanación de cuerpo y alma. Los signos sensibles de los sacramentos llevan ese mismo sello de Dios, que quiere dirigirse al hombre en su totalidad, y no sólo a su cabeza.

¿Por qué pertenecen los sacramentos a la Iglesia? ¿Por qué no puede cada uno hacer uso de ellos a su antojo?

Los sacramentos son dones de Cristo a su Iglesia. Ella tiene la misión de dispensarlos y de protegerlos de un uso abusivo. [1117­1119; 1131]

Jesús ha confiado la transmisión de sus palabras y signos a determinadas personas, en concreto a sus apóstoles, y no los ha entregado a una masa anónima. Hoy se diría: no colocó su herencia en la red con libre acceso, sino que la albergó en un dominio propio. Los sacramentos existen para la Iglesia y por ella. Existen para ella porque el Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, se constituye, se alimenta y se perfecciona mediante los sacramentos. Existen por ella, porque los sacramentos son fuerzas del Cuerpo de Cristo, como en la Penitencia, donde Cristo nos perdona los pecados por medio del presbítero.

¿Qué sacramentos se reciben solamente una vez en la vida?

El Bautismo, la confirmación y el orden sacerdotal. Estos sacramentos marcan al cristiano con un sello indeleble. El Bautismo y la Confirmación le convierten de una vez para siempre en hijo de Dios, semejante a Cristo. El orden sacerdotal sella igualmente al cristiano de forma definitiva. [1121]

Del mismo modo que uno es y permanece siempre hijo de sus padres y no sólo lo es “a veces” o “un poco”, mediante el Bautismo y la Confirmación uno se convierte también para siempre en hijo de Dios, semejante a Cristo y miembro de la Iglesia. Igualmente el orden sacerdotal no es una profesión que uno ejerce hasta la jubilación, sino una gracia irrevocable. Dado que Dios es fiel, el efecto de estos sacramentos se mantiene siempre en el hombre, como receptividad a la llamada de Dios, como vocación, como protección. Por ello estos sacramentos no pueden ser reiterados.

¿Por qué los sacramentos presuponen la fe?

Los sacramentos no son magia. Un sacramento sólo puede tener efecto cuando se entiende y acoge en la fe. Los sacramentos no sólo suponen la fe, sino que también la fortalecen y la expresan. [1122­1126]

Jesús encomendó a los apóstoles hacer a los hombres discípulos suyos en primer lugar mediante la predicación, es decir, despertar su fe y, sólo después, bautizarlos. Son por tanto dos las cosas que recibimos de la Iglesia: la fe y los sacramentos. Tampoco hoy se convierte uno en cristiano mediante un mero rito o por apuntarse en una lista, sino mediante la aceptación de la fe verdadera.

Recibimos la fe verdadera de la Iglesia. Ella responde de ella. Dado que es la fe de la Iglesia la que se expresa en la liturgia ningún rito sacramental puede ser modificado o manipulado a voluntad de un ministro o de la comunidad.

Cuando un sacramento es administrado por una persona que es indigna, ¿pierde por ello su efecto?

No. Los sacramentos obran en virtud de la acción sacramental realizada (ex opere operato), es decir, independientemente de la actitud moral o de la disposición espiritual de quien los dispensa. Es suficiente con que quiera hacer lo que hace la Iglesia. [1127­1128,1131]
Los ministros de los sacramentos deben, en cualquier caso, llevar una vida ejemplar. Pero los sacramentos no son eficaces por la santidad de sus ministros, sino porque es Cristo mismo quien actúa en ellos. Ciertamente él respeta nuestra libertad al recibir los sacramentos y por eso sólo tienen eficacia positiva cuando nos abrimos a Cristo.

 

Padre Javier Soteras

Material elaborado en base al Catecismo de la Iglesia Católica