El amor nos pone al servicio

martes, 10 de noviembre de 2015
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10/11/2015 – El Señor dijó: «Supongamos que uno de ustedes tiene un servidor para arar o cuidar el ganado. Cuando este regresa del campo, ¿acaso le dirá: ‘Ven pronto y siéntate a la mesa’? ¿No le dirá más bien: ‘Prepárame la cena y recógete la túnica para servirme hasta que yo haya comido y bebido, y tú comerás y beberás después’? ¿Deberá mostrarse agradecido con el servidor porque hizo lo que se le mandó? Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se les mande, digan: ‘Somos simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber’.»

Lc 17, 7-10

¡Bienvenidos a la “Catequesis”! Hoy en el evangelio Jesús nos invita a ser servidores humildes, desde el amor. ¿En qué…

Posted by Radio María Argentina on martes, 10 de noviembre de 2015

 

Servidores humildes

El Evangelio de hoy presenta una enseñanza de humildad, pero que está estrechamente ligada a la fe. Jesús nos invita a ser humildes y pone el ejemplo de un siervo que ha trabajado en el campo. Cuando regresa a casa, después de un día de sol, de esfuerzo y de lucha contra la tierra, el patrón le pide que trabaje más. Según la mentalidad del tiempo de Jesús, el patrón tenía pleno derecho a hacerlo. El siervo debía al patrón una disponibilidad completa, y el patrón no se sentía obligado hacia él por haber cumplido las órdenes recibidas. Jesús nos hace tomar conciencia de que, frente a Dios, nos encontramos en una situación semejante: somos siervos de Dios; no somos acreedores frente a él, sino que somos siempre deudores, porque a él le debemos todo, porque todo es un don suyo. El corazón del discípulo tiene que estar siempre dispuesto a más. Ignacio de Loyola plantea así le seguimiento de Jesús, de más tras más. El corazón del discípulo va tras el más no desde la autoexigencia sino desde el amor.

En el evangelio, el servicio del más, sin importar las preocupaciones y el cansancio, nace de un deseo grande que sólo viene de un amor, de modo que el yugo es suave y ligero. Sino la exigencia del más es una sobrecarga que no tiene que ver con el evangelio, sino más con esta actitud del deber ser. Así la carga es suave y liviana, e incluso, cruz con gusto. Por ejemplo, en el caso del P. Pio y de Santa Teresita, quienes la tarea de llevar la carga pesada, a los ojos humanos y el encuentro de las dificultades de estar asociados a la Pascua de Jesús, es la dulce experiencia del encuentro vivo con el Crucificado. El servidor humilde del evangelio de hoy es el que más desea y el que crece del más tras más como deseo grande que pone el amor como mandato en la caridad.

El cansancio y el agobio aparecen cuando llevamos un sobrepeso sobre nosotros, y eso viene de cuando lo mandado y exigido no tiene tanto valor, nos ocupa el tiempo, nos trae una remuneración, nos da la satisfacción de ver que materialmente crecemos junto a la familia, y eso está bueno, pero cuando uno se para frente a ello dice ¿y qué más?. Si uno sólo vive en la carrera del tener y del bienestar, se da cuenta que algo falta.

La sociedad actual tiene sus reglas y mandatos y nos exige ciertos parámetros para pertenecer, entonces se es y se pertenece conforme a cuánto se tenga. Así existen las diferentes clases sociales, y se ubica a las personas en el mercado en función de cuánto tiene. No es el valor de la virtud, lo que en el alma más nos hace ser nosotros mismos, ni el valor de la propia identidad e historia, sino que todo queda en el círculo del tener para el bienestar. No hay trascendencia. Ciertamente allí uno se da cuenta que tener mucho ayuda pero muchas veces dificulta también. Por ahí la fantasía que nos mete la sociedad de consumo a quienes no tenemos la posibilidad de tener mucho que no somos tan felices sin tener tanto. Todo limita al corazón humano en la posibilidad que tiene de amar y trascender. La vida se nos vuelve pesada cuando el horizonte de nuestra vida está el trabajar para más tener, y así descansar, para después seguir trabajando. Entonces aparecen casas grandes donde viven 2 personas. ¿Para qué tanto?.

La sociedad tiende a meternos en un lugar de ausencia del más, o en todo caso reduce ese más al poseer que agota a la persona en la dimensión del espíritu que es la trascendencia. Sólo cuando sentimos en lo más hondo del corazón que estamos para volar y no para andar picoteando las sobras que otros nos tiran, sólo ahí encontramos el sentido grande a la vida, incluso poseyendo que no está mal, pero sí es peligroso si orientamos todo así. En la ambición de tener para sí se esconde un bicho muy peligrosos que lo va oxidando todo que es el acumular. Es mentira la teoría capitalista del derrame del vaso, porque no se da cuenta de cuánto la ambición agranda el vaso para tener más y nunca termina por derramarse.

No es en la lógica del derrame donde está la lógica del compartir, sino sólo en el partir y repartir. Como Zaqueo, “baja pronto porque esta noche tengo que alojarme en tu casa”. Y es allí donde Zaqueo, tras partir el pan con Jesús, que él decide repartir sus bienes. Para multiplicar, que es la única lógica que sabe Jesús, sólo hay que partir y dar. Ojalá hoy podamos compartir esa lógica desde el evangelio, donde el discípulo se da, y se hace servidor, no del Maestro, sino como el maestro.

Si hacemos cada día la voluntad de Dios, con humildad, sin pretender nada de él, será Jesús mismo quien nos sirva, quien nos ayude, quien nos anime, quien nos dé fuerza y serenidad.

 

Servir (2)

 

El verdadero servicio nace del encuentro con Jesús

Existe una anécdota de la Madre Teresa de Calcuta que en una conversación con una persona, al conocer detalles de su servicio le dijo “Yo no haría esto ni por un millón de dolares” a lo que la Madre respondió “Yo tampoco”. Este es un ejemplo claro de una mujer que tenía bien claro cual es la verdadera ganancia del servicio: Dios.

¿Cómo sostener una obra de tanto peso en el mundo dónde tantas personas en situación muy grave llegaba a buscar refugio y  ala vez hacerlo con una sonrisa? Cuál es el secreto en el que grandes hombres y mujeres lo entregan todo. El secreto está en el amor. Grandes obras pueden hacerse, pero lo más importante son los gestos hechos con amor que las grandes obras. El Señor quiere entregas sencillas, cotidianas, en cada momento de la vida con la hondura y la intensidad del amor con la que Él quiere que vayamos para adelante. Ojalá hoy puedas encontrar el lugar donde hacer ofrenda de tu vida. Que sea la razón del amor tu gran razón, la que nos ofrece Jesús.

Pero ésta certeza solo nace de un corazón que conoce a Jesús, que se ha encontrado verdaderamente con la persona de Jesús, que lo ha tocado en la carne de los más débiles. De ésta experiencia nace la real motivación para el bien obrar, de poder hace el bien sin mirar a quien. Es nuestro obrar que no busca el mérito propio ni la paga. Lo que mueve al corazón a entregarse viene de esta experiencia de redención. Cuando todo es nada frente a la presencia totalizante de Dios. ¿Qué amor es ese que no siente la necesidad de hablar del ser amado?

 

El encuentro personal con el amor de Jesús que nos salva

Dice el Papa Francisco en la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium en el nro 264:

La primera motivación para evangelizar es el amor de Jesús que hemos recibido, esa experiencia de ser salvados por Él que nos mueve a amarlo siempre más. Pero ¿qué amor es ese que no siente la necesidad de  hablar del ser amado, de mostrarlo, de hacerlo conocer? Si no sentimos el intenso deseo de comunicarlo, necesitamos detenernos en oración para pedirle a Él que vuelva a cautivarnos. Nos hace falta clamar cada día, pedir su gracia para que nos abra el corazón frío y sacuda nuestra vida tibia y superficial. Puestos ante Él con el corazón abierto, dejando que Él nos  contemple, reconocemos esa mirada de amor que descubrió Natanael el día que Jesús se hizo presente y le dijo: «Cuando estabas debajo de la higuera, te vi» (Jn 1,48).

¡Qué dulce es estar frente a un crucifijo, o de rodillas delante del Santísimo, y simplemente ser ante sus ojos! ¡Cuánto bien nos hace dejar que Él vuelva a tocar nuestra existencia y nos lance a comunicar su vida nueva! Entonces, lo que ocurre es que, en definitiva, «lo que hemos visto y oído es lo que anunciamos» (1 Jn 1,3). La mejor motivación para decidirse a comunicar el Evangelio es contemplarlo con amor, es detenerse en sus páginas y leerlo con el corazón. Si lo abordamos de esa manera, su belleza nos asombra, vuelve a cautivarnos una y otra vez. Para eso urge recobrar un espíritu contemplativo, que nos permita redescubrir cada día que somos depositarios de un bien que humaniza, que ayuda a llevar una vida nueva. No hay nada mejor para transmitir a los demás.

 

Ésta entrega de amor, sólo es posible descubriendo que nada es suficiente y que todo es nada frente a la presencia del amor que nos trae Jesús. Esta es una lógica de un amor distinto donde la vida se hace ofrenda y donde el más que se nos pide es casi una necesidad.

Sólo quien está enamorado, sólo él puede hacer el anuncio de quien se sabe rescatado y amado, profundamente justificado, invitado a crecer y madurar, entonces invita a otros por ese camino. Entonces lo que ocurre es que “lo que hemos visto y oído anunciamos”. No es el anuncio de alguien a quien le contaron algo de otro. Hasta que no encontramos esta lógica que trasciende toda lógica se hace muy difícil encontrar el más que nos invita a recorrer Jesús.

A través nuestro Dios está haciendo el bien a nuestros hermanos, somos simples servidores. No hemos hecho nada más que cumplir con lo que tenemos que hacer.  No dejemos de tener en cuenta que el servicio también siempre trae una realidad de cruz. Tal vez por la incomprensión, por aquellas que no salen como uno lo esperaba. La cruz forma parte del servicio y la recompensa es Dios, no podemos pretender otra cosa. Hacer bien lo que tenemos que hacer es una recompensa en sí misma.

 

Padre Javier Soteras