El don de la gratuidad

viernes, 17 de junio de 2011
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El don de la gratuidad

 

 

Jesús comenzó a recriminar a aquellas ciudades donde había realizado más milagros, porque no se habían convertido.” ¡Ay de ti Corozaín! ¡Ay de ti Betsaída! Porque si los milagros realizados entre ustedes los hubiera hecho en Tiro y Sidón, hace tiempo que se habrían convertido poniéndose cilicio y cubriéndose con ceniza. Yo les aseguro que, en el día del Juicio, Tiro y Sidón, serán tratadas menos rigurosamente que ustedes. ¿Tú Cafarnaúm, acaso crees que serás elevada hasta el cielo? No, serás precipitada hasta el infierno. Porque si los milagros realizados en ti se hubieran hecho en Sodoma, esa ciudad aún existiría. Yo le aseguro que, en el día del Juicio. La tierra de Sodoma será tratada menos rigurosamente que tú”.

 

                                                                                                Mateo 11,20-24

 

Una traba que está en el corazón de un corazón agradecido, es la insatisfacción. Esto se supera por un don del Espíritu.

 

Es una gracia el don de la gratuidad, es un fenómeno raro, encontrar hoy este don entre la gente, porque en general buscamos reivindicar hasta el límite de lo exagerado, la auto justificación y tenemos la impresión de que no hemos recibido en el fondo nada, lo suficientemente importante, como para que nuestra expresión sea, gracias. Sino que todo lo hemos conseguido prácticamente sólo con nuestro esfuerzo, con nuestra industria, con nuestra dedicación. Allí nos pone la sociedad del progreso, que además nos vincula al consumo sin límite, a las necesidades sin límites. Una sociedad que ha identificado el hedonismo con la felicidad y se ha equivocado en el camino de elegir el don de la posesión material, como la manera de la satisfacción, de sus necesidades más importantes y entonces ser y tener es lo mismo, y el que tiene quiere tener más, no se conforma, en el fondo se hace ingrato.

Pascal Broker, filósofo francés, describe al hombre actual como un bebé gigante, con exigencias desmedidas a la sociedad, cree que nunca recibe bastante y siempre son otros los culpables de que nos vaya de todo como nos va, porque no nos dan lo que necesitamos para vivir, entonces estamos en la permanente insatisfacción. Hay como una lógica a la insatisfacción y el corazón mismo de la insatisfacción es la incapacidad de gratitud que hay en nosotros. El corazón se va haciendo duro, donde no nos vamos con un corazón de libertad en agradecimiento, terminamos por encerrarnos en nosotros mismos. Y nos vamos como incapacitando para la apertura, para la gratuidad ante la vida, con todo lo que ello tiene para ofrecernos de la vida misma. La gracia de la gratitud quiere traernos una nueva actitud frente a la vida. Es una moción del Espíritu el don de la gratitud. De la gratitud frente a lo recibido y quiere enseñarnos a mirarlo todo con ojos nuevos, con los ojos de lo dado, de lo entregado que puede ser ofrecido. Podemos mirar agradecido un nuevo día que se nos da, levantarnos sanos, ver salir el sol, ver despertar el día, como no hacerlo con el don del corazón ensanchado, por lo recibido, por el aire que respiramos, por los buenos dones con lo que nos bendice Dios, en lo natural y en lo sobrenatural. Vivir más concientemente la gratitud ensancha y agranda el alma. El corazón nos dispone en una actitud positiva, no está fijado a cosas que te podrían irritar. Es bueno dar gracias, es bueno abrirse a la gratitud. No empecemos la mañana con mala onda, con mal humor, por el tiempo, por el frío, por las frustraciones de fin de semana, o que la leche se quemó porque nos olvidamos del fuego, porque nos amagamos desde temprano en la vida porque nos despertamos con un ojo negativo, porque la noticia que escuchamos esta mañana no nos gustó y la verdad que nos dispuso mal, no nos dimos cuenta pero era eso lo que nos tenía mal parados. Así como abrimos la ventana de nuestra propia casa para darle cabida a la luz y al sol que calienta nuestro hogar, así también abramos la ventana del alma a la presencia de Dios que se nos ofrece y se nos regala grande, con gratitud y respondamos en esa misma medida con un corazón agradecido.

 

Nos hacemos agradecidos ante la vida como don

 

Si nos ponemos a pensar nos vamos a reconocer agradecido de todo lo que nos fue dado en la vida, aún aquellos golpes que podemos haber recibido de los que tantas veces nos quejamos. Casi siempre algún porrazo en la vida nos deja un aprendizaje cuando nos damos la oportunidad para reflexionar sobre lo ocurrido. Perdimos un ser querido, perdimos un trabajo, sufrimos una enfermedad, hay una crisis profunda en el corazón, hay una dificultad dura de resolver en los vínculos de las relaciones. Realmente el dolor humano cuando es asumido es una gran escuela. Tanto que Jesús armó su escuela discipular a partir de este eje en la curricula del ejercicio de su magisterio. El que quiera aprender viniendo detrás de mí, que cargue con su cruz, dice el Maestro. Por eso aún y yo diría particularmente lo más duro tiene que ser agradecido. Cuando hacemos ese ejercicio de agradecimiento desde los lugares más difíciles de la vida, el corazón se hace aún más grande. Puede ser motivo de gratitud, más que eso diría yo, ese lugar donde si aprendemos a decir gracias todo comienza a ser en la vida una gran acción de gracias.

 

La sanidad brota de un corazón en agradecimiento

 

Estamos intentando ponerte en este lugar de dar gracias, tratar de ubicarnos y ubicarte en este lugar donde rompemos con la dureza del corazón, con la coraza que ha creado una sociedad de consumo en donde todo tiene precio, tu vida no lo tiene, nuestros vínculos tampoco. Este don maravilloso de hacer obra de evangelización en Argentina, tampoco tiene precio. Por eso cuando analizamos las cosas importantes de la vida nos damos cuenta que no valen económicamente, que no tienen precio y en ese punto nos corremos del lugar dónde en la sociedad de consumo parece que todo está marcado por ese signo. Para nosotros la verdad que en libertad nos expresamos diciendo que no tiene precio los dones que Dios nos regala, en todo caso, si hay alguien que pagó por todos nosotros fue el que canceló todas las deudas, Jesús, cuando entregó su vida por nosotros.

A veces en la búsqueda del agradecimiento en la vida, no terminamos de encontrar el gran motivo por el cual podemos dar gracias, ahora cuando encontramos una gran razón para dar gracias sea cual sea, las desgracias, los malos momentos, también entran por esta corriente y todo queda bañado de un corazón que se eleva a lo alto y lejos de la queja lo ve todo con los propio que trae la acción de gracias, esto es, la luz propia que nos ofrece la gratuidad, con la bondad propia que nos trae un corazón agradecido, con la cordialidad propia con la que nos podemos relacionar a todo lo que nos rodea en nuestra vida que es lo que nos hace sanos en nuestros vínculos. Justamente está comprobado que una persona es sana en lo más profundo de su ser y en todo lo que hace a su existencia integralmente entendida, cuando en su relación con todo lo que hace a la vida, en los ámbitos diversos a donde la vida se va relacionando, tiene un trato de cordialidad, es decir fluye el acontecer en medio de la circunstancia. Es la vinculación cordial con la realidad la que nos determina ese grado de sanidad con la que Dios nos quiere. Cuando uno obra en actitud de gratuidad, en lo más hondo de su ser, aún todo lo duro y difícil puede ser una ocasión para dar gracias porque como decíamos, si la cruz que representa el dolor, la enfermedad, las pérdidas, las crisis, es un camino por donde Dios nos lleva tantas veces para formarnos y educarnos, para fortalecernos, y para sostenernos en aquel lugar donde nos hace plenamente hijos que es en la confianza, cómo no dar gracias también por todo lo que aparentemente esconde maldad para nosotros. En realidad detrás de todo lo duro y difícil hay un motivo de gracia con la que Dios se comunica a nosotros.

Jesús de alguna manera invita a esto cuando dice ¡Ay de ti Corozaín! ¡Ay de ti Betsaída! Si lo que yo hice en ti, lo hubiera hecho en otros se hubieran convertido. Cuantas cosas Dios oró en nuestras vidas por las cuales nos sobran motivos para dar gracias, lo que pasa es que están por ahí olvidadas, no las tenemos tan frescas, no surgen tan rápidamente en la conciencia. A veces los golpes que vamos recibiendo en lo cotidiano, y la velocidad con la que vivimos no nos dan tiempo para vivir desde ese lugar donde la vida se hace realmente futuro en el presente. No mañana, sino hoy es esperanza, hoy es tiempo de vivirla en plenitud cuando el recuerdo de lo bello que Dios nos sembró en el corazón y de los recuerdos más hermosos que Dios puso en nuestra propia historia se abre al presente con esa certeza de que nos ama, nos amó y nos amará siempre. Por eso decimos se hace falta meter la mano en el baúl de los recuerdos y sacar de allí el gran acontecimiento por el cual tu vida valió la pena ser vivida y a partir de lo cual digites es en torno a esto que todo comenzó a reconstruirse y armarse y empezó a tener sentido, y todo el sentido de la vida se descubrió detrás de aquel acontecimiento gratuito, ante el cual no hay mas que agradecer, sorprendido y con la apertura vital a todo lo que vendrá. Cuando el corazón es agradecido, el alma se ensancha, cuando no, el alma se encierra.

Corozaín, Betsaída, son ciudades que se cerraron a la visita de Dios. No tenían dentro suyo la lógica de la gratuidad. Habían perdido el don de la relación, de la familiaridad con Dios que los visitaba. El que habían recibido tantos dones y no lo podían recordar.

Hay que superar la amnesia, la incapacidad de recordar a partir de un don de gracia que nos permite meter la mano en el baúl de los recuerdos y encontrar allí, algún motivo.

 

                                                                                    Padre Javier Soteras