El verdadero servicio

martes, 11 de noviembre de 2014
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11/11/2014 – En el día de San Martin de Turs compartimos la catequesis del día junto al padre Daniel Cavallo, desde San Francisco – Córdoba
El Señor dijó: “Supongamos que uno de ustedes tiene un servidor para arar o cuidar el ganado. Cuando este regresa del campo, ¿acaso le dirá: ‘Ven pronto y siéntate a la mesa’? ¿No le dirá más bien: ‘Prepárame la cena y recógete la túnica para servirme hasta que yo haya comido y bebido, y tú comerás y beberás después’? ¿Deberá mostrarse agradecido con el servidor porque hizo lo que se le mandó?

Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se les mande, digan: ‘Somos simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber’.”

Lc 17, 7 -10

Hermosa palabra que la providencia nos regala para poder compartirla en nuestra catequesis. Es la palabra que ilunmina tanto nuestras obras, que pone en evidencia cuales son nuestras verdaderas intenciones. Tal vez tengamos el corazón lleno de servicio pero debemos rectificar nuestras intenciones no sea que sin hacerlo consciente, nuestro servicio este motivado más por el sueldo de nuestro que por el servicio en sí.

Jesús utiliza el ejemplo del esclavo para enseñarnos a tener una actitud un poco más profunda en el servicio y para poder abandonarnos en la voluntad de Dios . Nos hace ver que el mérito es de Dios no nuestro. Él nos infunde y nos ayuda en nuestro bien obrar. La invitación de Dios nos lleva a dejar toda nuestra vida y nuestro dar en sus manos y así experiemtnar que Él es el verdadero salario de nuestra entrega.

Jesús nos dice “Cuando ustedes hayan hecho bien todo lo mandado digan, ‘somos simples servidores, hemos hecho lo que teníamos que hacer’”. Jesús nos invita a hacer el bien y a hacerlo bien. Ésta consigna nos puede parecer muy simple y pequeñna, sin embargo tiene una grandeza enorme. Hoy tenemos que decirlo con mucha fuerza: es bueno hacer el bien y hacer bien lo que se debe hacer. Lametablemente nos hemos acostumbrado a la mediocricad. Estamos viviendo en una cultura light, en donde solo importa que me sienta bien. Nos hemos acostumbrados a tener una mirada chata, cabisbaja en donde no está bien visto sobresalir por hacer las cosas bien, transmitiendo valores como la respondabilidad. Hoy cuando querés hace las cosas bien en lo que te toca: el trabajo, el estudio, la familia, te chocas con la ironía del resto.

Estamos llamados a una continua revisión de nuestros actos en el servicio para poder superarnos en actitudes concretas, no solo en deseos porque allí está el camino de la perfección. Es ayudarme a vivir este porceso en donde superándome vivo el camino de la santidad. Porque ¿en qué consiste la santidad? Consiste en hacer extraordinariamente bien las cosas pequeñas como decía Santa Teresita. Cuando vivo en lo pequeño el deseo de dar lo mejor de mí en el servicio, esto tiene un alcance de santidad.

Nosotros hacemos las cosas por la invitación que el amor de Dios nos trae para hacer el bien obrar. Hacer el bien sin mirar a quien es el modo en donde se refleja que nuestro servicio no está marcado por el sueldo.

La deuda de Dios

Pensando en nuestra realidad humana, tenemos una visión limitada y a veces nos confundimos porque perdemos la verdadera dimensión de las cosas. Debemos tener en claro y recordar que nuestra actitud frente al Señor debe ser de agradecimiento.

San Agustín decía: “Si nosotros solo pensaramos en un instante estar o pretender estar liberados de la providencia de Dios, caeríamos secos como una hoja de otoño. Si Dios dejara de actuar con su poder caeríamos secos al instante.”

Muchas veces nos movemos con Dios como si nosotros, con nuestro servicio, le estuvieramos haciendo un favor a Dios o pensamos cosas como “pobre Dios, si no me tuviera a mi haciendo ésta tarea, ésta obra”. Si esto nos sucede, lo tenemos que purificar porque Dios no está a nuestro servicio por lo que nosotros le damos.

Para darnos un ejemplo de esto Jesús se arrodilló ante los discípulos y les lavó los pies. También nos dijo “Aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón”.Ésta imagen nos muestra el verdadero testimonio de Jesús que hoy grita al mundo la importancia de lo que seignifica el servicio humilde. Nos puede ayudar también pensar en esos santos que, al parecer sus vidas fueron insignificantes, simples pero de total servicio confiando en que Dios obraba a través de ellos. Que bien nos hacen sus testimonios. Ellos no nivelaron para abajo sino que sobresalieron siguiendo la fuerza del Espíritu que los hacia obrar el bien sabiendo que la paga era Dios mismo.

Para reflexionar en torno a la certeza de que dependemos del auxilio del Dios, nos viene bien reflexionar en torno a los números 2007/2008 del Catecismo de la Iglesia:

2007 Frente a Dios no hay, en el sentido de un derecho estricto, mérito por parte del hombre. Entre Él y nosotros, la desigualdad no tiene medida, porque nosotros lo hemos recibido todo de Él, nuestro Creador.

2008 El mérito del hombre ante Dios en la vida cristiana proviene de que Dios ha dispuesto libremente asociar al hombre a la obra de su gracia. La acción paternal de Dios es lo primero, en cuanto que Él impulsa, y el libre obrar del hombre es lo segundo, en cuanto que éste colabora, de suerte que los méritos de las obras buenas deben atribuirse a la gracia de Dios en primer lugar, y al fiel, seguidamente. Por otra parte, el mérito del hombre recae también en Dios, pues sus buenas acciones proceden, en Cristo, de las gracias prevenientes y de los auxilios del Espíritu Santo.
Repasar esto es bueno porque nos ayuda a purificar nuestro obrar. Sobre todo cuando estamos bajoneados por cosas que nos pasan y pareciera que esto nos lleva a sentirnos cansamos de hacer el bien. Es ahí en donde le tenemos que pedir al Espíritu Santo que nos ayude a recuperar el fervor en el servicio.

Ante el paso del nuevo milenio, San Juan Pablo II nos hacia un resumen de como preparando para este acontecimiento: “Con actitud agradecida sobre el pasado. Pasión para vivir el presente y la esperanza para poner el futuro en sus manos.” Vivir con pasión el presente, que quiere decir tener el fervor en el obrar y la recta intención en hacer el bien, liberados de los prejuicios del que dirán.

 

Dios mi única recompensa

Es absurdo pensar en que un hijo le pida a su padre recompensa por obrar bien, por hacer lo que tiene que hacer. Lo mismo para con nuestro Padre Dios.

La recompensa esta asegurada, Dios no es injusto con nadie. El evangelio de hoy nos permite tener una ocasión para examinar nuestra motivación: ¿Es el amor gratuito hacia Dios y hacia mis hermanos lo que me impulsa al servicio? ¿O necesitamos una conversión profunda para llevar una vida digna de hijos de Cristo? ¿O por el contrario sigo sosteniendo que Dios tiene una deuda conmigo porque soy una buena persona y no me da lo que le pido y necesito? ¿Actúo como ese niño caprichoso que ante la negativa de Dios sale dando un portazo, dejar todo y marcharme lejos?

Si ésta última es mi actitud debemos tener en claro que necesitamos de una verdadera conversión pastoral

No podemos exigir más que ser tratados como sus humildes servidores y este es nuestro título de gloria.

El siguiente himno de las vísperas de la liturgia de las horas puede ayudarnos a ubicarnos en el lugar de servidor humilde:

Hora de la tarde,
fin de las labores.
Amo de las viñas,
paga los trabajos
de tus viñadores.

Al romper el día,
nos apalabraste.
Cuidamos tu viña
del alba a la tarde.
Ahora que nos pagas,
nos lo das de balde,
que a jornal de gloria
no hay trabajo grande.

Das al vespertino
lo que al mañanero.
Son tuyas las horas
y tuyo el viñedo.
A lo que sembramos
dale crecimiento.
Tú que eres la viña,
cuida los sarmientos.

Lo mejor que nos puede pasar es sabernos y sentirnos servidores de Dios. Saber que no hice más que lo que tenía que hacer y Dios hará de esto el bien para su gloria y reino

El verdadero servicio nace del encuentro con Jesús

Existe una anécdota de la Madre Teresa de Calcuta que en una conversación con una persona, al conocer detalles de su servicio le dijo “Yo no haría esto ni por un millón de dolares” a lo que la Madre respondió “Yo tampoco”. Este es un ejemplo claro de una mujer que tenía bien claro cual es la verdadera ganancia del servicio: Dios.

Pero ésta certeza solo nace de un corazón que conoce a Jesús, que se ha encontrado verdaderamente con la persona de Jesús, que lo ha tocado en la carne de los más débiles. De ésta experiencia nace la real motivación para el bien obrar, de poder hace el bien sin mirar a quien. Es nuestro obrar que no busca el mérito propio ni la paga.
Dice el Papa Francisco en la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium en el nro 264:

 

El encuentro personal con el amor de Jesús que nos salva

La primera motivación para evangelizar es el amor de Jesús que hemos recibido, esa experiencia de ser salvados por Él que nos mueve a amarlo siempre más. Pero ¿qué amor es ese que no siente la necesidad de  hablar del ser amado, de mostrarlo, de hacerlo conocer? Si no sentimos el intenso deseo de comunicarlo, necesitamos detenernos en oración para pedirle a Él que vuelva a cautivarnos. Nos hace falta clamar cada día, pedir su gracia para que nos abra el corazón frío y sacuda nuestra vida tibia y superficial. Puestos ante Él con el corazón abierto, dejando que Él nos  contemple, reconocemos esa mirada de amor que descubrió Natanael el día
que Jesús se hizo presente y le dijo: «Cuando estabas debajo de la higuera, te vi» (Jn 1,48).

¡Qué dulce es estar frente a un crucifijo, o de rodillas delante del Santísimo, y simplemente ser ante sus ojos! ¡Cuánto bien nos hace dejar que Él vuelva a tocar nuestra existencia y nos lance a comunicar su vida nueva! Entonces, lo que ocurre es que, en definitiva, «lo que hemos visto y oído es lo que anunciamos» (1 Jn 1,3). La mejor motivación para decidirse a comunicar el Evangelio es contemplarlo con
amor, es detenerse en sus páginas y leerlo con el corazón. Si lo abordamos de esa manera, su belleza nos asombra, vuelve a cautivarnos una y otra vez. Para eso urge recobrar un espíritu contemplativo, que nos permita redescubrir cada día que somos depositarios de un bien que humaniza, que ayuda a llevar una vida nueva. No hay nada mejor para transmitir a los demás.

 

A través nuestro Él está haciendo el bien a nuestros hermanos, somos simples servidores. No hemos hecho nada más que cumplir con lo que tenemos que hacer.

No dejemos de tener en cuenta que el servicio también siempre trae una realidad de cruz. Tal vez por la incomprensión, por aquellas que no salen como uno lo esperaba. La cruz forma parte del servicio y la recompensa es Dios, no podemos prentender otra cosa.

Hacer bien lo que tenemos que hacer es una recompensa en sí misma.

Padre Daniel Cavallo