Hoy, en las manos de Jesús, todos nuestros deseos y anhelos

jueves, 12 de febrero de 2015
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12/02/2015 – Junto al padre Javier Soteras, desde Calmayo – Córdoba compartimos la catequesis del día:

Después Jesús partió de allí y fue a la región de Tiro. Entró en una casa y no quiso que nadie lo supiera, pero no pudo permanecer oculto.  En seguida una mujer cuya hija estaba poseída por un espíritu impuro, oyó hablar de él y fue a postrarse a sus pies.

Esta mujer, que era pagana y de origen sirofenicio, le pidió que expulsara de su hija al demonio. El le respondió: “Deja que antes se sacien los hijos; no está bien tomar el pan de los hijos para tirárselo a los cachorros”. Pero ella le respondió: “Es verdad, Señor, pero los cachorros, debajo de la mesa, comen las migajas que dejan caer los hijos”.

Entonces él le dijo: “A causa de lo que has dicho, puedes irte: el demonio ha salido de tu hija”.
Ella regresó a su casa y encontró a la niña acostada en la cama y liberada del demonio.

Mc 7,24-30.

La oración es escuela de fe y de esperanza. Tal vez este es uno de los rasgos que nos revela, una vez más, el evangelio. La mujer cuando recibe una respuesta que parece terminar con toda esperanza, no desiste, insite. En actitud humilde y confiada permanece en su petición, en su sencillez y su humildad. Le basta poco, le bastan las migas, le basta sólo una mirada, una palabra buena del Hijo de Dios.Y Jesús queda admirado por su respuesta de fe tan grande y le dice: “¡Qué se cumpla tu deseo!”.

En esta mañana todos nuestros deseos más hondos, esos que hay en nuestro corazón, queremos ponerlos con mucha sencillez en las manos del Señor. Con la certeza absoluta de que ya han sido concedidos. “Crean que todo lo que pidan al Padre en mi nombre Él se los va a conceder”.

En las manos de Jesús todos nuestros deseos y anhelos en ésta mañana.

La oración nos expone a la mirada de Dios

 

“Que se cumpla tu deseo” le dice Jesús a la mujer. También nosotros estamos llamados a esto, a tener fe, confianza, a gritarle al Señor “Danos la fe.Ayudanos a encontrar el camino.”

Hay situaciones en la vida, en el corazón en las que estamos como atados en las dificultades que no nos permiten ver la presencia de Dios que viene a liberar lo que no nos deja ir mucho más alla de lo que hasta aquí hemos encontrado. Nuestra vida es realmente un gan misterio, no a los ojos de Dios pero sí muchas veces a los nuestros. Esto se va develando cuando el Señor va ocupando el lugar del centro.

La fe nos abre al conocimiento de Jesús y también de nosotros mismos. Es gracias a la Palabra, a la que adherimos con confianza, que se hace reveladora de los misterios que se encuentran en nuestros corazón.

La persona que ora nunca está totalmente sola, porque Dios es el único que, en toda situación y en cualquier prueba, siempre puede escucharla y prestarle ayuda. Con la perseverancia en la oración, el Señor aumenta nuestro deseo y dilata nuestra alma, haciéndonos más capaces de acogerlo en nosotros. Por tanto, el modo correcto de orar es un proceso de purificación interior. Debemos exponernos a la mirada de Dios, a Dios mismo; así, a la luz del rostro de Dios caen las mentiras y las hipocresías. Este exponerse en la oración al rostro de Dios es realmente una purificación que nos renueva, nos libera y nos abre no sólo a Dios, sino también a nuestros hermanos. Por consiguiente, es lo opuesto a evadirnos de nuestras responsabilidades con respecto al prójimo. Al contrario, en la oración aprendemos a tener el mundo abierto a Dios y a ser ministros de la esperanza para los demás, porque hablando con Dios vemos a toda la comunidad de la Iglesia, a la comunidad humana, a todos nuestros hermanos; así aprendemos la responsabilidad con respecto a los demás y también la esperanza de que Dios nos ayuda en nuestro camino. » (Homilía del Papa Benedicto XVI, Basílica de San Juan de Letrán, 9 de junio de 2008)

Al abrirnos a la oración vemos como se va poblando de rostros. Sacando lo mejor de nosotros mismos; revelando a los demás esas señales de esperanza que otros necesitan en el camino.

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Esto que soy, esto te doy

 

¿Cuales son los deseos que hay en tu corazón y sentís la invitación de dejarlos en Jesús con la certeza de que la gracia ya está derramada?

Jesús entra a las casas. Da igual de quien sean. Lo único que importa es que estén dispuestos a recibirle. El se desplazaba predicando, enseñando y curando, cumpliendo la Voluntad del Padre. Se llega hasta donde vos estás y vos, con actitud humilde y sencilla, desde lo más hondo de tus deseos no cumplidos te presentas ante Él. Desde ese lugar, pedimos para que el Señor nos responda y traiga Su buena voluntad, el querer del Padre. Para que aquello que hoy parece imposible, sea posible.

Él siempre esta dispuesto a curarnos, a devolvernos la alegría, la plenitud de nuestra vida. Solo quiere que creamos para ver como los demonios, los malos espíritus que atentan con nuestra vida son vencidos y desaparecen.

Podemos ver que muchos de los casos, sino en todos los destacados, la gente es curada por su fe. Esta es pues la condición previa imprescindible. Todo lo demás, es secundario e incluso anecdótico. No importa de dónde vienen, ni como llegan a él. Tampoco importa su padecimiento o dolencia en particular, cualquiera que sea, Jesús la sanará. En muchos casos, basta con tocar su manto y en otros, como en este, ni si quiera el afectado se encuentra en presencia de Jesús, es la madre la que va a implorar; es la madre la que va a pedir. De la niña no sabemos nada más que se curó, conforme lo había pedido esta mujer, que encima era pagana.

Las categorías de Jesús son distintas a las nuestras. El no anda poniendo reparos de edad, sexo, condición social, raza o credo. El ve al fondo del corazón y lo que le importa es la fe. Ese poder inmenso que todos llevamos en nuestro interior y que somos capaces de desplegar cuando realmente creemos, con todo nuestro ser. No basta decir Señor, Señor, hay que vivir cumpliendo la Voluntad del Padre, aquella que Jesús nos viene a revelar.

Él ve el fondo de nuestro corazón y lo que le importa es que la persona se deje ver y desde ahi, iluminados por su luz, descubiertas nuestras falencias y fragilidades, nos encuentre aceptándonos como somos. Con lo poquito que le ofrecemos y tenemos, puesto en Sus manos Él puede obrar con poder.

Es el ejemplo de las bodas de Caná “¿Qué hay? ¿Qué tienen para que no se termine la alegría, la fiesta? Nada, solo mucha agua.”

¿Qué encuentra en la mujer sirofenicia? Mucho amor, mucha confianza. Lo poquito se hace mucho cuando esta puesto definitivamente en las manos del Señor.

Por eso nosotros queremos desde la sencillez y humildad, ponernos de rodillas y entregarle nuestros deseos más hondos al Señor pidiendo que obre con poder.

Padre Javier Soteras