La akedia: una vagabunda inquietud del espíritu

viernes, 3 de noviembre de 2006
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¿Con quién podré comparar a ésta generación? Se parece a los chiquillos que sentados en las plazas se gritan unos a otros diciendo: les hemos tocado la flauta y no han bailado, les hemos entonado valses y no han hecho lamento
Mateo 11, 16 – 17

El tema de trabajo de hoy, desde una propuesta de Anselm Grün en “Armonía Interior, un camino posible” es “La akedia”.  La akedia en término griego es la inquietud interior, es la figura que nos pone en disconformidad con todo. Justamente aquello que Jesús dice de algunos hombres de su tiempo en el Evangelio arriba anunciado. El texto sigue diciendo que a Juan lo trataban de borracho y a Jesús de comilón, que en realidad siempre hay algo que criticar y que no hay nada que le venga bien, como nos pasa a veces a nosotros cuando, inquietos interiormente, no encontramos un lugar de descanso, de reposo, un lugar aquí en dónde veo que la vida vale la pena ser vivida. La akedia es esa inquietud interior que hace que no encontremos quietud ni descanso en ningún lugar. Eubragius Pónticus dice que es el peor demonio que destruye interiormente el corazón del hombre y de la mujer de todo tiempo. La akedia es ésta incapacidad de estar en el instante de aceptar lo que sucede en ese tiempo. Hay una forma muy particular con la que Eubragius define ésta situación. El relata con bastante humor la historia de un monje atacado por ésta acción del mal que llamamos akedia. Cuenta Eubragius: -“ El monje está sentado en su celda pero no soporta estar allí, constantemente mira por la ventana para ver si hay alguien que venga a visitarlo. Blasfema a los insensibles cofrades que también hoy piensan en él. Luego mira hacia el cielo para ver si pronto no es ya hora de comer. Se revela frente a Dios por hacer avanzar el sol tan lentamente en ese día. Luego lee un poco en su Biblia pero se cansa y entonces prefiere echarse en la cama y adormitarse. Encuentra para descansar a la Biblia y la pone debajo de su cabeza pero como ésta es   muy dura se queja y llora. Se levanta nuevamente y se rebela frente a todos. Eubragius considera que lloriquea como un niño pequeño porque no consigue lo que quiere aunque en realidad no sabe con exactitud que es lo que quiere. Lo que dice el Evangelio hoy: -“les cantamos canciones fúnebres y no lloran, les tocamos un vals y no bailan. Es decir, hagamos lo que hagamos, a ustedes nada los conforma. Así está el corazón atacado por la acción del mal cuando lo pone en situación de disconformidad. El presente se hace insoportable y la vida es un saltar por todas partes sin un encontrar el lugar dónde verdaderamente decir: -“éste es el lugar y éste es el momento para permanecer en éste lugar disfrutando, gozando, puestos todos mis sentidos aplicados a lo que tengo que hacer, a lo que me tengo que dedicar. El corazón que está en éste estado interior de ataque busca la manera de salir. Hay formas de salir.

Antes de entrar a la forma pasaremos a describir como son los movimientos interiores que se van dando para que descubras que tanto yo como vos, en éste tiempo tan ajetreado, movido, sacudido, en la historia que vivimos, fácilmente podemos ser atacados por éste espíritu de akedia que es disconformidad con todo.

Casián denomina a la akedia como el tedio, la aversión, el fastidio. La akedia genera en el corazón del hombre el horror a permanecer en un lugar determinado. Es como una cierta aversión al lugar en el que uno se encuentra en ese instante. Es como tener hormigas en la cola, como tener un petardo en la cola, andar de acá para allá. Uno mismo por ahí se lo dice: -“pará un poquito porque es en un lugar dónde se te quiere”. Es en un lugar dónde se te quiere, es el lugar donde pasa el presente de Dios. Es el lugar a dónde la eternidad se compromete en el aquí y en el ahora. Increíblemente como en Belén dónde todo el universo se detiene para que en ese lugar sencillo, oscuro y pobre, acompañado por una mujer, un hombre, los pastores que se acercan, todo el universo para por un instante porque Dios se hizo presente en el presente de los hombres. En su eterno presente se hizo presente en aquél lugar tan particularmente sencillo que habla en el silencio, en el jadeo de un niño que ha nacido de la eternidad de un Dios que definitivamente ha puesto su morada en medio de nosotros. En realidad, el modo de terminar con la akedia es a partir de la conciencia crecida en el corazón y de la vivencia profunda en el interior de que es Dios que ha puesto su morada entre nosotros. Dios está aquí, si te lo decís qué más podes esperar. Está aquí mientras mis cosas van transcurriendo entre el trabajo en la oficina, el andar mío en la fábrica, mientras hago las cosas de la casa, mientras atiendo a los chicos, mientras ayudo con los deberes, cuando voy a hacer las compras y cuando vuelvo de allí y tengo que comenzar a lavar los pisos y a tender la cama. Dios está ahí. ¿A dónde buscarlo sino ahí?. En realidad más que buscarlo hay que dejarse encontrarlo por el Dios que va allí hasta dónde estamos para decirnos que ha venido a quedarse con nosotros y a instalarse en medio nuestro. Si esto es así, la experiencia onda del Señor es la presencia de un Dios comprometido con el presente entonces no hay necesidad de andar de aquí para allá como con hormigas en la cola que sería esa la experiencia del que está en situación de akedia. Es lo que dice el Evangelio que a ustedes nada les viene bien. Este espíritu que muchas veces nos habita interiormente hay que combatirlo.

Quisiera detenerme en los modos en los que éste espíritu de manifiesta. Casián menciona un listado de actitudes que son consecuencia de la akedia: ociosidad, somnolencia, mal humor, intranquilidad, vagabundeo, inconstancia, palabrerío, curiosidad. De ésta forma él describe acertadamente la actitud en la cuál nosotros muchas veces nos encontramos. Veremos como se vincula éste malestar generalizado con la vida ociosa, con la somnolencia, el mal humor, la intranquilidad, el vagabundeo, la inconstancia, el palabrerío, la curiosidad, que tienen que ver con este estado de inquietud interior.

Hay modos en cómo la akedia se manifiesta y expresan en medio de nosotros. Una que llama la atención es como estando uno inquieto ésta se manifiesta en la ociosidad. El ocio es bueno y saludable pero cuando hay ociosidad se da la situación de hacer las cosas pero sin poder disfrutarlas. Es como dice Marín Descalzo – “el buen ocio es saludable, una buena lectura, un buen paisaje, una buena película, un café tomado con un amigo en medio del fragor de la tarea, un ratito en medio de lo más duro hace saludable al ocio. Lo que no es bueno es la ociosidad que es como un largo bostezo, expresa este aburrimiento de no estar bien donde uno está, éste no encontrarse saludable dónde uno se encuentra, este decir ¿cuándo pasará?, esta historia de bostezo que me adormece. También es parte del espíritu “akedioso” la somnolencia que siempre aparece cuándo algo importa internamente. Cuando uno internamente está interesado por algo la fuerza de la akedia aparece trayéndonos sueño como quien se duerme en la mejor parte de la película, es ese espíritu que nos hace perder lo importante. Se nos pasa lo importante detrás de lo urgente. Ese es el mal espíritu que gana el corazón, se nos pasa lo que realmente importa detrás de lo urgente. Estamos trabajando sobre un aspecto del corazón que nos hace pasar de largo lo importante porque estamos apresurados detrás de lo urgente. El mal humor también es expresión de éste espíritu akedioso, el mal humor es una rebelión frente a todo. A veces nos pasa que estamos como peleados con la vida cuando estamos en disconformidad con todo, como si el mundo fuera en realidad un lugar tan inhabitable que la única forma de ganarse un espacio en el mundo es a los trompadones. Ese es el espíritu de enojo, esa falta de humor, ese no saberle sonreirle a la historia como viene y decir amén a lo que aparece. Es como una cierta rebeldía interior el que nos gana en el espíritu de la akedia. Denunciemos esto que nos hace tanto daño interiormente y es el peor enemigo que tenemos en el interior.

La otra cara de la akedia es la actividad exagerada, es como andar sin parar, lo que la psicología dice es la depresión encubierta que puede manifestarse a través de una enfermedad psicosomática o precisamente en un ajetreo exagerado. La inquietud no se expresa sólo en una actividad constante sino también en la incapacidad de aceptar algo con el alma, de analizar algo hasta el final, de leer el libro hasta el último capítulo, de permanecer en un tema sin hacer “zapping”. El zapping es como la manifestación masiva de la akedia. La vida es un gran picoteo de historias que no terminan de armar sino un colage donde las imágenes están todas pegadas unas con otras. Así es la desestructuración que nos genera el espíritu akedioso. No nos permite ir hacia lo profundo de algo porque hay algo que está pidiendo ansiosamente rapidez. En el fondo esconde una disconformidad interior consigo mismo y una falta de capacidad de poder estar en un lugar determinado. Así nos gana la akedia el corazón. Igualmente el palabrerío o la curiosidad, dos formas de expresión de la akedia que están ampliamente difundidas en la actualidad. Esta ansiedad que se hace oral de tantas maneras, comer desaforadamente, llenarnos de comida basura o también hablar sin para que nos ataca por momentos sin poder terminar de decir lo que queremos decir, como atiborrados de una expresión que no expresa nada, que no dice nada. Dice Grüm: -“a través del palabrerío me parece esta escondido éste espíritu de sordera que impide el encuentro con los otros, porque el que está atacado por este espíritu de disconformidad, que es la akedia, en realidad lo que le hace es no dejarlo permanecer en un lugar con alguien, con otros.

 Recorramos un camino juntos de sanidad desde la conciencia de aquél que, estemos como estemos, está en los que nos aman profundamente, en los que Dios nos regala la amistad, el compañerismo, el amor de alianza matrimonial, la vida comunitaria compartida, el trabajo hecho servicio de alabanza. Allí nos detengamos y encontremos entre los que compartimos la vida lo que nos está haciendo falta. Ese respiro profundo que nos hace permanecer donde estamos a gusto. El modo de defendernos frente a la akedia es justamente gozar con lo que uno hace. Hacer lo que uno hace con gozo, salir de el lugar de apuro en el que el mundo vive y aprender a gozar del presente, con la conciencia de que Dios es eso, un eterno presente en el tiempo. Dios se quedó en medio nuestro.