La eucaristía en nuestro camino cotidiano

lunes, 23 de enero de 2017
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23/01/2017 – Para quienes se han encontrado de una manera viva con Jesús en la eucaristía, ¿qué significa esa presencia en su vida? ¿Qué significa esa presencia de Jesús eucarístico en tu vida? Qué significado tiene ese encuentro, donde fui sanado, fui transformado, donde todos los días cuando participo de la misa o los fines de semana.

La Eucaristía es fuente y cumbre de la vida de la iglesia, así lo sostiene el Concilio Vaticano II en su documento y además dice, todos los demás sacramentos, todos los misterios y ministerios eclesiales y las obras de apostolados están unidos a la Eucaristía y a ella se ordenan. La eucaristía contiene todo el bien espiritual de la iglesia, quien es Cristo mismo, nuestra pascua.¿Qué hace la eucaristía? Realiza la comunión de vida con Dios y la unidad del pueblo de Dios, porque la iglesia es ella misma en el misterio eucarístico. En ella la eucaristía se encuentra a la vez la cumbre de la acción por la que en Cristo Dios santifica al mundo y del culto que en el Espíritu Santo los hombres dan a Cristo por Él al Padre.

Finalmente dice el catecismo de la iglesia católica, la celebración eucarística nos une a aquella liturgia que acontece en el cielo. En resumen, la vida eucarística es el compendio y la suma de toda nuestra fe, de nuestro acto creyente. Nuestra manera de pensar y armonizar con la eucaristía y a su vez la eucaristía confirma nuestro modo de ser, llamados a ser eucaristía. Como dice el apóstol San Pablo: “Ustedes son hostias vivas en Cristo Jesús”. Ojalá además de alimentarnos en Cristo por el misterio eucarístico, reconozcamos que Dios nos quiere como alimento para nuestros hermanos.

El nombre de este sacramento

A lo largo de la historia a recibido distintos nombres la Eucaristía. La riqueza inagotable de este sacramento se expresa mediante distintos nombres, como los que estamos intentando de dar nosotros hoy en la catequesis.

Eucaristía: significa acción de gracias. Las palabras eucharistein (Lc 22,19; 1 Co 11,24) y eulogein (Mt 26,26; Mc 14,22) recuerdan las bendiciones judías que proclaman —sobre todo durante la comida— las obras de Dios: la creación, la redención y la santificación. Dios crea, Dios redime, Dios santifica. Cuando hablamos de eucaristía, de misterio de Dios viviente en medio de nosotros, en acción de gracias, nosotros nos referimos a todo este quehacer divino en relación a nosotros. Dios creador, Dios redentor, Dios al mismo tiempo nos santifica.

– Banquete del Señor: se la llamaba así en la antigüedad, en la primera iglesia. Pablo en I Corintios 11,20 así se refiere a este misterio de presencia de Dios vivo en Cristo en el pan eucarístico. Se trata de la cena del Señor, la que celebró con sus discípulos, en la víspera de su pasión y de la anticipación del banquete de bodas del Cordero(cf Ap 19,9) en la Jerusalén celestial. En la eucaristía como banquete también el Señor nos quiere bien dispuestos, aprovechando todo lo que allí se nos ofrece.

– Fracción del pan: La Eucaristía como banquete nos pone con otros en sintonía, por eso también se la llama fracción del pan a la eucaristía, porque este rito propio del banquete judío fue utilizado por Jesús cuando bendecía y distribuía el pan como cabeza de familia. En los textos de la multiplicación del pan aparece anticipadamente el misterio eucarístico celebrado y ahí se nota esta característica de cómo el Señor, en el partir y el repartir del pan, se hace presente en el corazón de todos y de cada uno.

Los discípulos de Emaús, por ejemplo, lo reconocen únicamente cuando parte el pan. Así ocurre en la vida de cada uno de nosotros, en la medida en que partimos el pan eucarístico, reconocemos la presencia del Dios vivo. De ahí el valor de participar del misterio eucarístico, no como obligación de precepto, sino existencialmente convocados por el Señor a reconocer que en esa partición del pan por nosotros, dándose Él está la posibilidad del ser uno en Cristo, de ser uno en Jesús. Todos los que comen de este único pan partido que es Cristo, entran en comunión con El y forman parte con El de un solo cuerpo.

+ El Misterio Eucarístico también es llamado Asamblea Eucarística, porque la Eucaristía es celebrada en la asamblea de los fieles. Al ser el pan partido en donde todos y cada uno comemos parte de esa realidad que se nos entrega y ofrece constituyéndonos en un cuerpo, no se puede sino celebrar como misterio en asamblea, expresión visible del ser uno en Cristo.

+ Lo más importante en el misterio eucarístico es que allí hay un memorial de la pasión y la resurrección de Jesús, que no es un vago recuerdo sino una actualización del sacrificio y la entrega de Cristo, porque actualiza el único sacrificio de Jesús, el salvador e influye la ofrenda de la iglesia, que es parte de ese cuerpo de Cristo.

Cada vez que se ofrece el pan eucarístico, se repite en el memorial de esa ofrenda la entrega de Jesús en su pascua, y nosotros que constituimos el cuerpo de Jesús, somos invitados a ser ofrenda de nuestras pascuas también con Cristo. Morir a lo que nos aparta del camino y renacer a la vida de Dios para gloria suya, como creador redentor, para bien de los hermanos, para humilde santidad nuestra.

+ También se la llama santa y divina liturgia, porque toda la liturgia de la iglesia encuentra en su centro y su expresión más densa en la celebración de este sacramento. En el mismo sentido se la llama también Celebración de los Santos Misterios. Se habla también del Santísimo sacramento porque es el sacramento de los sacramentos. Con este nombre se designan las especies eucarísticas guardadas en el sagrario del santísimo. Del Santísimo porque allí están todos los sacramentos, es más, Cristo vivo, el sacramento del Padre permanece allí.

+ Comunión, porque por este sacramento nosotros en el amén al recibirlo nos unimos a Cristo que nos hace partícipe de su realidad, en su cuerpo y en su sangre. Formamos una única realidad con Cristo. Toda la asamblea reunida allí y toda la humanidad representada en esa Asamblea, participamos del sacrificio y a partir de ese misterio podemos descubrir que nos pertenecemos mutuamente y que Cristo nos pertenece.

+ Santa Misa, porque la liturgia termina en el envío de los fieles, a fin de que cumpla la voluntad de Dios en su vida cotidiana. Participamos de la misa en cuanto que participamos de la misión que el Señor nos comparte en el misterio eucarístico. El hecho de participar de un misterio nos invita a abrirnos a una nueva realidad. Cuando uno está frente a un misterio la actitud es la apertura frente a la novedad que se nos presenta.

Así es denominado el sacramento de la Eucaristía, banquete del Señor, fracción del pan, asamblea eucarística, santo sacrificio, comunión y santa misa.

Ofrendas

El signo del pan y del vino

 

En el corazón de la celebración eucarística se encuentran el pan y el vino que por las palabras de Cristo y por la invocación del Espíritu Santo se convierten en el cuerpo y la sangre del Señor.  El pan que es el misterio de la alianza con la que nosotros celebramos a Jesús ya estaba así representado en el Antiguo Testamento cuando el maná bendecía y alimentaba al pueblo camino a la Tierra prometida. Esta imagen del maná que sostiene, alimenta y acompaña al pueblo, es similar a la eucaristía que ahora consagrado se constituye en el cuerpo de Cristo. Ahora el alimento es Dios mismo. Él viene a sellar un nuevo pacto: Jesús mismo es el signo a través del cual Dios en Cristo Jesús se nos ofrece. La alianza pacta entre dos partes la relación a través de la cual se van a vincular. Ahora el pacto de Alianza que Dios celebra con su pueblo está constituido en la persona de Jesús. Él es la nueva alianza y nosotros la celebramos.

Lo hacemos en los signos pobres y sencillos del pan y del vino. El vino es signo de la nueva alianza y del nuevo banquete. Esta bebida nueva es la Alianza del misterio eucarístico. Cuando Dios quiere hablarle al pueblo de los tiempos que vendrán se los representa como un banquete donde habrá un rico vino añejo. Por eso el signo que Dios toma para hablar de la nueva Alianza es el vino, pero no cualquiera, sino Él mismo. Dios se mete en el signo.

Los milagros de la multiplicación de los panes, cuando el Señor dijo la bendición, partió y distribuyó los panes por medio de sus discípulos para alimentar la multitud, prefiguran la sobreabundancia de este único pan de su Eucaristía (cf. Mt 14,13-21; 15, 32-29).

Hay sobreabundancia y el pan que se parte no reduce a Jesús sino que se multiplica. Nos constituye a nosotros en hostias vidas, capaces de ser alimento para nuestros hermanos. Al comulgar nos hacemos uno a Cristo Jesús y nosotros también somos alimento para otros. ¿Cómo y de qué manera sos llamado a ser alimento para otros?. Esto muchas veces se da conforme a los contextos: puedo ser alimento de esperanza si en mi trabajo sobreabunda la desesperanza; alimento de alegría cuando la pena ha ganado el ambiente; etc. El mundo nuevo viene de la mano del amor hecho ofrenda. En este sentido, cuando nos alimentamos, multiplicamos el pan eucarístico.

El primer anuncio de la eucaristía tuvo algunas dificultades para quienes lo recibían. No es tan facil escuchar el mensaje de que a quien recibimos es al mismo Dios hecho hombre, en el pan y en el vino. “¡Qué duro es este mensaje”! dicen los discípulos. No se lo comprende con la razón sino por un acto de fe. Por la fe podemos penetrar lo que los sentidos no pueden captar. Al misterio eucarístico entramos por la fe, y el recibir al mismo Dios en cuerpo y sangre, a Él mismo allí, se hace como “miel a la boca”. Allí se nos hace presente el mismo Dios. No lo recibimos nosotros a Él sino que Él nos recibe a nosotros. Somos transformados en aquello que se nos ha dado. Cada vez que comemos su cuerpo y bebemos su sangre somos sumergidos en Dios y en su misterio.
 Padre Javier Soteras
Material elaborado en base al Catecismo de la Iglesia Católica