La virtud de la prudencia

martes, 15 de julio de 2008
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Al pasar vio a un hombre ciego de nacimiento, los discípulos le preguntaron:  “Maestro, ¿quien ha pecado, él o sus padres, para que haya nacido así ciego?”,  “ni él ni sus padres han pecado”, respondió Jesús, “nació así para que se manifestara en él la gloria de Dios.  Debemos trabajar las obras de aquel que me envió mientras es de día.  Llega la noche, cuando nadie puede trabajar.  Mientras estoy en el mundo soy la luz del mundo”, decía Jesús.  Después que dijo esto, escupió en la tierra, hizo barro con la saliva y puso sobre los ojos del ciego diciéndole:  “Ve a lavarte a la piscina de Siloé”, que significa enviado.  El ciego fue, se lavó y al regresar ya veía.

Juan 9; 1 – 7

El que vive la virtud de la prudencia, tiene visión sobre las cosas y puede hacer esto que Jesús dice que debemos hacer mientras tenemos claro el camino cuando es de día y la luz de la presencia, de la gracia de Jesús nos habita a hacer las obras que el padre nos confía.

Justamente la virtud de la prudencia da la claridad necesaria para hacer lo que tenemos que hacer, y hacerlo bien. Hacer bien el bien es posible gracias a esta virtud que se espera particularmente de quien tiene responsabilidades importantes en la administración de los recursos a favor del bien de todos, por eso decimos que es una virtud que debe acompañar a quienes tenemos responsabilidades de conducción de guías de pastoreo.

Muy importante que el papá, la mamá sean prudentes, que los maestros y los profesores sean prudentes, que los dirigentes en las comunidades, los lideres comunitarios, vivan en la virtud de la prudencia, quienes tienen la representación de la voluntad popular por la elección democrática adquieran esta virtud. La persona que vive la virtud de la prudencia, se distingue porque en su trabajo y en sus relaciones con los demás tiene y recoge información que la pone bajo juicio, de acuerdo con los criterios rectos, de los criterios ganaderos.

La prudencia va de la mano de la calma interior, permite ver con claridad porque pone al espíritu en actitud serena y profunda. La persona que vive la virtud de la prudencia se distingue porque en su trabajo, en sus relaciones con los demás, tiene esta capacidad de ponerlo a todo bajo juicio con aquellos criterios con los que ha decidido construir, hacer realidad su vida y compartirla con los demás. A partir de esta mirada juiciosa sobre los acontecimientos, es capaz de vislumbrar las consecuencias buenas o malas para si mismo y para los demás a la hora de tomar elecciones.

Antes de tomar una decisión, el prudente actúa o deja de actuar de acuerdo con aquello que ha decidido. Y en este sentido la virtud de la prudencia conjuga la inteligencia especulativa, es decir aquella que razona sobre los principios fundamentales que deben orientar la vida de una persona según los valores que la persona sustenta y la inteligencia práctica, porque el prudente no solamente se queda en una reflexión inteligente sobre los acontecimientos sino que se compromete, mete mano sobre todo aquello que ha reflexionado.

No solamente hace falta que tenga luz la persona que gobierna, que se de cuenta de que es lo que está pasando y que es lo que debe hacerse sino que habiendo visto, habiendo juzgado actúa, pone en práctica.

La virtud de la prudencia tiene como éstas tres realidades conjuntas en su desarrollo y en su crecimiento, el ver, el juzgarlo todo desde lo que se está viendo y el actuar en función a lo juzgado teniendo en cuenta y sopesando cuales son las consecuencias que se van a seguir de aquel actuar en el momento que se toma la decisión.

La virtud de la prudencia, cuando uno es prudente puede reflexionar antes de tomar una decisión, cuando uno es imprudente la precipitación, el apuro, el arrebato es lo que hace que tenga mucho riesgo en la decisión que se toma de equivocarse. Para tomar buenas decisiones es necesario reflexionar con calma, para ver lo bueno, para distinguir y separarlo de lo malo. Se trata entonces de tener la inteligencia aguda para medir las consecuencias.

El prudente nunca deja entrar dentro de su esquema de comportamiento, de vivencia, esto que podríamos llamar fortuito, no está pendiente de la buena fortuna, o del golpe de suerte.

Cuando nosotros no dejamos las cosas a la buena de Dios, cuando tratamos de ubicar las decisiones que vamos a tomar con el análisis posible, hacemos los acontecimientos y en función de eso decidimos, estamos alimentando dentro de nosotros una virtud, una fuerza, una capacidad que es muy buena consejera. Que está llamada a estar en todo nuestro actuar.

Dicen que una persona es según aquello que piensa y reflexiona, en cuanto vive esta virtud. A veces nos damos cuenta que hablamos y después pensamos, cuando en realidad habría que hacer al revés. Nos damos cuenta que actuamos y después pensamos sobre lo que actuamos, cuando es así, la acción o el decir prevalece sobre el pensar y esto es un gran riesgo para quien se sabe inteligente con capacidad inteligente para moverse en la vida.

Es lo que nos distingue de los otros seres animales, que tenemos la capacidad del razocinio para orientar nuestra acción. Una capacidad de inteligencia que nos habilita para movernos con libertad. La virtud de la prudencia en este sentido acompaña la libertad, la habilita.

Bien dicen que la prudencia es la madre de todas las virtudes junto a la humildad, si una buena reflexión nos da la posibilidad de hacer una buena elección seguramente nuestras decisiones están más que bien orientadas. En cambio si nuestra mirada es superficial y rápida, apresurada fácilmente tenemos el riesgo de equivocarnos.

¿Cuándo las cosas se hacen apresuradas, rápidas, superficialmente? ¿Cuándo nos falta aquello que hablábamos en la semana que pasó? la calma, la templanza, el espíritu sereno, la mirada tranquila, la posibilidad de decir lo de napoleón cuando lo vestían para la guerra, vamos despacio, en ese momento del apuro, ese momento donde más hay que tener calma. Lo sabemos decir cuando las cosas se ponen complicadas y nos damos cuenta de que cualquier pasito que vamos a dar puede traer algunas consecuencias no deseadas. Serenidad, calma, inteligencia, prudencia para tomar las mejores decisiones.

Justamente lo que dice la canción, la calma, la serenidad, porque la precipitación junto con la debilidad de la voluntad, las pasiones no bien llevadas no encausadas son los enemigos de la prudencia.

El primer enemigo que tiene la prudencia es la precipitación, el apuro, el perder la serenidad, el dar el paso en falso por no haber en el momento justo sopesado las consecuencias que se siguen de las decisiones que uno toma. Cuando se decide sin reflexionar por la prisa, por el agobio, por al cansancio, hay que decidir porque ya está, entonces comienzan los problemas.

La paciencia, el que se toma el tiempo, no el que no decide nada sino el que decide a partir de los tiempos necesarios que hay que tomar, donde se tiene que sopesar todo, donde en la balanza hay que poner a y b, ver lo que pesa más, cuales son las consecuencias que se siguen de una decisión de otra y a partir de ahí entonces si animarse desde la reflexión habiendo cerrado bien el mapa de viaje que ruta tomar y a partir de ahí saber cual es el destino que nos sigue habiendo elegido la ruta que elegimos. Nos falta esta capacidad de serenidad y observación del mapa cuando perdemos la paciencia, porque cuando perdemos la paciencia nos cegamos, y cuando nos cegamos la inteligencia no está despierta, no distingue por donde avanzar.

La otra enemiga que tiene la prudencia es la debilidad de la voluntad. Podemos ser muy lúcidos para ver, muy inteligentes para juzgar pero nunca comprometernos con el actuar. La debilidad de la voluntad va de la mano de “bueno que lo hagan otros”, “ya lo voy a hacer”, “ en realidad no se si me toca a mi”, “me doy cuenta que la cosa va por acá pero me he quemado tanto…”, todo esto que hace que uno no termine como de meterse, de ponerle mano a la cosa y entonces por ver, fijarse demasiado y no animarse a dar el paso que hay que dar para poder resolver lo que tenemos para resolver, nos pasa muchas veces esto.

Hemos pensado en las cosas, las hemos juzgado pero a la hora de ponerlas en práctica nos hemos retraído en la voluntad, en ejercicio de la voluntad. Esto puede ser por estado de ánimo, por enojo, por miedo, por impaciencia, en fondo por una falta de dominio y de integración del ejercicio de la voluntad y de la afectividad en orden a lo que la inteligencia muestra y el juicio ofrece como camino.

Entre lo que nosotros vemos y juzgamos y el modo de actuar hay una distancia que acortar, distancia que afectivamente la acortamos y cuando lo hacemos integramos todo nuestros ser en un mismo sentido. En este orden la virtud de la castidad que hemos estado conversando la semana pasada juega un papel muy importante porque justamente el don de la castidad tiene esta posibilidad de integrar todo el aparato psíquico, físico, espiritual y nos permite establecer unidad y equilibrio en nuestro modo de encarar la vida.

Justamente el casto tiene toda su persona integrada, tiene toda su persona como claramente armonizada. Y entonces no se da este defasaje en él entre lo que piensa, lo que cree, lo que juzga y lo que hace. Todo está como coherentemente integrado en su persona. Enemiga de la prudencia también es la pasión. La debilidad de la voluntad nos hace imprudentes, las pasiones son el enemigo que entra en juego también porque la pasión no nos permite ver y el que no ve no puede juzgar y el que no juzga no puede decidir.

Cuando está bajo el dominio de la pasión y uno toma una decisión, solo la fortuna si es que existe puede librarnos. Pero es mucho riesgo el que se corre, mucho riesgo. Es como dice, no, fulano de tal tuvo un golpe de suerte, quiere decir, de repente se encontró con algo inesperado, inesperado para los demás, inesperado para él. Puede darse, pero es raro, siempre hay algo que da razón de esos golpes de suerte, que decimos que alguien tuvo en algún momento de la vida. Claro se habla de golpe de suerte sobre todo cuando está involucrada la parte económica, no, el factor monetario, la posesión de bienes. 

Tuvo una suerte bárbara en los negocios, como si hubiera ganado la lotería, y no, más que suerte, casi siempre hay trabajo, dedicación, esfuerzo, oportunidades, que se supieron aprovechar cuando se las vio, y se comprometió para seguirlas. Hay atención, yo digo que eso de la suerte no es tan así.

Puede ser que una persona tuvo más o menos oportunidades que otra, eso es verdad. En la elección de una persona también decimos, tuvo una suerte, encontró una mujer, encontró un hombre realmente, no, no es suerte, es trabajo, es mirada, es atención, es juicio, no es impulso, no es pasión, no es lanzarse, no es no haber contemplado de dónde viene el otro, a dónde va, cuales son sus valores, qué quiere de la vida, qué entiende de la familia. Si yo sé que si algunos jóvenes que me están escuchando ahora dirán, pero eso es muy difícil, muy complicado, es que justamente constituir y formar una familia no es juntarse con otro haber cómo nos va, es decidir un futuro con otro, es construir con el otro un proyecto, y para eso hace falta que dos sean uno, si con uno mismo nos cuesta construir la unidad, cuánto más esta unidad que nos cuesta construir unida a otro, claro la ventaja es que cuando nos unimos a otro para construir nuestra unidad se simplifica, por la complementariedad en lo vincular.

La virtud de la prudencia tiene algunos enemigos, que no le ayudan para su desarrollo. Repetimos, la precipitación en el juicio, la debilidad de la voluntad, y las paciones que nos ciegan.

El que es prudente, tiene la gracia del discernimiento en el fondo, y en el discernimiento es muy importante saber hacia dónde nos impulsan los distintos movimientos que se generan dentro de nosotros. El hacia dónde, es importante reconocerlo a la luz de los valores que sustentan nuestra vida y que marcan nuestro rumbo. Cuando esos valores están claros, entonces el ejercicio de la prudencia va en orden de estos valores como más fácilmente en su posibilidad de discurrir, es decir de pensar, de realizar.

Cuando los valores no están claros, no se sabe hacia dónde se va, entonces hay más dificultades para hacer una buena elección. ¿Qué son los valores? Los valores son las marcas que dentro de nosotros determinan nuestro actuar, por ejemplo: para una persona el valor de lo económico puede ser determinante y entonces toda su vida está en conseguir construir ese valor y no importa cuanta inteligencia, cuanto sacrificio, cuanto esfuerzo haga a favor de ese valor que es del poseer, el poseer materialmente bienes.

Para una persona puede ser muy importante el valor de la amistad y entonces hace de la amistad un culto importante, una tarea, dedicación al cultivo de la relación amistosa. En una persona puede ser muy importante la vida de la oración, entonces toda su orientación, su vida tiene como este horizonte.

Para una persona puede ser muy valioso el cuidado de su salud corporal y dedica primordialmente a cuidar su salud. ¿no será que todas estas cosas son importantes, puestas en el conjunto de un ser personal, armónico, que sea capaz de cuidar su físico, de manejar muy bien sus relaciones, de orientar muy bien su vida de trascendencia en la oración, y de poseer bienes económicos que le permitan sobrellevar su proyecto con sustentabilidad concreta.

El teme es cómo están puestos todos estos valores en su conjunto y que prioridades tienen. Esto que estoy diciendo hace que la persona cuando toma una decisión la tome en función de eso que significa valioso para ella, pero no de una manera suelta o cada cosa por su parte según sea en el momento en que se encuentra, sino todas ellas consideradas “valoradas” y a partir de allí según sea el peso que tienen los valores cuanto han adquirido significación en la vida de la persona, será con lo que la persona cuenta para juzgar.

Los valores, el conjunto de los valores y estos armónicamente considerados por la persona son como los lentes a través de lo cuales la persona observa la realidad. Porque justamente una de las condiciones básicas para hacer un ejercicio saludable de la virtud de la prudencia es la capacidad de observar bien que tiene la persona, porque no es solamente detenerse a pensar, es detenerse a pensar según lo que más conviene, pero no lo que más conviene para pasarla mejor, lo que más conviene según los valores que sustentan nuestra vida.

Se dice que el prudente actúa según lo conveniente y a veces cuando decimos estas frases sueltas allí sería como el que siempre la pasa bien, sería prudente el que como el gato que lo tiras para arriba y siempre cae parado, a veces la opción prudente hace que no nos vaya bien, es prudente el accionar que tuvieron los mártires cuando eligieron no perder su fe, aunque esto le costara la vida, no renegar de su creencia, aunque esto le costara la propia vida.

Veía los otros días un film hermoso de María Godetti, esa niña de 14 años que en un momento difícil de Italia, vive su fe con una frescura, una hermosura, una candidez, una pureza, y de repente cuando un joven más grande que se enamora pasionalmente de ella, quiere abusar de ella, ella se niega y resiste el abuso sexual y termina por morir en el martirio, por defender su pureza. ¿Qué hizo, eligió mal?, tenia que haberse dejado violentar, no, prefirió la muerte a perder la pureza interior, y la pureza física.

Eligió bien, eligió según el valor. Este valor, el valor de la pureza, la castidad en ella, el valor de la integridad, era un valor tan alto y tan bien considerado, tan bien puesto en su lugar, que perderlo era perderlo todo, era dejar de ser ella misma. Decidió elegir por este valor, aunque esto le costara la muerte. Porque lo otro iba a ser muerte sino también.

La muerte de todo su organismo, de todo su ser, de toda la construcción de su persona integrada bajo este valor hermoso de la castidad. Si uno busca entre los santos quienes han vivido la castidad, María Godetti, sin dudas es un testimonio viviente, que tanto bien nos hace cuando vemos su vida, reflexionamos sobre el valor de su entrega en la familia sobretodo. La decisión con criterio recto, verdadero, es una parte constitutiva de esta virtud. Criterio recto y verdadero que tienen que ver con esos valores que reúne la persona que está puesta en situación de elección, ¿quienes son estos que están puestos en situación de elección? Todos nosotros, todos nosotros optamos con calidad de valor, hacemos uso en nuestra persona de la capacidad de pensar, seleccionar y en la selección que hacemos de lo pensado según los valores que marcan nuestra vida, elegimos. Esto es más o menos claro, esto es más o menos conciente, pero todos lo hacemos, la persona adquiere mayor libertad en el ejercicio de la misma libertad cuando más conciente es de lo que elige.

Cuando no se deja llevar por los acontecimiento sino que frente a la vida se para y separa para poder elegir, de reflexionar, de pesar, y en el peso que toma de las cosas vistas contempladas, toma la decisión. Claro es fácil decirlo desde ahí, padre que usted no está metido en las cosas de todos los días, no sí, estoy en las cosas de todos los días y es un lío bárbaro, pero si uno no se para frente a todo lo que tiene por adelante y pesa y sopesa, lo más fácil es que se equivoque.

Saber mirar bien, observar bien, el que sabe detenerse a observar, podrá reconocer lo bueno, distinguirlo de lo malo, si andamos a los apurones, atropellándonos todo, nos encontramos rápidamente con elecciones que no hubiéramos querido hacer si hubiéramos tenido más calma a la hora de tomar la decisión, por eso también de la mano de esto va el saber distinguir entre lo que sucedió, lo que dice la gente, lo que a mí me parece, el juicio que yo hago a partir de lo que observo, saber distinguir entre lo que es importante y lo que no es importante entre lo esencial y lo accidental.

A veces nuestras conversaciones cuando tenemos que tomar una decisión giran entorno anecdótico y no terminamos de ir al fondo de las cuestiones, entonces nos quedamos en los dimos y diretes, como se dice, no. Saber buscar bien información, esto no es tan simple, yo digo, por ahí nos quejamos de la clase política que tenemos, no, es como un lugar común donde nos encontramos los argentinos, pero la verdad que tenemos lo que elegimos, no es que están en el poder de la democracia al servicio del bien común alguien que accedió que no fuera por el voto popular, entonces que elección hicimos.

Posiblemente las elecciones que hicimos no hayan sido lo suficientemente bien informadas, no tenía forma nuestra elección, no estabas informada, decidimos por color de partido político, decidimos por simpatía, decidimos influenciados porque bueno, con esto nos va bien, o con esto nos va mal y que venga otro porque ya esto lo conocemos, pero qué análisis hicimos a la hora de elegir, por ahí dicen algunos, bueno pero si uno se pone analizar mucho, ni vota directamente, no, me parece que sea así, no se puede elegir sino el mal menor.

Si todo uno dice bajo su juicio que no está bien, hay algo dentro de todo lo malo que está menos mal, y entonces menos mal que votamos a fulano sería en este caso. La elección siempre tiene que comprometer el juicio y distinguir claramente. Sabiendo buscar buena información, saber analizar las consecuencias de algo que se va ha decir, que se va ha hacer, saber dominar mis enojos, para ver con serenidad la realidad, también es un buen consejo para la prudencia.