Las pasiones, la conciencia y la virtud

martes, 27 de junio de 2017
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“Yo los exhorto a que se dejen conducir por el Espíritu de Dios, y así no serán arrastrados por los deseos de la carne. Porque la carne desea contra el espíritu y el espíritu contra la carne. Ambos luchan entre sí, y por eso, ustedes no pueden hacer todo el bien que quieren. Pero si están animados por el Espíritu, ya no están sometidos a la Ley”.

Gálatas 5,16-18

¿Para qué nos ha dado Dios las pasiones?

Sí, Dios nos da las pasiones. A veces pensamos que las pasiones son en sí misma malas, no. Hoy queremos descubrir el valor de la pasión.

Las pasiones existen para que, por medio de emociones fuertes y percepciones claras de lo justo seamos atraídos hacia el bien y rechacemos el mal. [1762-1766,1771-1772]

Dios ha hecho al hombre de tal modo que pueda amar y odiar, desear algo o despreciarlo, ser atraído por algunas cosas y tener miedo ante otras, que esté lleno de alegría, de tristeza o de ira. En el fondo de su corazón el hombre siempre ama el bien y odia el mal, o lo que considera como tal. A veces por al desformación que vamos tomando por el camino de la vida de los conduce del bien, llamamos malo a lo que es bueno y bueno a lo que es malo.

¿Es pecador quien experimenta en sí mismo pasiones fuertes?

No, las pasiones pueden ser muy valiosas. Sólo por una mala orientación, las pasiones, que están pensadas para la realización vigorosa del bien, se convierten en colaboradoras del mal. [1767-1770, 1773-1775]

Las pasiones que se orientan al bien se convierten en virtudes por medio del discernimiento de la razón.

Son entonces las propulsoras de una vida de lucha en pro del amor y la justicia. Las pasiones que dominan al hombre, oscureciendo la luz de la razón, y le privan de su libertad y le empujan al mal se llaman vicios.

¿Qué es la conciencia?

La conciencia es la voz interior en el hombre, que le exige hacer el bien y evitar el mal. Es, a la vez, la capacidad de poder diferenciar el uno del otro.

En la conciencia, que es testigo de la Verdad, Dios habla al hombre. [1776­1779]

La conciencia es comparada con una voz interior en la que Dios mismo se muestra dentro del hombre. Es Dios quien se hace perceptible en la conciencia. Cuando decimos: “Esto no puedo conciliarlo con mi conciencia”, para un cristiano quiere decir: “Esto no lo puedo hacer en presencia de mi Creador”. Por fidelidad a su conciencia muchas personas han ido a la cárcel y han sido ejecutadas. 120, 290-292, 312, 333

¿Se puede obligar a alguien a hacer algo contra su conciencia?

Nadie puede ser obligado a actuar contra su conciencia, mientras su acción se sitúe dentro de los límites del bien común [1780­1782,1798]

Quien pasa por alto la conciencia de un hombre, la ignora y la presiona, atenta contra su dignidad. Pocas cosas hacen más hombre al hombre que el don de poder distinguir por sí mismo el bien del mal y poder elegir entre ellos. Esto es válido incluso cuando la decisión, vista desde la luz de la Verdad, es errónea.

Si una conciencia se formó rectamente, la voz interior habla en coincidencia con lo que es razonable, justo y bueno ante Dios.

¿Se puede formar la conciencia?

Sí; es más, debemos hacerlo. La conciencia que todo ser humano tiene por nacimiento, puede ser conducida en mala dirección o adormecida. Por eso debe ser formada para llegar a ser un instrumento, cada vez más sensible, de la actuación justa. [1783­1788,1799­1800]

La primera escuela de la conciencia es la autocrítica, a la luz de la Verdad sinceramente buscada. Pues los hombres tenemos la inclinación a juzgar a favor nuestro.

La segunda escuela de la conciencia es la orientación al buen obrar de los otros. La formación correcta de la conciencia conduce al hombre a la libertad de hacer el bien conocido rectamente. La Iglesia, con la ayuda del Espíritu Santo y de la Escritura, ha acumulado en su larga historia mucho conocimiento acerca del buen obrar; pertenece a su misión enseñar a las personas y darles también directrices. 344

¿Es culpable ante Dios alguien que actúa erróneamente, pero siguiendo su conciencia?

No. Si uno se ha examinado detalladamente y ha llegado a un juicio cierto, hay que seguir en cualquier circunstancia la propia voz interior, aun corriendo el riesgo de hacer algo equivocado. [1790-1794,1801-1802]

Dios no nos acusa del mal que se provoca por un juicio de conciencia erróneo no culpable. Por mucho que haya que seguir finalmente la voz de la propia conciencia, hay que ver claro que, invocando abusivamente una supuesta conciencia, en ocasiones se ha falsificado, asesinado, torturado y engañado.

¿Qué se entiende por “virtud”?

Una virtud es una actitud interior, una disposición estable positiva, una pasión puesta al servicio del bien. [1803, 1833]

“Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt 5,48). Es decir, tenemos que transformarnos en el camino hacia Dios. Con nuestras fuerzas humanas sólo somos capaces de ello parcialmente. Dios apoya con su gracia las virtudes humanas y además nos regala también las llamadas virtudes teologales, con cuya ayuda alcanzamos con seguridad la luz y la cercanía de Dios. 293-294

¿Por qué debemos cultivarnos a nosotros mismos?

Debemos cultivarnos a nosotros mismos para poder practicar el bien con alegría y facilidad. A ello nos ayuda en primer término la fe en Dios, pero también el hecho de vivir las virtudes; es decir, que con la ayuda de Dios formemos en nosotros actitudes firmes, no nos entreguemos a ninguna pasión desordenada y orientemos las potencias de la razón y de la voluntad cada vez más inequívocamente hacia el bien. [1804­1805, 1810­1811, 1834,1839]

Las principales virtudes son: prudencia, justicia, fortaleza y templanza. Se las llama también “virtudes cardinales” (del lat. cardo = perno, gozne de la puerta,o bien cardinalis = importante).

¿Cómo se llega a ser prudente?

Se llega a ser prudente aprendiendo a distinguir lo esencial de lo accidental, a ponerse las metas adecuadas y a elegir los mejores medios para alcanzarlas. [1806, 1835]

La virtud de la prudencia regula todas las demás. Porque la prudencia es la capacidad de reconocer lo justo. Quien quiera vivir bien, debe saber qué es el “bien” y reconocer su valor. Como el comerciante en el Evangelio: “al encontrar una perla de gran valor se va a vender todo lo que tiene y la compra” (Mt 13,46). Sólo el hombre que es prudente puede aplicar la justicia, la fortaleza Y la templanza para hacer el bien.

¿Cómo se actúa justamente?

Se actúa justamente estando siempre pendiente de dar a Dios y al prójimo lo que les es debido. [1807,1836]

El principio de la justicia dice: “A cada uno lo suyo”. Un niño discapacitado debe ser apoyado de un modo diferente a uno superdotado, de forma que ambos reciban lo que necesitan. La justicia se esfuerza por la compensación y anhela que los hombres reciban lo que les es debido. También ante Dios debemos dejar que reine la justicia y darle lo que es suyo: nuestro amor y adoración.

¿Qué significa ser fuerte?

Quien es fuerte, aboga continuamente por el bien que ha conocido, incluso cuando en un caso extremo deba sacrificar hasta la propia vida. [1808,1837] 295
¿Por qué es una virtud la templanza?

La templanza es una virtud porque modera la atracción de los placeres y procura el equilibrio en el uso de los bienes creados. [1809, 1838]

Quien es intemperante se abandona al dominio de sus impulsos, arremete contra otros por su codicia y se perjudica a sí mismo. En el Nuevo Testamento encontramos como sinónimos de “templanza” palabras como “moderación” o “sobriedad”.