Liberarnos de la culpa

miércoles, 11 de junio de 2014
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10/06/2014 – En la Catequesis de hoy vamos a intentar liberarnos de culpar a los demás para no asumir nuestras responsabilidades. Sólo quien se reconoce desde la verdad, puede con sencillez seguir caminando en búsqueda de lo que Dios soñó desde siempre.

 

 

A la culpa la tiene la mesa

 

En un monólogo, Tato Bores lo representa:

“A la culpa la tiene el ministro de Economía” dijo uno.
¡No señor! dijo el ministro de Economía mientras buscaba un mango debajo del zócalo. La culpa de todo la tienen los evasores.
¡Mentiras! dijeron los evasores mientras cobraban el 50 por ciento en negro y el otro 50 por ciento también en negro. La culpa de todo la tienen los que nos quieren matar con tanto impuesto.
¡Falso! dijeron los de la DGI mientras preparaban un nuevo impuesto al estornudo. La culpa de todo la tiene la patria contratista; ellos se llevaron toda la guita.
¡Pero, por favor…! dijo un empresario de la patria contratista mientras cobraba peaje a la entrada de las escuelas públicas. La culpa de todo la tienen los de la patria financiera"

Así somos en Argentina, así pensamos y buscamos siempre culpabilizar a otros y no hacernos cargo de lo nuestro. Vayamos buscando la salida a aquel lugar que nos oprime y nos asfixia cuando nos gana la culpa. El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo.

Liberarse de la culpa para vivir en paz

Nosotros creemos quela fuerza de la cruz nos libera de todo aquello que oprime nuestro corazón. El don de la paz es fruto de la confluencia de las fuerzas que se entrecruzan. Cuando nosotros sobre puntos de la propia existencia somos capaces de resolver el enfrentamiento de losopuestos e integrarlos en un mismo de la paz. El discernimiento de espíritu nos permite poner en sintonía y en resolución a los opuestos.

Mientras vamos avanzando, sin echarle la culpa a uno ni a otros, sino haciéndonos cargo de nosotros mismos y buscando en el encuentro con los demás la forma más saludable de vivir, veamos la forma de liberarnos de la culpa para vivir en paz.

¿Cuál el peso más grande que cargamos? Y creo que el culpabilizarnos, el echar la culpa para otro lado. Como lo reflejaba Tato Bores en el fragmento que escuchamos al principio.

Un corazón social profundamente oprimido y aplastado porla culpa se deja ganar por el sentimiento de desgano y se siente sin fuerzas para ir para adelante. No se permite a sí mismo recuperarse para seguir andando, sino que siente que le faltan fuerzas en las piernas. Es necesario levantar la mirada y despejar el horizonte desde la confianza, para animarse en la esperanza, y micho más allá de las tormentas, para creer que es posible soltar esa mano que yo llamo culpa y que te sostiene desde atrás y aunque hagas fuerzas para avanzar te tiene. ¿Cómo liberarnos de la culpa? El camino de la autoaceptación desde la mirada que Dios tiene de nosotros puede darnos una gran mano. Después viene la determinación que debe estar siempre presente en el corazón de la persona y de la sociedad. El reconocimiento debe ser aceptación de la propia miseria con la certeza de que una fuerza superadora, que nosotros creemos que viene de Cristo Jesús, somos capaces de cargar con lo nuestro como “un yugo suave y ligero”.

Cada uno de nosotros tiene un trayectorio de culpas a lo largo de la vida. En el caso de los adultos quiás tenga mayor peso por las oportunidades perdidas, por lo no alcanzado, porque los sueños no alcanzaron el fin que tenía…. Cuando nos detenemos en este lugar nos va ganando el sinsentido. Lo primero es reconocer dónde están mis culpas y apartir de allí, sabiendo lo que tengo animarme a seguir caminando.

Cuando el reconocimiento de lo propio se hace culposo, termina por relativizarlo todo, no hay solución. El Señor quiere sacarnos de este peso que nos oprime. La sangre del cordero ha venido a derramarse con toda su fuerza para sacarnos de la culpa que nos oprime y nos enferma. Je´sus en la cruz busca quitar del corazón este sentimiento de muerte para abrirnos a un camino de esperanza.

El sentimiento de culpabilidad es como un estado afectivo de un acto de nosotros mismos de auto reproche, un sentimiento difuso de una cierta indignidad personal o colectiva, como un paisaje londinense donde las figuras se entreborran y no se ve el camino, como algo difuso. Hay en el corazón de nuestra patria una profunda culpabilidad y sobretodo, un ejercicio malsano de echarnos la culpa. La resolución de la culpa insana nace de un corazón que se asume a sí mismo, se reocnoce, y en paz carga su propio pesa, buscando llevar con grandeza la propia existencia. Cuando vamos por éste camino el sol comienza a guiar nuestro andar.

Sin dudas que para poner en marcha proyectos colectivos de gran evergadura y llevarlo hacia adelante al cumplimiento de las metas que inspiran su historia y su razón de ser, lo que hace falta es un trabajo conjunto de coresponsabilidad. Cuando la culpa colectiva gana el sentimiento profundo de pertenencia esta tarea de coresponsabilidad se ve afectada. Porque justamente la culpa impide que uno se pueda hacer responsable de sí mismo y más bien busca maneras evasivas de tolerancia al error y al fracaso. Hablamos de tolerancia propia o con los demás, porque puede más la frustración de lo no logrado que las ganas de seguir adelante.

De cara a Dios es posible encontrarnos con nuestra más cruda realidad, sin sentir que se nos cae la cara de vergüenza. De carta a Dios es posible dar pasos hacia adelante porque el don de su presencia nos ubica en la realidad de lo que somos, ni más ni menos. En esto de tener responsabilidad colectiva en vistas a un proyecto común necesariamente supone que nos veamos como somos.

Cuando en todo el contexto de la convivencia aparecen de un lado y otro posiciones irreductibles y todos se tiran piedras de un lado a otro, es imposible salir adelante. Y ninguna reflexión que hagamos puede ser abarcativa, porque la realidad siempre es compleja. La lectura simplista lo único que hace es ahondar las diferencias. Es cuando nos hacemos cargo de nosotros mismos, en lo personal y en lo colectivo, cuando podemos empezar a soñar en un país mejor en donde podamos convivir todos.

La misericordia que nos pone de pie

Sin duda el camino que nos libera de este lugar embarrado que es la culpabilidad colectiva donde como empantanados nos quedamos girando en nosotros mismos, la gracia de la misericordia puede hacernos salir. Ante la mujer pecadora, Jesús se detiene. Él le pregunta, ¿quién te culpa mujer? Nadie responde ella. Yo tampoco. Al mismo tiempo de liberarla del peso de sentirse muerta estando viva, Jesús da una indicación. “Vete y no peques más”, que sería un seguí para adelante y no vuelvas hacia atrás.

Hay momentos en la propia vida y también en lo colectivo, en donde una vez analizado lo ocurrido y asumido, hay que ir para adelante. Sino estar siempre revolviendo con un palito el excremento lo único que hace es traer un olor que no ayuda. Hay que salir de algunos lugares donde tenemos necesidad de avanzar para ir hacia adelante. Sin duda que el camino de la verdad y de la justicia es el camino. Francisco así se lo envió a la Presidente para el 25 de mayo del 2013, “rezo pidiendo justicia pero también solidaridad” es decir por el reencuentro de los argentinos. Verdad y justicia en clave solidaria, no para undirnos sino para rescatarnos y sacarnos para adelante.

“Olvidando lo pasado, me lanzo hacia adelante porque he sido alcanzado por Cristo Jesús y ahora me dirijho hacia donde Él me llama a ver si puedo alcanzarlo”. Hay que salir de éstos lugares de enfermedad en donde levantamos el dedo, acusamos, queremos absolutizar miradas parciales hundiéndonos y dejándonos clavados enun lugar donde Dios no quiere que estemos. Vamos para adelante con sencillez y confirmeza, con justicia y sobretodo con solidaridad, estrechando las manos para ir por lo que es nuestro y es de todos. Ésta es la noticia, y el rostro real de la crisis, como dijo el Papa Francisco son el rostro de hermanos que sufren. Mientras nosotros permanecemos embarrados acusándonos a unos y a otros, no tenemos manos para estrecharla ayudar y abrazar al que más lo necesita.

Cuando vamos por el territorio del Espíritu lo desconocido a veces nos desconcierta pero vale la pena. La culpa nos encierra en lo mismo de siempre y no avanzamos. Es como cuando un enfermo sale de una gripe honda… al principio se siente un poco débil, con poca fuerza, hasta que se va acomodando a lo nuevo y ya recupera la vitalidad. Que el Señor nos abra a todo lo bueno que nos tiene preparado para adelante como pueblo.

Padre Javier Soteras