Los mandatos familiares

miércoles, 22 de septiembre de 2010
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           Vamos hoy a revisar un poco esos MANDATOS FAMILIARES que resultan muchas veces limitantes, otras veces son expansivos, favorecen la esperanza, la fe, la autoestima. Hay mandatos que no siempre se reciben concientemente: no es que en algún momento alguien nos haya dicho “no vas a ser querido a menos que seas un excelente alumno” –aunque a veces sí se dicen-, pero en general este tipo de mandatos se expresan a través de gestos, miradas, palabras dichas al paso, etc. Y mucho antes incluso que los chicos tengan una racionalización desarrollada, ya saben perfectamente cuál es el mandato que impera en la casa: tener dinero, o esforzarse mucho, o el de tener lo que se quiere, o el de ahorrar, o el de ser siempre enfermo, o el de estar siempre sano, o el de ser un deportista extraordinario, o el de ser hermoso/a, alto/a, o delgado/a…

Esa clase de mandatos condicionan fuertemente nuestro desarrollo, porque nos imponen todo lo contrario de lo que podríamos describir como educación: imponen convicciones, imponen conductas, caminos, ideas, miedos, castigos, disciplina, imponen todo un ejercicio o una ideología sobre la vida que nos limita, nos estrecha, y hasta a veces incluso nos enferma.

Todas las familias tienen creencias y tradiciones respecto del amor, de la vida, de lo que es bueno, de lo que es malo, de lo admisible y lo inadmisible, de lo odioso, de lo odiable y de lo abusivo. Todas estas creencias se transmiten de generación en generación a veces en expresiones, conductas y gestos sumamente sutiles, como ‘observaciones hechas al pasar’ sobre cosas insignificantes que hemos hecho o dejado de hacer., y esas observaciones muchas veces nos llenan de rabia, impotencia y sentimientos de muy baja autoestima: durante horas nos pasamos pensando en lo que nos dijeron, por qué y cómo lo dijeron, y cómo nos sentimos a causa de esas palabras. ¿qué es lo que, por debajo de esas palabras, subyacentemente se transmite? Por ejemplo, una observación hecha sobre un detalle en la limpieza de la casa de una madre hacia su hija ya independiente, nos transmite el mandato: “las buenas mujeres mantienen sus casas limpias”. Este mandato puede ‘vulnerar’, y aún más: ‘liquidar’ a personas que tal vez están haciendo lo posible y a veces más de lo posible en ese aspecto. Y este mandato materno o incluso familiar, seguramente se debe haber inscripto en su corazón desde muy temprana edad. Esas palabras dichas de paso, hieren profundamente, puesto que la persona a la cual se dirigieron está pagando un alto costo por mantener en alto creencias familiares.

La experiencia de los mandatos de las familias que vienen de inmigrantes son muy fuertes, y han fraguado en una lucha por la vida, por la sobrevivencia cuerpo a cuerpo. Lo podemos palpar en aquellas personas que han escapado de una guerra civil o incluso de una guerra mundial, que conocieron el hambre, en las que su mirada del mundo se ha esculpido en esta clase de batallas. En la mayoría de los casos, la vida no alcanza para dar la vuelta y ver la otra cara de la luna, no alcanza como para flexibilizar esos aprendizajes, relativizar la absolutez con que vivimos esos aprendizajes, porque estas experiencias se han grabado con mucha profundidad –como todas las cosas que se viven cuando se está en situaciones límite-.

Uno de estos mandatos que he podido percibir en familias de inmigrantes, es por ejemplo, el del trabajo duro. Recuerdo en estas familias, por ejemplo, comentarios muy duros acerca de la gente que tiene dinero y logra hacerse de un status económico debido a una profesión en bastante poco tiempo comparado con el trabajo duro, el esfuerzo sostenido que ellos vienen realizando como familia tal vez a lo largo de una o dos generaciones. Entonces, estos comentarios que vienen de la mano del mensaje “hay que trabajar mucho para hacer dinero”, “eres mejor persona si te esfuerzas para lograrlo”, “hay que esforzarse mucho, las cosas no vienen regaladas”, “hace falta mucho sudor y lágrimas para asomar la cabeza por encima de la sobrevivencia”. Y esto contrasta con este ejemplo del profesional que ha logrado en mucho menos tiempo una buena posición, y se saca la conclusión de que “la gente que tiene dinero es mala”. Entonces son personas envidiosas o recelosas del dinero que tienen los demás porque a ellas les ha costado mucho esfuerzo, privarse de vacaciones, etc. Entonces el mandato familiar es “hay que romperse el lomo trabajando, y si lo hacés así, vas a ser parte de los nuestros; y si no lo hacés así, estás de alguna manera excluido porque rompés la tradición, rompés el modelo”.

Esto no está escrito, no está dicho. Son contratos morales implícitos, leyes tácitas. En algunos casos esa ley es tan fuerte que es como si se dijera ‘no debés ser rico’, o ‘no debés descansar’, o ‘si hacés mucho dinero vas a ser malo, porque has zafado de este mandato familiar’. Y todo el mundo se sentiría incómodo si uno de los parientes se le ocurriera no trabajar o trabajar mucho menos para ir a la universidad y ser un profesional.

Estos mensajes suelen bloquear bastante la proyección de los miembros y de las personas porque sienten que no hay libertad para poder descubrir la propia misión, no hay autonomía. Pero no hay ‘desde adentro’. No es que alguien nos lo prohiba desde afuera. Tal vez si una persona plantea ‘yo quiero hacer esto’ nadie diga nada, pero está dentro el que me juzga mal, el que me impone determinadas conclusiones sobre la realidad, el que me obliga a sincronizar con estos mandatos, órdenes, leyes, creencias familiares.

Hay familias que transmiten mensajes como los siguientes (en torno a lo económico):

          Tengo que tener mucho dinero para ser ‘un triunfador’

          Si no me esfuerzo mucho para tener dinero, no merezco tenerlo

          Soy mejor persona si trabajo duro, tan duro como para no tener tiempo de descansar

          Es mejor no tener dinero, porque si tengo mucho voy a ser codicioso y lo voy a malgastar

          Los pobres son malas personas (esto está a la orden del día sobre todo en familias que se estructuran mas bien en torno a creencias burguesas): los pobres son vagos, se lo merecen

          Dios me querrá mas si sufro o padezco dificultades

          Si las cosas vienen fáciles, seguramente en algún momento vendrá el castigo

          Tengo que cuidar mi dinero, porque si no va a desaparecer. El ahorro es la clave

          No merezco tener lo que quiero

          Si yo tengo lo suficiente, habrá otros que no tengan (a veces en familias muy católicas suele machacarse mucho esto)

Creencias o mandatos familiares que tienen que ver con el estado físico:

          Los enfermos son personas débiles –en el fondo malas-. O al revés:

          Es bueno estar lo suficientemente enfermo como para necesitar cuidado de los demás. El enfermo es lo primero.

          Tengo que ser un deportista de lo mejor para que mi familia y el mundo me valore (hay profesores de gimnasia que comentan que no saben cómo hacer para que los padres no humillen a sus hijos si pierden o no presionen sobre ellos para que ganen)

          Para ser bueno/a, importante en la vida, tengo que ser flaco/a. Si soy gordo/a, no soy querido/a (esto desencadena en muchísimos casos, anorexia ¿cómo? Por ejemplo, madres que se pasan toda la vida haciendo, sin recomendaciones médicas, dietas para sus hijas solo por el hecho de que son de una estructura grandota)

          Tengo que tener aspecto joven para valer algo: estar arreglada, bonita, atractiva

          Parecer ‘mayor’ es de sabios (hay familias en las que los adolescentes no representan la edad que tienen: tienen un lenguaje que verdaderamente no es real –porque nadie se torna sabio de la noche a la mañana-)

          Es peligroso ser linda, porque a las chicas guapas les ocurren cosas malas

Creencias que tienen que ver con la espiritualidad:

          Dios me querrá mas si me esfuerzo –y mucho- y no guardo nada para mi

          Las personas que no van a la iglesia son malas. En muchas familias, las creencias religiosas se viven con esta discriminación: ‘ellos están equivocados’

          Si cometo un error Dios me va a castigar

          Dios no existe. A veces hay familias que hacen mucho énfasis en su ateismo –no el que ellos viven sino el que exigen que vivan sus hijos, no sea cosa que el hijo se les haga creyente-.

          Dios quiere mas a las personas ‘tales’ que a las ‘cuales’….

          Hay que ser muy importante para que Dios nos preste atención

 
Creencias familiares que influyen en la relación con los demás:

          Mejor, lo hago todo solo, porque si los demás me ayudan pongo en evidencia mi debilidad y mi vulnerabilidad.

          Las personas de una determinada raza son superiores a los otros

          Tengo que ser puntual en los acontecimientos. Si llego tarde soy irrespetuoso

          Las necesidades de los demás son más importantes que las mías

          Mejor es estar solo. Las relaciones duelen.

PALABRAS PARA JULIA

Tu no puedes volver atrás porque la vida ya te empuja como un aullido interminable, interminable . . .
Te sentirás acorralada, te sentirás perdida o sola. Tal vez querrás no haber nacido, no haber nacido . . .
Pero tu siempre acuérdate de lo que un día yo escribí pensando en ti, pensando en ti como ahora pienso . . .

La vida es bella, ya veras como a pesar de los pesares tendrás amigos, tendrás amor, tendrás amigos . . .
Un hombre solo, una mujer, así tomados de uno en uno, son como polvo no son nada. No son nada . . .
Entonces s siempre acuérdate de lo que un día yo escribí pensando en ti, pensando en ti como ahora pienso . . .

Otros esperan que resistas, que les ayude tu alegría, que les ayude tu canción entre sus canciones . . .
Nunca te entregues ni te apartes junto al camino,  nunca digas: No puedo mas y aquí me quedo.

Entonces s siempre acuérdate de lo que un día yo escribí pensando en ti, pensando en ti como ahora pienso . . .

No se decirte nada mas, pero tu debes comprender que yo aun estoy en el camino.
Pero tu siempre acuérdate de lo que un día yo escribí pensando en ti, pensando en ti como ahora pienso . . .

La mayoría de estos mandatos son inconcientes. A veces son tan desmesurados que los tornamos concientes. Pero eso no alcanza a veces para liberarse de ellos. En realidad, tampoco se trata de tirarlos por la borda. Quisiera compararlos con un cielo estrellado: las estrellas están todo el tiempo, solo que no las vemos de día. Y así y todo no vamos a ver la misma cantidad de estrellas por la noche si estamos en medio del campo a si estamos en medio de una ciudad iluminada. De la misma manera, podemos decir que nuestra conciencia ve solo algunas estrellas y de a ratos incluso. No las ve durante ‘la luz de la razón’, pero cuando oscurece un poco ya sea porque las circunstancias de la vida nos llevan hacia una mirada más introspectiva o mas reflexiva, porque tenemos problemas y tenemos la obligación de rastrear adentro nuestro lo que nos pasa, porque nos sentimos confundidos o de pronto no nos alcanza la luz de la razón adquirida hasta ese momento y entramos en una suerte de ocaso de nuestra racionalidad y del uso de esa parte de nuestro cerebro y entramos a otra parte de nuestro cerebro –la emocional-. Entonces oscurece por fuera, pero comenzamos a ver tanta cantidad de estrellas que han estado siempre allí pero no nos hemos dado cuenta. Me estoy refiriendo a otra forma de ver la vida, a otras racionalidades, a otros sistemas de creencias, a otros pensamientos que de pronto ni se nos hubiera ocurrido pensar que se podía vivir de otra manera.

Particularmente en estos tiempos que corren, donde la cultura monolítica, homogénea, estalló, y hay muchas culturas dentro de una misma cultura, muchas creencias, es muy interesante, es rico y enriquecedor y novedoso abrir nuestra conciencia y procurar ver la vida de otra manera. Eso solo ya es muy sanante. Pero para eso hay que estar dispuesto a no tirar sino transformar, ir más allá de esos patrones de conducta que me decían “vas a ser amado –o valorado, o respetado, etc- en la medida en que…”

En algunos casos el mandato pasa por lo físico, en otros por lo intelectual, en otros en el impactar, deslumbrar, en otros por el ser envidiable… en definitiva: pasa por una exigencia que en mas de una ocasión puede quitarnos la salud física y la emocional.

 
Voy a usar ahora –aunque no me gusta mucho- la imagen del ‘ordenador’ de la computadora. Igual que los ordenadores, que tienen sistemas muy complejos de procesamiento y discos duros profundamente incrustados, igual nuestras mentes tienen en el ‘disco duro’ ‘programas’ instalados de alguna manera que funcionan casi automáticamente. Y hay que dar nueva información, y limpiar el disco duro.

Algunas personas no cambian prácticamente nada, y recorren las viejas historias una y otra vez. Y sufren por ellas. Y sin embargo no las pueden soltar.

Cuando nos encerramos en las percepciones de nuestra familia –cuando quedamos encerrados en nuestro ‘ordenador’- cuando seguimos pensando que no somos lo suficientemente buenos o inteligentes o exitosos, se inicia nuevamente el ciclo de repetición, y nuevamente nos esforzamos más y mas porque no he logrado lo que buscaba, porque no me esforcé lo suficiente. Hasta que finalmente muchas veces el sistema psìquico se recalienta y se quiebra.

Cuando tenemos experiencias que nos hacen tomar decisiones sobre nuestra vida y nos aventuramos en un mundo que va mas allá de las experiencias que tenemos como válidas, entonces allí crecemos y nos transformamos. Y no es que pensemos que aquello que hemos recibido como mandato familiar sea erróneo. Quizá sea ‘el lucero de la mañana’ pero en el firmamento, hay muchas otras estrellas…

SENTENCIA Alberto Plaza

Estaré en tu boca por donde vayas y seré yo mismo lo que tu vences
Habrá primavera todos los meses y serán de nubes nuestras murallas
Seré el compañero que no desmaya cuando venga el tiempo de los reveces
Nos levantaremos una y mil veces , ganaremos una y otra batalla

Mírame a los ojos, yo te sentencio a volar conmigo por el silencio, a escapar del yugo de la memoria
Mírame a los ojos no digas nada . La desesperanza está derrotada. Este es el amor, lo demás historia
Historia…

El mandato familiar, y la creencia familiar, son dos cosas distintas, aunque abrevan en el mismo territorio emocional. El mandato ya es una acción positiva sobre el otro, es darle una orden. La creencia es creer sencillamente, estar convencido que se ha descubierto este camino para tener éxito en la vida –de la índole que fuera: económico, emocional, etc.-, y esa creencia se transmite a veces con el mismo estilo de vida. No es necesario dar ninguna orden.

Vuelvo a recordar: estas órdenes o mandatos o creencias van siendo percibidas desde pequeños porque son el legado de los mayores, que van marcando el camino. Cuando uno está en un lugar sin caminos y encuentra un sendero o una huella, ¿qué dice?: por acá pasó alguien, esto va a algún lugar. La psiquis infantil de alguna manera dice lo mismo: voy a seguir la huella que está marcada. Y cuando somos grandes, nos preguntamos a dónde queremos realmente ir, porque quizá esta huella, este sendero abierto por mis mayores era muy bueno para ir a determinado lugar, pero no es bueno para ir al lugar donde yo quiero ir, que es diferente. Y ahí es donde entra a jugar internamente sobre todo, qué grado de libertad tengo yo para elegir rumbos diferentes a los de mi familia (no me estoy refiriendo a elegir rumbos morales o negativos en cuanto a lo ético. No estoy diciendo ‘elegir el rumbo del delito’. Estoy diciendo: dentro de los caminos posibles de la vida, el propio)

Y ahí es donde aparece la turbulencia y los distintos grados de libertad para poder elegir un camino diferente al camino andado, y el arte de poder integrar los consejos y la sabiduría paterna, la transferencia de su experiencia que es fundamental. Porque en esto de ganar libertad para recorrer el propio camino a veces los jóvenes pretenden hacer la experiencia desde Adán y Eva hasta la fecha, y no se puede. Por algo la humanidad crece y se desarrolla transmitiendo de generación en generación aprendizajes importantísimos acerca de la vida. El problema es cómo funcionan adentro, con qué rigidez, con qué grado de absolutez. Sobre todo detectar si producen angustia, miedo, frustración, adicciones, si estos problemas, estas creencias generan algún tipo de dificultades vinculares, de abusos de cualquier tipo, de fracasos en las relaciones, de adicción a las drogas o al alcohol o a la comida, o desapego emocional –personas frías, indiferentes, que le da lo mismo cualquier cosa-, o rabia. Allí entonces tendríamos que entrar a revisar algunas cosas

En una familia donde todos sus miembros son brillantes intelectualmente, donde en la mesa se hablan solo temas de alto vuelo intelectual, donde leer es prácticamente una obligación o un mandato, donde hasta se respira en el ambiente un nivel de altísima exigencia, por ejemplo, ¿qué puede hacer uno de sus miembros sino cargar su mochila pesada por el solo hecho de pertenecer a esa familia? Cuando no llega al máximo en ese terreno, entra en una situación de angustia sin que explícitamente nadie le pida nada. Pero esos patrones se plasman en modelos de vida y de comportamiento, y ejercen también un peso muy grande. A veces, por lo que no se dice. A veces solo bastaría con decir ‘oiga, hija querida, a nosotros nos gusta el desarrollo intelectual, pero usted no tiene por qué seguir este camino, la vamos a querer igual. Usted puede tener dones o talentos para otras cosas’.

A veces la omisión de determinados mensajes liberadores es lo que genera este encadenamiento.

En varias oportunidades, Jesús pone las cosas en su lugar, es decir: se trata de honrar al padre y a la madre, y en el padre y en la madre honrar estas tradiciones ancestrales, honrar la experiencia de nuestros antepasados. Pero no se trata de construir un ídolo con esas experiencias. Por eso en Ez 20,18 leemos “no sigan los preceptos de sus padres, no observen sus leyes ni se contaminen con sus ídolos” . Otra traducción dice “no andéis sobre las estatuas de vuestros padres ni sigáis sus opiniones”.

Si bien hay que sacarlos del contexto en el que está hablando el profeta, igual vale en el sentido de que tanto el profeta Ezequiel como Jesús en el Evangelio, cuando le dicen “benditos los pechos que te amamantaron y el vientre que te formó” El les dice “benditos mas bien los que escuchan la Palabra de Dios y la practican”.

El alma se enferma cuando idolatra la tradición ancestral por encima de las leyes de la vida que Dios nos quiere enseñar a nosotros, o por encima de cualquier cosa que nos impida escuchar, abrirnos a otras experiencias.

Jeremías 16,19 dice “nuestros padres seguramente han heredado mentiras, vanidad, y cosas que no tienen ningún beneficio”. Sepan interpretar lo que les estoy queriendo transmitir: que no siempre por el solo hecho de estar inscripto en nuestro ‘disco duro’, todo es verdad, todo funciona así y solamente así. Se puede ser feliz, ser amada, ser buena persona sin ser una alumna sobresaliente, sin tener la obligación de cuidar todo el tiempo a los hermanos.

Yo tengo el derecho de llorar, y si mi papá me dice ‘no llores, maricón’, tengo el derecho de llorar igual, y mi papá va a aprender, y yo voy a aprender, y todos vamos a aprender.

Yo tengo derecho a ser amado aunque no encuentre mi rumbo en la vida, aunque no me haga cargo todo el tiempo de las necesidades de todo el mundo. Tengo derecho también de vez en cuando a darme la prioridad. No es cierto que Dios quiere más a éstas personas que a éstas otras.

Algunas preguntas nos pueden ayudar a detectar en qué momento estas creencias, mandatos o tradiciones familiares han limitado nuestro camino por la vida, nos pueden ayudar a descubrir por dónde pueden estar funcionando estas creencias familiares, que me consta, muchas veces no han sido voluntad de los padres ofrecerlas como tales. Si ellos fueran concientes del mensaje que han emitido y de la infelicidad que causan con este mensaje seguramente lo borran en seguida en la mayoría de los casos. Hay quienes no: son muy tercos y ponen el mensaje por encima del amor paternal o filial. Y esto es construir un ídolo con las creencias de la vida.

 
          ¿Qué es lo que más querés en tu vida ahora? ¿conseguir más dinero, tener una buena pareja, tener menos trabajo, sentirte feliz, crear un hogar armonioso? Después de contestarte esta pregunta, preguntate:

          Lo que deseás ¿difiere de lo que experimentaron tus padres o tus ancestros? (no de lo que te dijeron, sino de lo que ellos experimentaron. Ej: querés tener una linda relación de pareja, y resulta que tus padres tuvieron una bastante mala. Esto hay que observarlo, examinarlo, porque tal vez en el ‘disco duro’ ya estés programado para un fracaso. Porque lo que no se hace conciente y no se ventila, se repite. Tiende a repetirse lo que ‘está en las sombras’. Casi se diría: es ley de evolución. Es como un grito ahogado que necesita ser escuchado, y hasta que no se escuche, se vuelve a repetir una y otra vez)

          ¿Podrías reconocer si los patrones de esa experiencia de tus padres o abuelos no tienden a repetirse en tu vida? Y si es así ¿a través de qué pensamientos o procedimientos tuyos tendés a repetir lo que ellos experimentaron?

          Escribí una o más tradiciones que hayas aprendido de tu madre y/o de tu padre, que te hayan impedido sentirte bien. Por ejemplo: ¿tu madre era una víctima?¿creía que la vida era un sufrimiento constante? Las tradiciones que te facilitaron la vida, en hora buena: vamos a honrarlas, celebrarlas y agradecerlas.

Hay lealtades familiares que marcan nuestra vida. Repasalas. Ahora te pertenecen, están en vos. No es para echar la culpa a nadie. Cada uno realizó su camino como mejor pudo, con los recursos que tenía. Está en nosotros tomar su antorcha y llevarla más allá en el amor, en la felicidad y en la libertad. Hay mandatos que nos vienen bien en el sentido que no nos traban en la vida. Si somos felices con ese mandato y seguimos la tradición y las cosas van bien, no debemos objetarlos. Solo debemos limpiar aquellos mandatos que entorpecen.

Y quiero agregar otra cosa: lo más preocupante hoy es que no hay mandatos ni tradiciones. Los chicos no tienen ni qué copiar ni contra qué rebelarse, porque hay una anomia, una indiferencia, un vaciamiento, que es mucho peor. En definitiva, el mensaje que queda es ‘criate como guachito, como puedas, como hierba del campo. Nosotros te alimentamos y te damos plata’. En muchos hogares no hay ni siquiera opinión de nada. Solo comida, cama, televisión playstation, computadora, escuela. Y eso es peor, porque no hay nada en torno a lo cual organizar la propia psiquis. Ya sea a favor o en contra, debe haber una referencia. En muchos hogares se ha cortado el vínculo con los ancestros mayores, los padres se dedican todo el tiempo a sus cosas o a trabajar, y los chicos se crían como pueden. Son hijos de la televisión en la mayoría de los casos.

Siempre hay que abrir la cabeza, ponerse en el lugar del otro, en los zapatos del otro, para después retornar enriquecidos –o no- a nuestras propias creencias. Yo no estoy propiciando que no haya creencias, sino que estas deben ser flexibles, permeables (no cambiantes), es decir, permitir el enriquecimiento con otras formas de vida y otras creencias. A veces las creencias son algo así como armaduras, entonces no es que sean buenas o malas: son rígidas, pesadas, no nos permiten el fluir de la vida, la transformación, la felicidad, la alegría. Hacen demasiado denso y pesado lo que en realidad es liviano. Las rigideces de los mandatos hacen a veces ‘un agujero’: es cierto que hay que tener la casa limpia, pero es mentira que voy a ser mejor persona porque la casa esté limpia. Dicho de otra manera: lo que me está diciendo es que todavía soy un niño que está a la espera de una aprobación, el afecto y la valoración de papá y mamá, puestos en profesores, maridos, hijos, sociedad, locutora de Radio maría, etc. Alguien me tiene que premiar, alguien me tiene que legitimar, alguien me tiene que valorar, alguien me tiene que reconocer, y para lograr alcanzar ese premio ‘debo hacer tal cosa’ o ‘no debo hacer tal otra’. Esto fue muy fuerte hace un tiempo en las chicas, en su forma de vestirse (‘sacate esa pollera que parecés una loca’. Ese tipo de comentarios golpea duro. Quiere decir que mi hija va a ser en su sexualidad una mujer digna o prostituida por el largo de la pollera que lleve. Fijémonos qué hay por detrás de estos mandatos rígidos. Qué distinto es decir ‘sos una mujer muy bonita, tenés lindas piernas, hay demasiados locos sueltos y al verte tan atractiva sería conveniente que en determinados lugares vayas un poco más discreta’. El mensaje sería diferente al que tal vez muchas mujeres escucharon)

¿Cómo cambiamos los mandatos?

En primer lugar, tomando conciencia de ellos. Y en segundo lugar, animándose a ir mas allá de ellos: no en contra sino más allá. Ejemplo: si en algún momento tengo que aprender a convivir con la casa sucia para ver lo que se siente y para ponerme en pie como persona, tal vez tenga que pasar por esa experiencia. En lo posible, lo mejor es buscar el equilibrio.

 
Todos queremos ser felices. Luchemos por conseguirlo y oremos para que el Señor limpie esas cosas que están en lo más profundo de nuestro corazón.

DESIDERATA.
Camina plácido entre el ruido y la prisa…
…y piensa en la paz que se puede encontrar en el silencio.
En cuanto sea posible y sin rendirte, manten buenas relaciones con todas las personas.
enuncia tu verdad de una manera serena y clara
escucha a los demás, incluso al torpe o el ignorante: también ellos tienen su historia.
evita las personas ruidosas y agresivas, ya que son un fastidio para el espíritu.
Si te comparas con los demás, te volveras vano y amargado, porque siempre habrá personas más grandes y más pequeñas que tú.

Disfruta de tus exitos, lo mismo que de tus planes
mantén el interés en tu propia carrera por humilde que sea: ella es una verdadero tesoro en el fortuito cambiar de los tiempos…
sé cauto en tus negocios, porque el mundo está lleno de engaños…
… mas no dejes que esto te vuelva ciego para la virtud que existe.
hay muchas personas que se esfuerzan por alcanzar nobles ideales, la vida está llena de heroísmo.
Sé sincero contigo mismo. en especial no finjas el afecto y no seas cinico en el amor..
…pues en medio de todas las arideces y desengaños es perenne como la hierba.
acata dosilmente el consejo de los años, abandonando con donaire las cosas de la juventud
Cultiva la firmeza del espiritu, para que te proteja en las adversidades repentinas
muchos temores nacen de la fatiga y la soledad
Sobre una sana disciplina, sé benigno contigo mismo.

Tú eres una criatura del universo, no menos que las plantas y las estrellas, tienes derecho a existir.
y sea que te resulte claro o no, indudablemente el universo marcha como debiera.
Por eso debes estar en paz con dios, cualquiera que sea tu idea de él, y sean cualesquieras tus trabajos y aspiraciones.
Conserva la paz con tu alma en la bulliciosa confusión de la vida.
Aun con todas su farsa, penalidades y sueños fallidos, el mundo es todavía hermoso.
Se cauto.
Esfuérzate por ser feliz