María Magdalena, un amor desbordante

martes, 18 de abril de 2017
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18/04/2017 – Durante éstos días de octava de Pascua, reflexionamos sobre las figuras de la pascua. Junto a ellos hacemos un camino que nos invita a renovarnos. Hoy el evangelio nos propone a María Magdalena, la primera en encontrarse con el Resucitado. El año pasado, el Papa Francisco, elevó a la condición de festividad a la memoria de María magdalena como apóstol de los apóstoles y se celebra el 22 de julio.

“María se había quedado afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies del lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesús. Ellos le dijeron: «Mujer, ¿por qué lloras?». María respondió: «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto». Al decir esto se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció. Jesús le preguntó: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?». Ella, pensando que era el cuidador de la huerta, le respondió: «Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo». Jesús le dijo: «¡María!». Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: «¡Raboní!», es decir «¡Maestro!». Jesús le dijo: «No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: «Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes». María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que él le había dicho esas palabras.

Juan 20,11-18

 

Un amor desbordante

Apóstol significa enviado. María es la primer enviada a transmitir el anuncio de que Jesús había resucitado. Ella tiene un amor desbordante, es Jesús quien la ha rescatado de lugares de indignidad. María Magdalena es una amante apasionada del Señor.

Dice Martín Descalzo,  ¿por qué tener miedo a reconocer que la vida de Jesús estuvo rodeada de amor, que él era infinitamente amable y que esta mujer le amo con todo su corazón de mujer? ¿Es que todo amor es sucio y habría que recortar sus puntas por miedo a la suciedad? Pobres los que no crean que puede existir otro amor que el de la carne. El de Magdalena era limpio. Pero no por limpio era menos total. Más bien habrá que decir que era total porque no se detenía en la carne. Como mujer su amor estaba lleno de delicadeza y de detalles, como el de la mañana de hoy de ir a visitarlo al sepulcro. Y llenaba hasta los bordes su corazón. Dice San Ignacio que el amor se manifiesta más en las obras que en las Palabras. El Papa dice a los jóvenes que los grandes ideales se manifiestan en los detalles concretos. Santa Teresita entendió bien que para el amor total había que centrarse en el caminito de cada día.

María Magdalena ama apasionadamente. Por eso, tras la muerte del Maestro amado, andaba como muerta. Había perdido su razón de vivir. Se la había perdonado mucho porque había amado mucho y ahora —muerto el— ya no sabía qué hacer con su amor y con su vida. Por eso caminaba como enloquecida por los caminos. Por eso, cuando supo que el sepulcro estaba vacío, no pudo esperar. Los ángeles habían dicho que le verían en Galilea. Pero ¿que sabían los ángeles? ¿Cómo podía ella abandonar la tierra en que había muerto su amado? ¿Y quién nos asegura que no fue este amor desatinado quien hizo cambiar los planes de Jesús para encontrarse cuanto antes visiblemente con los suyos? Aun la omnipotencia de Dios —dice Bruckberger—parece incapaz de resistir al amor ¡Qué gran santa la que fue juzgada digna de ser incorporada enseguida y tan profundamente al misterio de nuestra salvación!

 

Jesús aparece con sus llagas y les muestra un camino de liberación que corre las piedras de la oscuridad, de la muerte, del vacío, del sinsentido, del odio, de la venganza y de la traición (5)

Un amor que se hace anuncio

Es necesario para un mundo paganizado que desconoce el sentido de la trascendencia anunciar la Buena Noticia desde el principio. Y el anuncio de María Magdalena es el meollo: el que había sido crucificado ha resucitado. Hay signos bien sencillos. La piedra ha sido corrida,

“Ve a decir a mis hermano que en Galilea me verán”, le dice Jesús. Al Señor no hay que retenerlo sino irlo siguiendo por los pequeños signos que nos va dejando. María siente la necesidad de liberar las fuerzas de su amor yendo a donde el Señor la manda.

El anuncio tiene esa fuerza capaz de conquistar el corazón de quien lo recibe, siempre y cuando lo hagamos con la libertad que el Señor nos pide. Más de lo que decimos, con la fuerza de quien lo dice. Ella con su amor convence a los apóstoles de que el Señor vive.

Jesús aparece con sus llagas y les muestra un camino de liberación que corre las piedras de la oscuridad, de la muerte, del vacío, del sinsentido, del odio, de la venganza y de la traición (4)

Un amor trascendente

Jesús rompe las lógicas. Él dice que ha venido por los más pobres y sufrientes; Jesús se acerca a los niños y lo muestra como un Maestro distinto. Jesús a rostro descubierto conversa con la Samaritana, con libertad interior por encima de las costumbres de la época. Este modo distinto de mostrarse de Jesús, yendo más allá de lo que la ley dice, rompe con la lógica de los esperado y hace que trascienda. Jesús va más allá, y también nos invita a amar más allá de nuestras lógicas.

Ojalá nosotros sintamos que allí donde el amor se nos hace desmesurado, entendamos que lo que hacemos, aunque poco pero con mucho amor, tiene gran trascendencia. Que puedas entender que con lo poco que hacés (aunque sea mucho pero poco en relación a todo lo que hay por construir) tiene gran trascendencia. Eso hace que eso que enfrentemos lo hagamos con alegría, gozo y entusiasmo. Eso es vivir resucitados. Que la gracia del amor Resucitado que ganó el corazón de María Magdalena lo haga también con el tuyo y te anime a anunciar que el Señor está vivo.

Ahora debemos detenernos un momento para medir la trascendencia de esta escena. Y será bueno hacerlo contando aquí las vacilaciones con las que santo Tomás comenta la escena en su Suma teológica. ¿Cómo es posible —se pregunta— que Cristo empiece apareciéndose a una mujer si Cristo se muestra a quienes han de convertirse en testigos de su resurrección y san Pablo parece excluir a las mujeres de este testimonio? ¿Si la mujer —insiste— no está autorizada a enseñar públicamente en la Iglesia, cómo se encomienda a una mujer este máximo testimonio?

Y se responde santo Tomás a sí mismo:

Cristo se apareció a mujeres para que la mujer, que había sido la primera en dar al hombre un mensaje de muerte —con Eva— fuera también la primera en anunciar la vida en la gloria de Cristo resucitado. Para eso explica san Cirilo de Alejandría: «La mujer fue antaño ministro de la muerte, también ella es la primera que percibe y anuncia el venerable misterio de la resurrección». Ahí el sexo femenino ha obtenido la absolución de la ignominia y el rechazo de la maldición.

Pero santo Tomás dice aún más:

Y qué gozo descubrir que Cristo reserva la primicia de su gran noticia para esta pecadora de la que tuvo que arrancar siete demonios. ¡Qué largo camino el recorrido por esta mujer que un día abrazó y regó con sus lágramias los pies de Cristo y que ahora vuelve a abrazarlos resucitados! «No me toques» le dijo Jesús. O más bien, como gustan de traducir ahora los especialistas: Deja ya de tocarme. Y entonces Magdalena descubre que, definitivamente, su amor es ya un amor por encima de este mundo y, como concluye Bruckberger, deja alejarse a su Amado, y en esa privación está el más hermoso homenaje de amor que una mujer haya hecho a un hombre.