Misión: más escuchar que hablar

miércoles, 11 de octubre de 2017
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11/10/2017 – Cuando nos ponemos en salida misionera no es más importante lo que vamos a decir, sino ponernos en actitud de escucha empática.

 

“Llegó a una ciudad de Samaría llamada Sicar, cerca de las tierras que Jacob había dado a su hijo José. Allí se encuentra el pozo de Jacob. Jesús, fatigado del camino, se había sentado junto al pozo. Era la hora del mediodía. Una mujer de Samaría fue a sacar agua, y Jesús le dijo: «Dame de beber». Sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar alimentos. La samaritana le respondió: «¡Cómo! ¿Tú, que eres judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?». Los judíos, en efecto, no se trataban con los samaritanos. Jesús le respondió: «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: «Dame de beber», tú misma se lo hubieras pedido, y él te habría dado agua viva».

«Señor, le dijo ella, no tienes nada para sacar el agua y el pozo es profundo. ¿De dónde sacas esa agua viva? ¿Eres acaso más grande que nuestro padre Jacob, que nos ha dado este pozo, donde él bebió, lo mismo que sus hijos y sus animales?».

Jesús le respondió: «El que beba de esta agua tendrá nuevamente sed, pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más volverá a tener sed. El agua que yo le daré se convertirá en él en manantial que brotará hasta la Vida eterna». «Señor, le dijo la mujer, dame de esa agua para que no tenga más sed y no necesite venir hasta aquí a sacarla». Jesús le respondió: «Ve, llama a tu marido y vuelve aquí». La mujer respondió: «No tengo marido».

Jesús continuó: «Tienes razón al decir que no tienes marido, porque has tenido cinco y el que ahora tienes no es tu marido; en eso has dicho la verdad». La mujer le dijo: «Señor, veo que eres un profeta. Nuestros padres adoraron en esta montaña, y ustedes dicen que es en Jerusalén donde se debe adorar».

Jesús le respondió: «Créeme, mujer, llega la hora en que ni en esta montaña ni en Jerusalén se adorará al Padre. Ustedes adoran lo que no conocen; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero la hora se acerca, y ya ha llegado, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque esos son los adoradores que quiere el Padre. Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad». La mujer le dijo: «Yo sé que el Mesías, llamado Cristo, debe venir. Cuando él venga, nos anunciará todo». Jesús le respondió: «Soy yo, el que habla contigo».

Juan 4, 5-26

 

 

Pasos para una escucha atenta y empática:

a) Liberar el espacio del relato del otro a partir de una pregunta incompleta, dar una indicación que queremos saber más de lo que está diciendo – como tirarle un lazo para que pueda sacar más de lo que hasta aquí ha sacado de adentro suyo, y repetir una frase clave.

b) Indicar que queremos saber más. Esta indicación puede ser: qué mas podrías decir, qué interesante lo que estás diciendo, que importante, te darás cuenta el valor que tiene, el peso que tiene lo que estás compartiendo. Claro que no puede ser una técnica vacía ni estereotipada, una forma de estar parado frente al discurso del otro como quien ya sabe que esto lo debe aplicar y a partir de allí seguramente encontrará resultado, porque justamente lo que tiene la empatía de rico y lo más importante es que yo estoy parado en el lugar donde el otro se encuentra, saber lo que al otro le pasa, desde donde el otro lo está viviendo, meterse en su mundo y saber cuáles son sus parámetros de auto comprensión, aprender a leer de donde el otro se lee a sí mismo. Sólo cuando yo estoy parado en este lugar puedo favorecer la posibilidad de que el otro se sienta acompañado y decir algo más de lo que hasta aquí ha dicho de sí mismo.

c) Repetir una frase clave que el otro ha dicho. Esperar en silencio y no apurar, no querer ocupar el espacio que el silencio ha ganado para que la palabra pueda hacerse lugar desde ella, liberarnos de la ansiedad de verla sacar de adentro suyo su tristeza y permitir que la palabra vaya siendo la que le gane lugar a la angustia y haga inteligible lo que resulta extraño y a partir de allí liberar los sentimientos.

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Actitudes en la escucha

Además hay maneras de expresarnos que son realmente empáticas y que nos ayudan y ayudan al otro para que podamos estar en su mundo y desde su mundo hacer comprensible, para el mismo su propio discurso y encontrarnos. Lo propio de la comunicación es que entre un yo y un tú, se produzca un encuentro que genere una tercera persona que llamamos nosotros y desde ese lugar descubrir la fuerza de comunicación y de vínculo que existe en todo proceso de comunicación y acompañamiento pastoral.

Hay palabras cercanas, expresiones que brotan en el momento mismo de la conversación donde el otro se sabe recibido. Esto no es una técnica mecanicista sino una actitud, un modo de estar presente y que uno debe saber en qué momento aplicar en el proceso de liberación de la palabra del otro, un gesto, una palabra, una intervención, dejar que el silencio mismo gane lugar hasta que la palabra venga. Esto se aprende con el proceso del ejercicio de la escucha empática.

La actitud empática es el poder asumir al otro desde donde está, no llevarlo donde debería ir porque nosotros conocemos el camino mejor – Dios tiene caminos diversos para las personas. Este es un error habitual que cometemos quienes acompañamos a las persona, querer conducirlo al otro, cuando en realidad no hay que conducir hay que permitir que el otro se sepa conducir, que aprenda a manejarse por sí mismo. Esto nos pasa cuando en el corazón puede más el paternalismo que una saludable paternidad, una excesiva paternidad o maternidad. Ejemplo cuando uno a su hijo o hija le quiere mostrar el camino de la vida, el camino de la vida no se muestra, se lo recorre. Estamos llamados a ser más al estilo de Jesús, acompañantes en el camino más que quienes indican en el camino.

 

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Obstáculos para la escucha

Tomar conciencia de los obstáculos que condicionan la escucha es el mejor camino para mejorarla.

He aquí los principales obstáculos:
1. La ANSIEDAD por saber cómo proceder, salir airoso.
2. La SUPERFICIALIDAD ante las pausas, el silencio prolongado.
3. La DISTRACCIÓN, perdiendo el hilo de la conversación y de la necesidad del ayudado.
4. La PASIVIDAD, que nunca llega a confrontar sana y serenamente.
5. La tendencia a CALCULAR: todo tiene que estar controlado: qué decir, qué callar, cómo hacer.
6. La tendencia a JUZGAR, analizándolo todo con moralismo.
7. La tendencia a PREDICAR y RECETAR, a aburrir.
8. La tendencia a SELECCIONAR temas, tiempos, evitando confrontarnos con la realidad que asumiéndola hace madurar.
Ciertamente, cuanto más escucha uno y ve escuchar a otros más comprende la necesidad de mejorar su actitud de escucha.

 

 

Padre Javier Soteras