Programa 3: La amistad don de los hombres y don de Dios

miércoles, 11 de abril de 2007
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Bloque 1:

 

“… El amigo fiel es como un refugio seguro.

El que lo encuentra, ha encontrado su tesoro.

El amigo fiel no tiene precio,

no hay peso que pueda medir su valor.

El amigo fiel es un bálsamo para la vida.

Los que buscan a Dios lo encontrarán…”

 

 Eclesiástico 6,14-16.

Querido Amigo:
 
Te escribo estas líneas sabiendo que redactar cartas es un secreto placer de encuentro escondido y callado, con silencio de miradas que se buscan y se entrecruzan a través de un texto. Estas palabras son una entrega a la distancia. Para quien escribe es hacer que las manos se vuelvan corazón y para quien lee, es convertir los ojos en oídos. La carta -distinta del llamado telefónico que tiene la inmediatez de la voz pero que muere apenas termina la comunicación- posee, en cambio, una cierta permanencia. Me puedes  leer y releer, y mañana continuaré diciéndote lo mismo y puedes volver en años y aún después que me muera me darás la oportunidad de hablarte más allá del tiempo. La carta tiene el poder de la permanencia y de una cierta inmortalidad. Además requiere de otra característica exquisita: La intimidad de los corazones.
Tal vez más que escribir esta carta, la estoy leyendo. Seguramente estoy leyendo algo de mi corazón y posiblemente estoy leyendo algo del tuyo. Escribir cartas regala el extraño don de percibir interiores y de «leer» corazones.

Amigo, te escribo celebrando nuestra amistad: Bésame el alma y el corazón. Tócame la soledad y enciéndela. Que nuestra amistad viaje por las galerías del tiempo y por los espacios en los que transita la distancia. Que tu presencia en mi vida sea como una palabra de bienvenida. ¡Gracias amigo por haber encontrado mi camino!

Bloque 2: 
 
“ … El bálsamo y el perfume alegran el corazón; la dulzura del amigo consuela el alma…”

Proverbios 27,9.

En nuestra amistad todo es un regalo.

Allí nada es mucho.

 

En el verdadero afecto

 palabras como “poco”, "mucho", "bastante" o "suficiente" no existen.

Nunca es bastante.

 

Todo cuanto hago no lo hago para que me lo devuelvas sino para que lo recibas.

Al recibirlo, me lo vuelves a dar.

Recibo si te doy.

Si me lo dejara para mí, me vaciaría.

El don se multiplica si se es generoso con él.

 

Cada uno da a su manera.

Todo es un don en la vida.

 

Sos un regalo inmerecido.

Quiero disfrutarlo para hacerte todo el bien que pueda.

Quiero darte lo mejor de lo que encuentre en mí.

 

Toda la vida es una continua devolución,

hasta la misma muerte es la devolución final,

la devolución de todo.

La devolución de las devoluciones.

No vale la pena ser mezquino o egoísta.

 El tiempo es tan corto.

 

Sos parte del don que tendré que aprender a devolver un día.

 

La amistad -como el amor- es don y devolución continua.

 

La mejor relación es aquella en la que reina la gratuidad.

La amistad y el amor son gratuidades.

No se compran, no se venden, no se trocan, ni se cambian.

Sólo son don para compartir.

La gratuidad es lo absolutamente dado sin merecimiento, ni derecho alguno de nuestra parte.

 

La amistad es un don para cuidar sin invadir.

Nadie es un premio para nadie.

Todos somos regalos, don para el otro.

 

Yo no hice previamente nada,

ni siquiera te conocía.

Aparecimos uno para el otro.

 

Eso es la gratuidad:

Todo lo dado para ser compartido.

 

En la medida en que te das más sinceramente

 Te das a vos mismo,

 me das todo.

 

Ése si es mi compromiso:

cultivar el afecto y manifestarlo para hacernos el bien y crecer.

Bloque 3:
 
 “… No te olvides de tu amigo en tu alma. No pierdas su recuerdo…” Del Libro Del Eclesiástico 37,6.
 
En la amistad mi corazón tiene el destino del tuyo.
 
Has dejado de ser el “otro”, el “de afuera”, el “extranjero”. Te has vuelto próximo y tibio; cercano e íntimo; familiar y entrañable; significativo entre un naufragio de ausencias; esperado en medio de continuas incertidumbres; amado a pesar de la conspiración de los permanentes y amargos embates de la decepción y el desengaño.
 
El amigo es un hermano elegido para tener un mismo corazón en común. La mitad en vos y la mitad en mí y, sin embargo, todo en cada uno. De tal manera que cuando quiera sentirme entero añore la parte que te toca; aquella que tenés en tu propio corazón.
 
La amistad es un corazón que tiene el destino de otro para sentirse más él mismo. Dos siendo cada uno y cada uno siendo parte del otro. Todo amor es la recíproca inclusión del corazón.
 
El corazón entero no es el que tenemos sino el que podemos construir juntos. El que compartimos. El que poseemos y palpitamos cuando nos encontramos. Somos corresponsables en el vínculo, uno en el cuidado del otro.
 
La unidad no está en nosotros mismos. Nos la regala el otro. La unidad con nuestro propio corazón viene por pasar y recibirnos desde el corazón del amigo. El otro me devuelve –enriquecido- lo que soy. Sería más pobre si no te tuviera. Mi unidad viene de encontrarme en vos.
 
La principal hendidura humana es la soledad. El otro no sólo nos completa sino que nos retorna a la unidad con nosotros mismos. Nos trae a nuestro propio corazón desde un nuevo lugar, desde afuera y desde lejos. Desde dónde nos habíamos irremediablemente extraviado y enajenado. Hay una soledad que sólo es exilio de nosotros mismos. No nos permite encontrarnos sino, al contrario, nos aturde y nos aliena. Sin el corazón del amigo estaríamos perdidos en nuestras quebradizas soledades.
 
Amigo querido, me he dejado traer por Dios desde lejos pasando por   tu corazón. Me has rescatado del olvido de mi propia soledad y me has regalado la rosa frágil que no se marchita con el tiempo. En el cofre que me diste, mis lágrimas se han vuelto diamantes para devolver a la luz su propio arco iris escondido. Distingo tu voz cada vez que pasas y escucho todos tus ecos en mi abismo. Los mejores momentos no son los que se sueñan sino los que se regalan. El vino está anhelando añejarse por los días que vendrán. El tiempo sólo espera tiempo. Lo mejor es aquello que se guarda para alguna promesa. El rocío sólo se vuelve escarcha cuando conoce el frío. Hay nombres que sólo los pronuncia el silencio. Lo mejor de los temores es que se vuelvan recuerdos.

Amigo mío, estoy viajando en la esperanza que tiene sellado tu nombre y, a la vez, estoy peregrinando con vos. No te detengas, yo voy con mi paso…

Bloque 4:

¡Camina amigo, camina!

¡La esperanza lleva tu propio nombre!

 

Camina para encontrarte

y encuéntrate para aceptarte.

 

¡Vas bien, amigo!

Aunque transites por tinieblas, confía.

 

Camina en paz.

Sigue tu corazón y tu libertad.

Ésa es tu brújula.

 

Cuando el mar se ponga bravío,

no te detengas.

 

No te tengas miedo. ¡Sigue!

Al final la verdad te hará libre

y el camino al propio corazón será tu destino.

 

Ése es el paso más corto y el más largo de todo el camino.

 

Peregrinamos en la vida

sólo para transitar nuestro propio nombre.

 

Siempre me encontrarás en este viaje.

Te abrazo con el alma y

te guardo en mi plegaria.

Bloque 5:
 
Quizás en la vida todo sea una metáfora. Tal vez todo esté aludiendo a la intensidad más profunda y escondida de lo real. Sólo basta tener los sentidos abiertos y el alma vigilante para que cuanto existe se pronuncie en su propio idioma. A lo mejor el mundo entero sea como una metáfora de un esperanzado milagro de Dios. Posiblemente todo verdadero amigo sea también una metáfora del amor. Ojalá seas para mí ese regalo inmerecido y hermoso que trae consigo el amor que nos acompaña durante la vida.
 
Si una amistad no nos enseña a amar, no nos devela el secreto de lo fundamental. ¿Para qué sirve una relación si no nos enseña a crecer en lo esencial? Creo que todo amigo es, en definitiva, una metáfora del corazón; una metáfora del amor y –también- una metáfora de Dios…