Sabiduría vs necedad

jueves, 27 de agosto de 2015
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abuelo y nieto2

 

El P. Ángel Rossi, en el espacio “Palabras de vida”, compartió una reflexión en torno a la necedad y la sabiduría.

La sabiduría está representada como una “dama sabiduría” que nos invita a comer a su mesa; pero también el corazón conoce la seducción de una “dama necedad” que si bien es seductor sabemos que no es el que más nos ayuda. ¿A qué mesa nos sentamos a la de la dama sabiduría o a la de la necedad?.

Proverbio dice que el órgano de la sabiduría es el corazón. Es allí donde discierne, donde se reflexiona, donde se desea un proyecto, donde se atesora lo esencial de la vida. El órgano de la sabiduría es el corazón, el alma, más que la cabeza. La sabiduría es humilde, no tiene cátedra; en cambio la necedad hace alboroto. Dice el libro de los Proverbios que el necio se sienta sobre un trono en las colinas de la ciudad para llamar a los que pasan por el camino. La necedad tiene cátedra, se sube al trono, en cambio la sabiduría pone la mesa e invita. El sabio es humilde, el necio hace alboroto.

Los monjes decían que encontrarse con un necio es más peligroso que toparse con una osa que ha perdido a sus cachorros, osea el necio es el tonto cubierto con cultura, pero en el fondo no. La sabiduría es inteligencia y es corazón al mismo tiempo, es armonía, es relación con la vida. El sabio se pregunta por qué, en cambio el culto, puede ser un inteligente que si camina solo pierde las raíces con la sabiduría. El culto se pregunta qué, el sabio por qué. Uno lo ve en la vida: hay mucha gente culta y no es sabio, mucha ciencia sin sabiduría. La ciencia cuando pierde el registro de la conciencia y no tiene sabiduría prepara la destrucción: la guerra, los campos de concentración , la eutanasía.. en fin toda una estructura que anda buscando que los niños no nazcan cuando el desafío es buscar que los niños no mueran. La ciencia sin sabiduría no es raro que vaya a la crueldad.

La sabiduría es inteligencia del corazón. Es el camino de la vida feliz, pero para vivir hay que renunciar a la insensatez. El necio es el insensato, el que actúa como aturdido, el que no pondera. En cambio el sabio es el que intenta ver qué quiere Dios.

Una persona sabia sabe aprovechar también los días malos. Sabe sacar frutos en las estaciones desastrosas, pone una chispita de luz sobre las tinieblas, sobre la mesa pone la amistad, la paz, la justicia, la reconciliación. Quizás este sea el desafío de esta gracia de la sabiduría.

Recuperar la memoria

Max Alexander se vale de un relato de los gnosticos quienes suelen asociar las imágenes de la embriaguez y del sueño para designar el estado de inconsciencia de los dioses o de los hombres caídos en el mundo de la materia. Uno de los más célebres es el Canto de la Perla que se conserva en los Hechos de Tomás.

Es la historia de un hijo del rey, enviado a Egipto en busca de una perla preciosa, guardada por una serpiente. Seducido por los placeres de la mesa de los egipcios, el muchacho se olvida de su misión.

         Bajo el peso de lo que había comido, me hundí en un profundo sueño…

Los padres envían entonces una carta a su hijo:  ¡Despiértate de tu sueño, ponte en pie y capta las palabras de nuestra carta. Piensa en la Perla, por la que fuiste a Egipto. Recuerda tu vestido glorioso, recuerda tu manto espléndido, para que puedas volver a vestirlo y adornarte con él…

Como un águila, la carta vuela hasta el muchacho.

         Al ruido de su voz, me desperté y salí de mi sueño, la recogí, la besé, rompí el sello y la leí. Las palabras de mi carta eran muy parecidas a lo que estaba escrito en mi corazón. Recordé que era hijo de reyes y que mi alma, nacida libre, suspiraba por su propia naturaleza. Recordé la Perla por la que me habían enviado a Egipto…

 

Nosotros también somos hijos, y estamos vestidos de la nobleza de la misericordia de un Dios que nos pone ropa nueva y nos envía a buscar la Perla con mayúscula, que será la sabiduría, la felicidad. Hay que buscarla en un ámbito difícil, está cuidada por una serpiente. A veces en ese camino a Egipto (signo de esclavitud) nos dejamos seducir por los placeres de la mesa de la esclavitud como el poder, la sensualidad, el dinero, y cada uno le pondrá el nombre que tenga en su vida…. y seducido comemos pero nos hace olvidar la propia misión y de quién somos hijos. Terminamos siendo esclavos y no hijos, no vestidos con la ropa nueva de la que habla el evanelio sino con la ropa vieja de la esclavitud.

En el fondo cuando el hijo lee la carta coincide con lo que decía su corazón. Nuestro corazón es una carta donde el Señor escribe, dice San Pablo, no con tinta, sino con sangre. Entonces “recordé” dice el hijo. Es interesante como cuando uno se sirve de la mesa de la necedad uno pierde la memoria y nos olvidamos de que somos hijos, hijos de un rey que no está arriba de un trono sino que está sirviendo  la mesa, esperándonos para que en esa mesa nos sirvamos todos. 

Dios nos conceda la gracia de ser sabios. San Agustín era culto y sabio, y decía que sabio es el pesca el arte de ser feliz. Y aclara, “feliz es el que ama y se sabe amado”. En el fondo qué “sencillo” y a la vez todo un camino. 

Lo que nos hace felices no son las cosas ni las riquezas, que puede ayudar, pero no te la da a la felicidad. En cambio la sabiduría y el amor hacen feliz en plenitud.