San Juan de la Cruz: La oscuridad en la fe

martes, 14 de junio de 2016
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14/06/2016 – Continuamos adentrándonos en la Noche oscura de San Juan de la Cruz. El santo nos invitará a caminar en fe, muchas veces oscura, pero guiados dentro del corazón por Dios.

 

 

“A oscuras y segura,
por la secreta escala disfrazada,
(¡oh dichosa ventura!)
a oscuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada”.

 

Andar a oscuras, según la perspectiva de Juan de la Cruz en la segunda estrofa de su canción “Noche Oscura”, es una oscuridad en la fe que se percibe como luz en el creer y al mismo tiempo, es una invitación a entrar por este lugar. En definitiva, habla de la ceguera que tiene una persona en todo su ser sensitivo y también en la noche del mismo creer.

Y Juan de la Cruz lo explica:

“En esta segunda canción canta el alma la dichosa ventura que tuvo en desnudar el espíritu de todas las imperfecciones espirituales y apetitos de propiedad en lo espiritual. Lo cual le fue muy mayor ventura, por la mayor dificultad que hay en sosegar esta casa de la parte espiritual, y poder entrar en esta oscuridad interior, que es la desnudez espiritual de todas las cosas, así sensuales como espirituales, sólo estribando en pura fe y subiendo por ella a Dios. Que por eso la llama aquí escala secreta, porque todos los grados y artículos que ella tiene son secretos y escondidos a todo sentido y entendimiento. Y así, se quedó ella a oscuras de toda lumbre de sentido y entendimiento, saliendo de todo límite natural y racional para subir por esta divina escala de la fe, que escala y penetra hasta lo profundo de Dios (1 Cor 2, 10)”.

Desde esta perspectiva, Juan de la Cruz da a entender que se camina despojado, yendo hasta donde Dios nos quiere conducir y al pleno encuentro de comunión con Él, desapropiándonos de todo. Se trata de ir de nada tras nada, para ir con lo que Dios nos regala en el camino. Este andar a oscuras no nos hace ir temblando, ni dudando, ni temiendo, sino que nos permite caminar seguros, porque en la noche oscura la presencia de Dios es luz que guía y acompaña en la fe. Y por eso va en ascenso hacia el encuentro definitivo con el Altísimo.

Despojado de certezas y seguridades, ahora el alma está revestida del traje de la fe. En este subir del camino de la fe, el alma tiene un nuevo vestido,y por ende se siente desconocida. No se detiene en las cosas del tiempo, ni tampoco es alcanzada por el mal, porque ninguna de estas cosas pueden dañar al que camina en fe. La persona que camina en fe no solamente va protegida, asegurada en Dios, y al mismo tiempo camina ligero.

Isaías 55, 8-9  “Porque los pensamientos de ustedes no son los míos, ni los caminos de ustedes son mis caminos -oráculo del Señor-. Como el cielo se alza por encima de la tierra, así sobrepasan mis caminos y mis pensamientos a los caminos y a los pensamientos de ustedes”.

Sencillez, humildad y desprendimiento es lo que queda en el corazón mientras vamos en la noche oscura guiados por la fe. El alma va detrás de Dios guiada por la fe y no solo que no encuentra cansancio sino que llena de vida a lo que son convocados alrededor de quien en la fe así va caminando. Los caminos del Señor no son como los nuestros, tenemos

 

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San Juan de la Cruz dice que el alma está disfrazada, como sin ser vista: “Por lo cual dice que iba disfrazada, porque llevaba el traje y vestido y término natural mudado en divino, subiendo por fe. Y así era causa este disfraz de no ser conocida ni detenida de lo temporal, ni de lo racional, ni del demonio, porque ninguna de estas cosas pueden dañar al que camina en fe”.

¡Que gracia tan grande es ésta! Debemos pedirle al Señor estar a oscuras, con la casa en orden, con todos los apetitos sensibles apagados, con el apego a nuestra sensibilidad y los afectos entregados. Cuando esto ocurra, el alma va a ir hasta donde Dios quiera, que siempre es a donde no sabemos, porque -como dice la Palabra- los caminos del Señor no son nuestros caminos. Tendremos que adaptarnos en las entregas de nuestras propias estructuras interiores para poder recorrerlos. Con docilidad, ofrenda, atención, discernimiento y obediencia, podremos ir hasta donde Dios nos quiera conducir, por los caminos que Él sabe que nos conviene. Con amor desinteresado, que se desapropia de toda posesión para ir al final a la posesión del amor en plenitud, podremos caminar por ese camino a oscuras que nos propone el Amado.

La espiritualidad de San Juan de la Cruz nos conduce a “que nos desprendamos de todo aquello que no es de Dios, para poder poseer a Dios en plenitud. Cuando hablamos de desprendernos no implica negarlo, sino no depende de… Es caminar en pobreza, en sencillez y en austeridad. Ni aún las gracias más grandes que recibamos sean motivo para que a ellas nos prendamos. Ninguna gracia que recibamos es más grande que Dios, y a Él queremos ir no a sus cosas. Juan de la Cruz dice que quien recibe las gracias místicas hay que desprenderse de ellas, sabiendo que esto que recibo es un regalo de Dios pero no Dios mismo. Dios en concreto se nos da y nos ofrece con la crudeza del acto creyente en desnudez interior. La persona que va al encuentro con Dios debe ir desapropiada de todo para poder estar y permanecer con todo lo que Dios se le ofrece. 

Por el camino de la fe vamos seguros. Lo seguro está allí, en el camino creyente a oscuras, tratando de descubrir cómo y por dónde aprender a pisar en medio de la noche. Este andar a oscuras en la fe es un sigiloso andar. Es un andar que supone una delicadeza interior que permite ver dónde y cómo poner el pie hasta que se aprende a caminar sin luz. Se trata de un verdadero aprendizaje interior, que nos permite caminar ajenos a los engaños del mal. El camino de la fe es el más oscuro de todas las noches del alma, según dice San Juan de la Cruz. Es la máxima de las purificaciones. En la noche de los sentidos, la persona sale del día para meterse en el corazón de la noche. En cambio, en la noche del encuentro con Dios, se sale de la noche para entrar en la mañana.

“Y es de saber que la primera canción, hablando acerca de la parte sensitiva, dice que salió en noche oscura; y aquí, hablando acerca de la parte espiritual, dice que salió a oscuras, por ser muy mayor la tiniebla de la parte espiritual, así como la oscuridad es mayor tiniebla que la de la noche, porque, por oscura que una noche sea, todavía se ve algo, pero en la oscuridad no se ve nada. Y así, en la noche del sentido todavía queda alguna luz, porque queda el entendimiento y razón, que no se ciega. Pero esta noche espiritual, que es la fe, todo lo priva, así en entendimiento como en sentido. Y así podemos decir que para el alma es más oscura que la primera y, en cierta manera, que la tercera”.

Salimos con el deseo de que sea Dios quien nos conduzca, sin quedar prendidos a nada en el camino, sólo guiados por Dios que hablándonos al corazón nos conduce. 

 

 

 

Padre Javier Soteras