Ser santo ¿es sólo para curas y monjas?

viernes, 5 de mayo de 2017
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26/04/2017- El pasado miércoles 29 de Abril, en el último programa del ciclo “Argentina, tierra de santos”, las hermanas Silvia Somaré y Carolina Alberici hablaron acerca de la santidad de los laicos argentinos, e invitaron a reconocer a aquellas personas que, desde el lugar en que Dios los puso, entre los compromisos de la vida familiar y social, son testimonio de la alegría del Evangelio.

Desde el momento en que somos bautizados, todos los cristianos somos llamados a celebrar la fe y caminar hacia la santidad desde nuestro lugar. El Concilio Vaticano II, entre otras cosas, realizó un fuerte llamado a la inclusión de los laicos en los procesos de santidad. Ya no sólo eran sacerdotes, religiosas y consagrados a quienes se les podían reconocer estas gracias, sino que también podían incluirse aquellas personas que han entregado su vida a la voluntad del Señor, desde su lugar, de manera oculta y sencilla.

Los laicos viven en medio de los compromisos y ocupaciones del mundo, dentro de las condiciones ordinarias de la vida familiar y social. “Desde ese lugar, Dios llama a entregar los dones que son su regalo y ser fermento para la santificación del mundo, estando donde están y, desde ahí, dar todo por Jesús y los hermanos”, indicó la hermana Silvia. En su invitación a no `balconear´ la vida, el Papa Francisco invita a los cristianos a no caer en el clericarismo, sino que, desde la vida laica, estemos al servicio de las necesidades de nuestro entorno, alimentándonos de la palabra de Dios y la Eucaristía como fuente de coraje y amor.

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“Tus caminos son una locura, rompen mi humanidad. Pero son los únicos que quiero recorrer.”

“Jesús, quiero ser como tú quieras, tener la personalidad que tú quieras, ser como tú quieras que sea con quien este a mi lado y tener la bellezas que tú quieras que tenga.” Estas palabras dedicaba Maria Cecilia Perrin de Buide en su cuaderno de oración, poco tiempo antes de fallecer. Cecilia nació en 1957 en la provincia de Buenos Aires. Desde joven formó parte del movimiento de los Focolares, donde también fue catequista. A principios del año 1984, estando embarazada de su primera hija, fue diagnosticada de un cáncer. Sus médicos aconsejaban que se le practicara un “aborto terapéutico” para poder llevar a cabo el tratamiento que salvaría su vida, pero ella elige tener a su hija. Con la alegría de la nueva vida que venía al mundo, y sabiendo que su enfermedad era irreversible, Cecilia entrega su vida de un modo heroico y permite darle la vida al fruto de su amor con su esposo.

Entre el dolor y la esperanza, la catequista enfrentó su enfermedad abriéndose a lo que Dios tenía preparado para su vida, sosteniendo que todo era un regalo del amor de Jesús. Fue testimonio para su familia y sus alumnos, compartiendo en cartas y escritos el temor, la dificultad y, a su vez, la profunda felicidad que sentía al entregar su vida para que el Amor de Dios se manifieste en todos sus seres queridos.

María Cecilia Perrín falleció el 1 de Marzo de 1985, a los veintiocho años de edad, meses después de dar a luz a su hija. La Santa Sede la declaró Sierva de Dios, el 10 de Noviembre de 2005.

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Santificar la profesión

Enrique Shaw fue un empresario argentino laico, padre de familia y propulsor del crecimiento humano de los obreros. Desde joven se interesó por los roles del hombre cristiano en la vida cotidiana, y fue la Doctrina Social de la Iglesia la que marcó su conversión definitiva. “La Doctrina que cree en el pecado pero también en la reparación. Todos nos encontramos por igual en la redención de nuestros pecados”, decía el laico.

En 1945 Enrique siente el llamado de ser “fermento de la masa”, servir a Dios y darlo a conocer desde la vida empresarial, sosteniendo que es imprescindible mejorar la convivencia social dentro de las empresas. Se propuso vivir la vida laboral desde el seguimiento a Jesús, con el amor a los obreros como camino para entenderlos y juzgarlos. “La vida nos ofrece la magnífica oportunidad de vernos a nosotros mismos y de sorprender nuestras cualidades y defectos a través del trabajo”, decía el empresario, quien sostenía que la observación de nuestro método de trabajo es un magnífico examen de consciencia. “Como dirigentes de empresas cristiana estamos convidados a servir a Dios mediante el servicio de los hombres en el terreno económico, a santificar nuestra profesión y a santificarnos mediante nuestra profesión”, sostenía Enrique, indicando que prara lograrlo, el empresario argentino debe:

  • Ser un hombre de personalidad abierta y receptiva, respetando dignidad y autoridad de los demás;
  • merecer la autoridad, sabiendo escuchar e inspirando a su entorno;
  • ser de auténtica vida espiritual, con profunda, humilde y confiada sumisión a Dios.

Enrique Shaw falleció el 27 de Agosto de 1962, a los cuarenta y dos años de edad, a causa de un cáncer. Fue declarado Siervo de Dios por la Santa Sede en el año 2001 y, actualmente, avanza su proceso de beatificación.