“Ser capaz de todo por amor”

lunes, 21 de mayo de 2018
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21/05/2018 Compartimos una historia que nos habla acerca de la fuerza del amor:

Akbar era el emperador de la India.  Un día se le ocurrió al emperador algo para divertirse un poco. El río Yamuna viene del nevado Himalaya y pasaba junto al palacio del emperador en Agra, con agua tan fría en invierno que podía helarle los huesos a cualquiera. Akbar propuso que vinieran todos los valientes que quisieran, entraran en el río hasta los hombros, y el que aguantase más ganaría cien monedas de oro.

Se anunció el concurso por todo el imperio, y largas filas de gente se dirigieron al palacio desde todas las direcciones. Los contendientes se alinearon a lo largo de cuatro millas en la ribera del río, y cada uno comenzó a prepararse a su manera. Unos se frotaban con aceite de sésamo, otros comían cantidades de almendras, otros se cubrían con pan de oro, otros se tostaban al sol.

El emperador acudió, se sentó en su trono y dio la señal para la inmersión.

Los contendientes entraron en las aguas del río y quedaron sumergidos hasta los hombros. Unos se frotaban el cuerpo, otros se tensaban, otros se inmovilizaban, todos tiritaban.

Pasó una hora. Pasaron dos. Pasaron tres. El emperador se fue a comer y volvió. Muchos habían salido de río, se envolvían en mantas, se acercaban a hogueras, se hacían echar agua caliente sobre el cuerpo. Poco a poco salieron los últimos con pasos vacilantes.

Hasta que en las cuatro millas solo quedó un hombre, que al fin, paso a paso, salió el último de la fría corriente del Yamuna y se puso sus vestidos.

Era pobre, débil, delgado. Pero había resistido más que todos. Estaba tan aterido que no podía hablar.

Akbar le dio las cien monedas de oro. Pero luego dijo a su consejero: “Quiero que averigües por qué ha ganado este hombre.”

El consejero lo siguió. El hombre anduvo un largo camino y llegó a una choza. El servidor del emperador observó de lejos.

De la choza salió a recibir al hombre su mujer con una niña en brazos. La niña estaba enferma.

El hombre levantó la mano con la bolsa de las monedas. La mujer dio un grito de gozo. La niña sonrió. Aquellas monedas le traían el cuidado, los médicos, la salud y la vida. Los tres se abrazaron.

El consejero volvió al palacio e informó a Akbar: “Muchos han venido a la contienda. Unos vinieron para fortalecer su cuerpo. Otros para ganar fama. Otros vinieron para ganar dinero.

Este hombre vino para salvar a su hija. Por eso ganó.”