Ustedes son la luz del mundo

martes, 30 de junio de 2009
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En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:  “Ustedes son la sal de la tierra.  Si la sal se vuelve insípida,  ¿con qué se le devolverá el sabor?.  Ya no sirve para nada y se tira a la calle para que la pise la gente.  Ustedes son la luz del mundo.  No se puede ocultar una ciudad construida en lo alto de un monte; y cuando se enciende una vela, no se esconde debajo de una olla, sino que se pone sobre un candelero para que alumbre a todos los de la casa.  Que de igual manera brille la luz de ustedes ante los hombres, para que viendo las buenas obras que ustedes hacen, den gloria a su Padre, que está en los cielos”.

Mateo 5, 13-16

El primer punto de nuestro encuentro dice así: Dios nos llama a la luz

Dios es luz eterna, Jesucristo es el esplendor de la luz, él como Dios en un mismo misterio de amor y luminosidad en la Santísima Trinidad en comunión con el Espíritu Santo y el Padre. La Iglesia como testigo, habitada por el amor de Dios en estas tres personas es difusora de la luz de Cristo en el mundo y cada cristiano es antorcha que esparce luz a su alrededor. No significa esto otra cosa que somos luminosidad para los demás. A podido Jesús decirnos algo más sencillo, mas profundo, con menos palabras sobre nuestra vocación cristiana? Creo que es de las cosas que mas simplifica nuestra condición, nuestra identidad y nuestra misión.

Dios es luz verdadera, la fuente de toda luz, nosotros  somos quienes transmitimos esa presencia luminosa de su amor que viene a poner claridad en todos los hermanos y en todos los ambientes donde crece nuestra condición de ser de Dios en medio del mundo. Es Dios quien dijo al principio que se haga la luz, y la luz lo llenó todo, la luz es la criatura primera, la mas bella, la mas pura, que nos dice como ninguna otra, lo que Dios es, por eso Jesucristo se presenta como “Yo soy la luz del mundo” en un momento solemne de su vida, Jesús encuentra en Jerusalén una fiesta típica judía, la de los tabernáculos, cuando la lucha con los jefes del pueblo estaba en un punto muy alto.

En esta fiesta tan popular se desarrollaba en el templo una ceremonia muy singular, dos enormes antorchas sostenidas por grandes candelabros se alzaban en uno de los atrios y esparcían en la noche un intenso resplandor, era el augurio de la presencia cercana del Mesías prometido, tan esperado por el pueblo. Sacerdote en el templo llevando antorchas en las manos rodeaban procesionalmente los candeleros mientras cantaban salmos coreados por la gente, Jesús contempla esta escena, se conmueve y clama con vigor ante los que lo rodean: “Yo soy la luz del mundo”, como anunciando su condición mesiánica.

Ahora este Jesús, que se declaraba la luz de Dios, atestigua que nosotros su pueblo reunido en torno a él somos testigos de esa luminosidad suya que nos habita, “Ustedes son la luz del mundo”, yo recibo la luz del padre dice Jesús y ustedes la reciben de mí, por eso les encargo que no escondan mi luz sino que alumbren con ella al mundo entero.

¿Has observado la cantidad de ambientes oscuros -aunque lleno de luces- en los que nos movemos?, fijáte en los rostros pálidos, en las miradas tristes, los ceños fruncidos, en las actitudes crispadas, en las relaciones frías, distantes, en los lugares donde puede mas la preocupación que la esperanza, allí donde la sonrisa no se dibuja bajo ninguno de los rostros que hace aquel ambiente pesado (muchas veces de trabajo), donde las personas están movidas por un espíritu de determinismo, que dice las cosas son así y no van a cambiar, son todos estos ambientes que reclaman de esa presencia luminosa, todo se presencia demasiado opaco y sobre esta realidad tenemos que poner luminosidad.

¿Cómo ser luz en una sociedad argentina marcada por el signo de la corrupción? donde nadie se anima a meter mano porque los argentinos no terminamos de ir a las cosas, preocupados mas en discursos negativos sobre nosotros mismos y mirándonos de una manera un tanto taciturna sin poder descubrir toda la posibilidad que hay dentro de nuestro propio territorio y de nuestra buena condición de ser miembros de esta tierra y de lo que tenemos entre las manos para solucionar. Necesitamos de esa presencia luminosa, y es la felicidad, el gozo y la alegría la que nos regala esta luz en el camino.

Te invito a que no pierdas tu condición de ser un faro en ambientes en donde se reclama tu presencia. Vamos a compartir todos esos rincones que hacen a los lugares donde vivimos, donde trabajamos, servimos, estudiamos, donde participamos, donde sentimos que la sociedad está esperando un poco de esta luz que es el don de la esperanza, el testimonio de la resurrección, el compromiso por la caridad. Ambientes y lugares donde la luz está siendo requerida. Armemos nuestro esquema de sombras, no para quedarnos en ella sino para decir: sobre este lugar que venga tu luz.

La consigna de nuestro encuentro de hoy será esta, describamos los lugares, situación, las relaciones, los vínculos, los espacios de la vida social argentina que requieren y esperan de esta presencia luminosa del testimonio del amor, del compromiso de la caridad, de la esperanza y de la alegría propio de aquellos que son testigos de la luz de Cristo en su corazón.

El segundo punto de nuestro encuentro es en torno a una expresión de Juan Pablo II, cuando decía a los jóvenes: Ustedes son la luz del mundo, una realidad dada en un encuentro con Cristo, tan profundo que cambia el ser de ustedes y el hacer de ustedes.

Decía Juan Pablo II a los jóvenes en un encuentro mundial de oración por la juventud, ¿te das cuenta que sos luz del mundo, en Cristo? Vivid esta luz para que tu ser alcance la plenitud y progrese la humanidad. No hagas lo que nuestra cultura acostumbra a hacer, entregando su luz a cualquier viento que la apaga, lo que hay en nuestra cultura que se avienta para crecer se llama progreso, podemos compararlo a una máquina de tren con caldera de carbón y muchos vagones de madera, un día se agota el carbón, para poder alimentar la caldera y que siga funcionando el tren, a unos cuantos se les ocurre la feliz idea de ir desarmando los vagones de madera y así alimentar la caldera.

Sin embargo un día la madera se acaba, la máquina se detiene y se quedan sin tren y sin viaje. Así es el camino de los que, teniendo la luz y el fuego de Jesús en el corazón, no renovamos esta presencia suya en nosotros, nos gastamos todas las energías que nos da la presencia del Señor, quemando las naves mal quemadas, la luz no sirve cuando no es renovada, se apaga y nos deja en el camino sin nada.

¿Te das cuenta que sos luz del mundo en Cristo y por Cristo y necesitás de esta presencia luminosa de él para vivir y para hacer vivir a los demás? Se trata de un compromiso permanente y constante de renovación en Cristo, de esa luminosidad propia que trae el encuentro con él en la oración. El Señor obra por encima de nuestra propias fuerzas y actúa mucho mas allá de lo que nosotros sentimos, hasta puede ocurrir que en el compromiso orante de uno, uno sienta por momentos hasta que la naturaleza y la acción del mal espíritu o el espíritu del mundo, genere rechazo a aquel momento que estamos compartiendo. Hay que resistir allí y permanecer en él es encontrarnos un poquito mas allá durante el día o en el mismo momento de la oración con la luz que nos está esperando.

Te invito a que renueves tu vínculo con Jesús, es en el encuentro con él donde nace esa luz que hace falta en muchos lugares del mundo y nosotros tenemos la posibilidad de ofrecerla como testigos. Claro que si no nos renovamos, nos pasa como ese tren, que se le acaba el carbón, después las maderas que lleva y nos quedamos al final sin tren y sin viaje. No nos quedemos sin la luz de Jesús en nuestro interior.

En el tercer punto de nuestro encuentro siguiendo las enseñanzas de Juan Pablo II, digo: donde falta luz no tengamos miedo y anunciar a Cristo.

Un día – dice Juan Pablo II – tuve la oportunidad de encontrarme con un grupo de jóvenes como Uds., me indicaron que deseaban cambiar su forma de vivir que se reducía a disfrutar de la vida a costa de lo que fuera, a utilizar a los demás, muchas veces de manera egoísta, banal, de hacer de la sexualidad un lugar de relación vacía, y el trato con las personas, otro tanto. Les dije que para cambiar la forma de vivir la vida tenían que enfrentarse a ellos mismos y preguntarse en profundidad quiénes eran, lo hicieron con mi ayuda y se dieron cuenta que no eran nada más sin los demás, les indique que observaran los rostros y las acciones de quienes los rodeaban.

Pudieron comprobar que existía mucha desesperación, vaciedad, superficialidad entre la gente, es verdad que también encontraron muchas cosas buenas, pero lo mas importante es que descubrieron que solamente los otros que eran como ellos, no les daban mas salidas que atarse a las cuerdas que los llevaban en una dirección sin sentido y llena de vacío. Fue entonces cuando pude presentarles a Jesús, y explicarle que él era la luz y que desde él ellos podrían ser luz del mundo.

Les quiero hablar del encuentro verdaderamente humano, quizá lo han oído muchas veces, pero aquí tiene una resonancia especial cuando el Señor nos dice lo que produce en nosotros ese encuentro porque ustedes son la luz del mundo, ser luz del mundo fruto del encuentro con quien es la luz verdadera, que es Jesús.

Pongan mucha atención a lo que les voy a decir, sepan muy bien, que ser persona, tener dignidad plena es un hecho que nos viene dado por Dios mismo y precede a la relación con los demás, pero también es cierto que a través de algunos encuentros verdaderos nos damos cuenta de lo que significa ser persona.

Solamente a partir de esos encuentros verdaderos uno puede hallar respuestas a esa pregunta profunda que mas tarde o mas temprano todo ser humano se la hace y que tiene ante sus manos, ¿quién soy, para qué existo, para que valgo, cuál es el sentido de mi libertad? Hay muchos tipos de encuentros y solamente hay uno que nos hace tomar conciencia de nosotros mismos y nos permite existir como personas con las medidas auténticas que tiene el ser humano y eso se realiza solamente en el encuentro con Jesucristo donde reconocemos el valor de nuestra existencia personal.

Le costó la vida, lo dio por amor, nos entregó su propia vida por amor y eso cambió la oscuridad de nuestra propia existencia y nos llegó la luz que nos tenía el Padre prometida desde siempre en la persona de su Hijo. Encontrarse con Jesús y proponer a Jesús sin temor en aquellos lugares donde percibimos que hay sombras, que hay oscuridad.

Dios te bendiga y que en la confianza de la presencia de él, descubras cuántos caminos se abren en medio de tantas sombras, cuanta luz llega a nuestro corazón.