Ver con una mirada nueva

jueves, 28 de mayo de 2015
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Memoria agradecida del camino recorrido con mirada a futuro

28/05/2015 – Después llegaron a Jericó. Cuando Jesús salía de allí, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud, el hijo de Timeo -Bartimeo, un mendigo ciego- estaba sentado junto al camino. Al enterarse de que pasaba Jesús, el Nazareno, se puso a gritar: “¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!”. Muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: “¡Hijo de David, ten piedad de mí!”. Jesús se detuvo y dijo: “Llámenlo”. Entonces llamaron al ciego y le dijeron: “¡Animo, levántate! El te llama”. Y el ciego, arrojando su manto, se puso de pie de un salto y fue hacia él. Jesús le preguntó: “¿Qué quieres que haga por ti?”. El le respondió: “Maestro, que yo pueda ver”.
Jesús le dijo: “Vete, tu fe te ha salvado”. En seguida comenzó a ver y lo siguió por el camino.

Mc 10,46-52

 

 

 

Una nueva mirada de la realidad

Sentimos en lo más profundo del corazón que también en nosotros hay cegueras y que el Señor con su mano extendida puede recuperarnos la visión y el sentido de la vida. El recuperar la vista y el mirar hacia adelante con esperanza se constituye en un elemento esencial para estar en paz y seguir avanzando y  poder encaminar las cosas de una forma distinta.

“¿Qué quieres que haga por ti?” La pregunta es para Bartimeo y es para vos y para mí. ¿Qué queremos que haga Jesús con aquellos lugares de la vida donde no se ve con claridad, donde caminamos a tientas, donde parece no terminamos de acertar con nuestros pasos? A veces se nos desdibuja el rumbo y los objetivos que nos propusimos hacia el comienzo del año se van perdiendo mientras ya se asoma la segunda mitad de este 2015. Necesitamos volver a tomar claridad, seguramente de mayor transparencia. Como dice San Ignacio, no solamente necesitamos ponernos tras el camino que Dios nos mostró, sino muchas veces, rectificar el camino, que sería un rectificar la mirada. 

Podemos identificar claramente las cegueras con situaciones de vida donde a pesar de nuestros buenos intentos, de nuestras buenas búsquedas, no acertamos con la mejor forma, porque en realidad, cuando le erramos en el camino es porque le estamos pifiando en la mirada y no acertamos con dar en lo justo.

No ves y tenés que aprender a ver, estás como ciego y hace falta que venga Aquél que pueda devolverte la visión para elegir o para buscar, para ver y elegir los caminos por donde tenés que andar.

Siempre supera la realidad a la ficción y nos ofrece costados más amplios en lo bueno y en todo lo difícil que supone el contacto con ella. Ver las cosas como son, llamarlas por el nombre que tienen, encontrarnos con la verdad resulta realmente liberador. “La verdad los hará libres”. La libertad que nace del realismo, del encuentro con la verdad de las cosas como son, esa verdad transforma tu corazón en libertad. Cuando tenemos buena visión de lo que ocurre dentro nuestro, en nuestro sentir más profundo, en contacto con lo que nos genera lo que estamos viviendo, cuando tenemos más clara visión de lo que ocurre alrededor nuestro, la verdad, aunque dura, nos libera, aunque muy difícil, nos hace verdaderamente libres. Es en lo más hondo del corazón donde anidan todas las fuerzas escondidas que nos permiten transformar la realidad, haciendo que aquello que acontece pueda ser cambiada descubriéndonos protagonistas, junto a otros, de la historia. 

Tal vez la situación que vive el mundo de hoy, a nosotros y a los jóvenes sobre todo, te golpee fuerte y prefieras negar la realidad como es para poder de algún modo, seguir siendo niño o niña.  Quisieran que los problemas de los grandes no les toque, cuando en realidad la vida está llamada a crecer, y esas situaciones desafiantes le dan verdaderamente consistencia al corazón cuando te animas a enfrentarlas así como vienen, así como son, aunque tenés razón, causan mucho dolor. Cuando esto no ocurre aparece las cosas que vienen como a evadirte y para poder escaparle a los duros golpes que te ofrece la realidad con toda su crudeza, sobre todo cuando aparece bajo el dibujo de un mundo adulto que ha vivido con irresponsabilidad la administración de bienes que eran para todos y que algunos se han apropiado para sí mismo. Esto pasa cuando no se ve con claridad. Muchos jóvenes están ciegos, porque los adultos no hemos sabido marcarles el camino y les hemos ensombrecido la mirada.

Es verdad, tenés razón que en tu búsqueda por otros mundos, que preferís crear o recrear con los que son igual que vos y que sufren lo mismo que estás sufriendo, sea lo más cercano a tu posibilidad, pero por otra parte vos sabes que no es en ese ambiente un poquito cerrado de los que ven las cosas como vos las ves, lo que permite que las cosas cambien.

Es animarse a verlo con otros, también los mismos compañeros de camino, de una forma realista para afrontarla con la fuerza que está en vos y que no vale la pena que se desperdicie detrás de tantos lugares tristes y evasivos para escaparle al dolor que te genera la realidad tan cruda como se presenta.

El Señor nos acompaña y nos dice que quiere ir hasta el final con nosotros a esos lugares difíciles, para ser testigos suyos y trabajar para transformar la realidad. Nosotros, como el ciego de Jericó, estamos con necesidad de poder ver lo que no terminamos de ver, o no terminamos de animarnos a ver para afrontar las cosas como son. ¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de nosotros, estamos como ciegos, necesitamos de tu amor!

Padre Javier Soteras