12/06/2018 – Esta sencilla historia nos invita a reflexionar acerca de la importancia que tienen nuestras palabras en la vida de los demás:
Unas ranas exploradoras andaban por el campo cuando dos de ellas caen en una fosa profunda y comienzan a dar saltos desesperadas para poder salir. Pero era imposible. Las demás ranas que quedaron arriba se asomaron al borde, se percataron de la situación y les djeron: “No podrán salir. Es inútil. La fosa es demasiado profunda. Lo sentimos pero no podemos hacer nada. Descansen en paz.” Una de las dos ranas de la fosa comprendió la verdad del mensaje y se tumbó a morir. La otra, en cambio, seguía saltando desesperadamente, a pesar de que las de arriba la desanimaban y le repetían que era inútil, que no podría salir. Pero ella sin embargo, seguía saltando. Cuando de repente, en un salto desesperado, alcanza al borde y se salva. Las ranas de arriba la reciben sorprendidas y alborozadas abrumándola con sus preguntas: – ¿Pero cómo te has salvado? ¿Qué has hecho? ¿Cómo lo has conseguido si era imposible?!! – ¡Es que ustedes me animaban tanto! Eso me dio fuerzas! – Nosotras no te animábamos- le respondieron-; al contrario, te estábamos diciendo que era imposible salir. – Ah, bueno, no importa!– les respondió- . Es que como soy medio sorda y no entendía bien, creí que con sus gritos me estaban animando, y gracias a eso lo conseguí. ¿Hay alguien que esté necesitando tu aliento para seguir luchando?
Unas ranas exploradoras andaban por el campo cuando dos de ellas caen en una fosa profunda y comienzan a dar saltos desesperadas para poder salir.
Pero era imposible.
Las demás ranas que quedaron arriba se asomaron al borde, se percataron de la situación y les djeron: “No podrán salir. Es inútil. La fosa es demasiado profunda. Lo sentimos pero no podemos hacer nada. Descansen en paz.”
Una de las dos ranas de la fosa comprendió la verdad del mensaje y se tumbó a morir.
La otra, en cambio, seguía saltando desesperadamente, a pesar de que las de arriba la desanimaban y le repetían que era inútil, que no podría salir.
Pero ella sin embargo, seguía saltando. Cuando de repente, en un salto desesperado, alcanza al borde y se salva.
Las ranas de arriba la reciben sorprendidas y alborozadas abrumándola con sus preguntas:
– ¿Pero cómo te has salvado? ¿Qué has hecho? ¿Cómo lo has conseguido si era imposible?!!
– ¡Es que ustedes me animaban tanto! Eso me dio fuerzas!
– Nosotras no te animábamos- le respondieron-; al contrario, te estábamos diciendo que era imposible salir.
– Ah, bueno, no importa!– les respondió- . Es que como soy medio sorda y no entendía bien, creí que con sus gritos me estaban animando, y gracias a eso lo conseguí.
¿Hay alguien que esté necesitando tu aliento para seguir luchando?
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