La tristeza de vivir en Bangui

jueves, 25 de abril de 2013
image_pdfimage_print

Este es otro artículo publicado por el periodista español José Carlos sobre la realidad que se vive en la capital centroafricana:

"Conozco a Joseph desde hace casi un año y nunca le había visto tan deprimido. Cuando vino a buscarme al aeropuerto de bangui este sábado me fijé en sus ojeras y su mirada perdida, aunque eso no le ha hecho eprder su amabilidad exquisita. “¿Qué tal tu familia?”, le pregunté. “Bien, todos bien… bueno nos han entrado a robar a mano armada varias veces, pero estamos vivos y aparte de eso todos bien”. Hoy he comido con René, el amigo que me acogió en su casa en enero y febrero. En su casa también entraron dos veces y lo han perdido todo. “Aquí todo va mal, no vemos una salida”, me dijo. Me dio vergüenza cuando su mujer me dio una bolsa con un tapper con pollo cocinado "para que no gaste demasiado", mientras se disculpaban por no poder darme una habitación en esta ocasión.

Hay países en los que las caras de sus habitantes dicen mucho más que todos los indicadores de su economía o su vida social. Las personas que he encontrado hasta ahora en la República Centroafricana, después de un mes de ausencia, transmiten una tristeza infinita. Ya desde diciembre del año pasado en las zonas ocupadas por los rebeldes de la coalición Seleka la gente de esos lugares vivía en el terror. Desde que el 24 de marzo ocuparon la capital y ocuparon el poder en la República Centroafricana el país desciende hacia el abismo a marchas forzadas.

“El día que entraron en la capital era domingo de Ramos y la catedral estaba llena de gente. Los rebeldes vinieron hasta diez veces el mismo día para robar todo lo que pudieron”. Sentado en la casa parroquial, el padre Francis Siki, párroco de la catedral de la Inmaculada me muestra el salón donde numerosas personas se refugiaron aterrorizadas. “Uno de los rebeldes disparó desde ese rincón”, me dice señalándome un impacto de bala en el techo. “Querían las llaves de todos los coches. También entraron en el templo al final de la misa. Si entras y te fijas a la derecha verás los impactos que quedaron en el muro”, me explica. Afuera, un camión de soldados de la FOMAC (Fuerza multinacional de África Central) ofrece algo de seguridad durante estos días.

¿Se trató simplemente de llegar a un sitio donde podían encontrar más cosas para robar o había un elemento de odio al cristianismo? La misma pregunta se hacen las numerosas comunidades religiosas de Bangui y otros lugares de Centroáfrica donde los rebeldes han entrado para saquear, robar y agredir a los sacerdotes y religiosas que han sufrido lo indecible. Hay quienes piensan que bastantes de los líderes de la Seleka son islamistas. Lo que sí está claro es que muchos de ellos son musulmanes, y al menos la mitad de sus combatientes son mercenarios chadianos o sudaneses. Las veces que me he cruzado en la calle con algunos de ellos ayer y hoy me he fijado en que hablaban árabe, y uno de sus comandantes con el que crucé algunas palabras antes de comer tenía un nombre musulmán. En Bangui, como en el resto del país, los negocios y las casas de los musulmanes generalmente no han sido tocadas por ellos. Esto está creando un peligroso germen de enemistad entre cristianos y musulmanes que no existía antes, y puede desarrollarse y hacer mucho daño durante muchos años venideros.

Bangui aparece como una ciudad muerta. La gente circula por sus calles, pero no como antes, y a partir de las 3 de la tarde todos intentan estar en sus casas. Por sus bulevares se ve pasar a velocidad del rayo camionetas pick up ocupadas por milicianos de la Seleka con ametralladoras pesadas. La violencia parece haber disminuido algo durante los últimos días y el suministro de agua y luz se ha restablecido, pero en la mayoría de los barrios la gente duerme con mucho miedo y por las noches se oyen disparos de forma habitual. “En cualquier momento llaman a tu pueSu nuevo jefe de Estado, Michel Djotodia, no ha sido reconocido internacionalmente, y las arcas del rta y sabes que tienes que abrir con rapidez antes de que tiren con bala. Lo malo es si no tienes nada para darles”, me cuenta René. En circunstancias así lo raro sería que la gente no tuviera el aspecto cansado.

Pero lo que provoca más fatiga en la gente es el sentimiento de que, incluso si puede haber momentos de calma aparente, Centroáfrica no parece tener un futuro de paz. Las escuelas aún no han abierto sus puertas durante el último mes, el país no tiene un céntimo y nadie paga a los funcionarios, muchos de los cuales acuden a sus oficinas para intentar retomar sus responsabilidades y se encuentran con que todo ha sido robado: sillas, mesas, ordenadores, armarios… . En los bancos apenas hay dinero y si uno tiene la suerte de llegar al mostrador después de varias horas de paciente espera, no se le dará más de 100.000 CFA, unos 200 dólares.

El pasado jueves 18 los jefes de Estado de la CEEA (Estados de África Central) se reunieron en la capital chadiana Yamena para examinar la situación del país y decidieron enviar un refuerzo de 1.500 soldados de la fuerza multinacional conocida como la FOMAC para asegurar la seguridad de la capital, aunque no dijeron cuándo ni quién les pagará. Los 500 que existen actualmente no pueden hacer mucho. Además, la gente en Bangui no se fía mucho de ellos. Todos se acuerdan que la Seleka fue capaz de entrar en Bangui después de que los cientos de militares de la FOMAC situados en la ciudad de Damara, a 75 kilómetros de la capital, les dejaran pasar sin oponer resistencia.

 

El nuevo jefe de Estado, Michel Djotodia, no ha sido reconocido por la comunidad internacional , y las arcas del gobierno están vacías. Para que el país vuelva a la normalidad haría falta desarmar y desmovilizar a miles de milicianos, muchos de los cuales son simples bandidos convertidos en rebeldes, pero nadie parece capaz de hacer esto. El mismo Djotodia es incapaz de imponer su autoridad y el caos sigue reinando en el país. Según UNICEF, hay al menos 2.000 niños en las filas de la Seleka. En las calles de Bangui se les puede ver hasta conduciendo motos que seguramente han arrebatado a alguien y no precisamente con muy buenos modos.

El escaso personal de ONGs y organizaciones humanitarias tiene pocas posibilidades de realizar su trabajo en la país. En el interior del país la situación es desesperada. Casi todas estas organizaciones han sido saqueadas por la Seleka y sus vehículos robados. Los trabajadores humanitarios y de la ONU que permanecen en el país están concentrados en el recinto de Naciones Unidas, en cuyas oficinas trabajan, comen y duermen sin apenas salir mientras siga así la situación.

Esta mañana, durante la misa, el sacerdote oficiante ha leído una carta del arzobispo de Bangui, monseñor Dieudonnée Nzapalainga, en la que ha hablado muy claramente de la situación del país y ha hecho un llamamiento a la paz y el respeto a los derechos humanos. Casi todos los domingos publica algún mensaje en este sentido. La gente aplaude. Al final cantan todos, dando palmas y moviéndose al compás de la música, un Aleluya que levanta el ánimo. Salimos de la iglesia, nos saludamos y en pocos minutos todos vuelven a sus casas, donde comerán la única comida del día por la tarde. Llegar a la mañana siguiente vivos y enteros es cada día, la única alegría que por el momento la gente se puede permitir. Al final he encontrado a sor Hortense, la superiora de la casa de la diócesis de Bangassou en Bangui donde me he hospedado algunas veces. Le he preguntado por el obispo Juan José Aguirre y me ha dicho que ha conseguido volver a su diócesis de Bangassou. Sé que tenía que haber vuelto a España para revisarse la salud, que tiene bastante delicada puesto que sufre del corazón, pero ha preferido regresar con su gente por lo menos de momento. Pienso en él y en muchas otras personas que en este momento de gran tristeza en Centroáfrica son un signo de esperanza".