Día 2: Principio y Fundamento

viernes, 19 de febrero de 2016
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alabar

18/02/2016 – En el segundo día de ejercicios ignacianos centramos la mirada en lo que Ignacio llama “Principio y fundamento”. Ahí está asentada la mirada antropológica y por ende de sentido para el hombre.

“El hombre es creado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor mediante esto alcanzar la salvación, y las otras cosas para la prosecución del fin para que es creado, y tanto ha de usar de ellas cuanto le ayuden para ese fin. Y por lo tanto es necesario hacernos indiferentes a todas las cosas creadas, de tal manera que de nuestra parte deseemos y elijamos lo que mas conduce para el fin que fuimos creados.” EE

Lo primero es sentir y gustar interiormente esta expresión fuimos “creados para”. Sentir interiormente esta frase es una gracia de Dios, por lo tanto debemos pedirla y pedirla con insistencia, para ser oídos y para no salirnos de la materia de oración el fin del acto creador de Dios. Con esto vamos a orar en el ejercicio de este día.

Vergüenza y confusión de mí mismo

Al ejercicio de hoy, entraremos en la presencia de Dios, como nos lo pide Ignacio en esta primera semana, en el reconocimiento de su grandeza, de su bondad, de su misericordia y ternura, con temor y temblor desde nuestra condición pecadora como el publicano en el templo: decirle y decirnos a nosotros mismos soy pecador, sin animarme a levantar la mirada, pero al mismo tiempo sintiéndonos abrazados por la misericordia del Padre. Esto es tener, como dice Ignacio, “verguenza y confusión de sí mismo”, que no es esconderse. Por el contrario, es darse a conocer como un es y como uno está con la consciencia de saber herido por el pecado, pero abrazado por el amor de Dios que es capaz de mucho más de lo que el pecado ha hecho. “Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia” como dice San Pablo. 

Como fuimos creados para Dios, delante de Él estamos con conciencia de pertenecerle. Le pedimos con insistencia, para ser oídos, para no salirnos de la materia de hoy que es el acto creador de Dios.

San Ignacio, en cada semana de ejercicio, nos hace hacer una petición puntual y lo termina con un coloquio. “El coloquio se hace propiamente hablando, así como un amigo habla a otro, o un siervo a su Señor; quándo pidiendo alguna gracia, quándo culpándose por algún mal hecho, quándo comunicando sus cosas, y queriendo consejo en ellas; y decir un Pater noster” (EE54)

El acto creador de Dios

El que crea es Dios. No está dicho explícitamente en el texto de Principio Fundamento, sino que se lo entiende desde como llaman los biblistas un “pasivo teológico” donde sin nombrarlo se entiende que es Dios quien actúa. “El hombre es creado”, ese es creado, lo supone a Dios. Yo he sido creado y soy sostenido en el acto de amor de la creación que de no existir desaparecería. Toma esta consciencia de que Dios no me dio marcha para que arrancara y fuera para adelante como un reloj, sino que el que me creó me sostiene en el acto creador y le da razón de ser a mi existencia en un amor que tuvo comienzo, se sostiene en el presente y estará también en los tiempos que vendrán. 

Además ensancho mi mirada hacia el mundo. Ya no solamente me fijo en mí, miro todas las cosas creadas las que tienen vida y las innanimadas, y con toda la creación alabo al Señor. Puedo decir “Señor, dueño nuestro, ¡Qué admirable es tu nombre en toda la tierra! como reza el Salmo 2, 23.

Y admiro, allí me quedo orando, contemplando, admirado por el acto de amor constante de Dios que me creó y que nos ha creado. Desde este lugar confiar en que Él tiene un plan para mí y borrar todo falso determinismo y mirada negativa de la vida. Expulsamos del corazón esas falsas ideas o de decirnos a nosotros mismos que no hay posibilidad d eser distintos, para darle lugar al creador de la vida para que libremente embelleciendo mi ser personal y todo lo que rodea el acto creacional de amor particular que Dios tiene por mí en todas las cosas que hacen a mi vida. 

Orarlo, masticarlo sin apuro, gustando cada palabra. En este momento de oración soy llamado a saberme criatura, dependiente en todo como un niño en brazos de su madre Salmo 131, reconociendo que ese ser como niños es la condición para entrar en el reino de los cielos. (Jn 3,3 ). Para volver a nacer, le dice Jesús a Nicodemo, hay que volver a nacer del agua y del espíritu. 

Tanto y cuanto

Dice el apóstol Santiago 1, 5-6 “Si a alguno de ustedes le falta sabiduría, que la pida a Dios, y la recibirá, porque él la da a todos generosamente, sin exigir nada en cambio. Pero que la pida con fe, sin vacilar; porque el que vacila es semejante al oleaje del mar, movido por el viento y llevado de una a otra parte”.

A la sabiduría, no se la estudia,  más que nada, se la recibe del espíritu.

La regla de “tanto y cuanto” propia de Principio y fundamento que expresa que “el hombre ha de usar de las cosas cuanto le ayudan, y tanto deba quitársela cuanto le impide a su fin” esta presuponiendo la gracia de discreción de espíritus, de discernimiento. Es el principio fundamental para el camino de los ejercicios. 

Por “las cosas” se entienden no sólo a realidades materiales sino también mociones y experiencias interiores. Debo estar atento a la voz de Dios y debo saber también que el mal espíritu busca interferir el encuentro y debo lanzarlo fuera para quedarme con el Señor.

En todo proceso de comunicación tenemos básicamente 3 elementos de comunicación: un emisor (el Señor que se comunica), un receptor (nosotros quienes le damos la bienvenida al decir de Dios) e interferencias, que serían los desordenes interiores, los ambientes a veces oprimidos por la fuerza del mal (espíritu del mundo) o la fuerza del maligno que busca sacarnos del camino de Dios. Éstas son las interferencias que tenemos que sacar fuera, para que la voz de Dios resuene con todo su poder creador y recreador, restaurador.  

Principio y fundamento supone descubrir la presencia del amor de Dios que me creó y que creó todo para mí, como hombre, rey de la creación, síntesis de todo lo creado. Y por eso, agradecérselo y bendecir a Dios: “Gracias, por haberme creado por amor”. Y al mismo tiempo el don de Dios. “Para alcanzar aquel fin que es darle gloria y alabanza a Dios que me creó y permanecer en Él, debo pelear, distinguir para quedarme con lo de Dios y lanzar fuera lo que no es de Él”.

 

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Momentos de la oración

1- Oración preparatoria (EE 46) me pone en el rumbo del Principio y Fundamento: que lo que yo vaya a hacer me ponga en el contexto de buscar y realizar, ya desde ahora, y por encima de todo, la voluntad de Dios.

2- “Traer la historia” (EE 102) Se trata de reconstruir la historia de lo que contemplo a partir de los datos. Ayudará leer detenidamente y varias veces el pasaje que quiero contemplar Salmo 100.

3- “La composición de lugar” (EE 103) tengo que componer la escena, re-crearla, reconstruirla desde los datos que la Escritura me ofrece.

4- Formular la petición (EE 104) La petición es la que enrumba la oración, la pone en búsqueda de algo, no la hace simple pasatiempo, sino persistente interés en alcanzar algo.

5- Reflectir para sacar algún provecho significa dejarme mirar por la escena, como ubicarme en ella: aquí me implico en ella como si presente me hallare. Es dejar que lo mirado me mire y me diga algo nuevo. Eso que se me dice son las mociones que se me dan.

6- Coloquio: a partir de lo que he vivido en la contemplación, no me faltarán palabras para pedir, agradecer, alabar o simplemente disfrutar de lo que se me ha dado.

7-Exámen de la oración me pregunto cómo me fue, las preguntas no hay que hacérselas a la cabeza sino a las imágenes. Me puede parecer que yo selecciono las imágenes. Pero es Dios quien me lleva a detenerme en ésta o aquella del álbum. Y desde ahí puedo hacerme preguntas como éstas: ¿Cómo es esta imagen? ¿De qué está construida? ¿Qué hay y qué no hay en la imagen? ¿Qué es lo que la imaginación se resiste a construir? ¿Qué explica que Dios quiera que me detenga en esta imagen o en esta palabra y no en las otras? ¿Por qué yo u otra de las personas están presentes o ausentes en la imagen?… Hay que hacerle preguntas a la imagen, a la sensación o a la palabra que ha resonado más en mi oración… Por eso a un buen contemplador le bastarán pocas imágenes…Es importante saberse ubicar bien en la contemplación: dónde estoy en ella y qué se me dice a mí en particular. Tal vez difiere de lo que se les dijo a los personajes del Evangelio… Me quedará la labor de interpretar ese signo y a la luz de Dios no me costará hacerlo.