Extender la mano y abrazar al hermano

jueves, 17 de enero de 2019
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17/01/19.- A la luz del evangelio de este día, podemos detenernos un momento en la respuesta del Maestro Bueno. Lo cura, pero lo cura tocándolo… El que tantos milagros habrá de hacer con su sola palabra, aquí quiere tocar. Si la llaga del leproso. Gesto valiente, decidor, para que sus discípulos entiendan que no hay nada que justifique que alguien sea excluido de ser tratado como persona. Con este gesto profético, el Hijo de Dios se hace leproso con los leprosos, porque en su locura de amar, ama a todos, pero de un modo especial a quienes la sociedad intentan descartar. Toda vida vale… y porque toda vida vale, Jesús nos enseña a ser militantes de la defensa de la vida de aquellos que por diversas situaciones, parecieran que no tienen lugar en nuestra sociedad o en nuestra mentalidad.

Se acercó a Jesús un leproso para pedirle ayuda y, cayendo de rodillas, le dijo: «Si quieres, puedes purificarme.» Jesús, conmovido, extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Lo quiero, queda purificado.» En seguida la lepra desapareció y quedó purificado. Jesús lo despidió, advirtiéndole severamente: «No le digas nada a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega por tu purificación la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio.» Sin embargo, apenas se fue, empezó a proclamarlo a todo el mundo, divulgando lo sucedido, de tal manera que Jesús ya no podía entrar públicamente en ninguna ciudad, sino que debía quedarse afuera, en lugares desiertos. Y acudían a Él de todas partes.

Mc. 1, 40-45