“El abandono en Dios prolonga nuestra esperanza”, dijo el Padre Héctor Espósito

martes, 23 de enero de 2018
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Nieta y abuelo

23/01/2018 – En su retiro radial de los martes, el Padre Héctor Espósito continuó reflexionando sobre el silencio, y tocó otra de sus áreas, la de la afectividad. Tomando como punto de partida el evangelio de San Mateo, 6,19, el Padre Héctor nos invitaba a adentrarnos en el misterio de la interioridad, “Necesitamos volver a casa”, expresaba.

¿Qué significa volver a casa?

“Y volver a casa es llevar la llave para poder entrar, necesitamos llevar el silencio para poder entrar a la casa de esta realidad tan única y profunda que cada uno tenemos”. “Tal vez hace mucho tiempo que no entramos en casa, así que debe haber una mugre, tanta cosa amontonada, tanta telaraña, y necesitamos poner la llave en la puerta para poder entrar en la interioridad”.

El silencio de la afectividad

La afectividad en primer lugar no es el amor propiamente, indica el Padre Héctor Espósito, el amor es mucho más profundo. “La afectividad es el resultado natural de no estar solos”. “Me afectan las cosas, las personas, las situaciones, porque las vivencio, y eso me toca, me afectan, me afectan en la medida que están cargadas de un significado”.
El padre Héctor hizo una comparación entre el cuerpo y las emociones: “La afectividad es toda la piel de mi cuerpo y las emociones son los granitos que aparecen en la piel”. O sea la afectividad abarca mucho más que la emoción. Así entendida la afectividad es la misma vida, es mi convivencia, es la capacidad de estar presentes en el mundo. En sí misma es una apertura a la presencia de los demás, de las cosas y de los acontecimientos, meditaba.

¿Cuál será el hilito que a mí me ata para no crecer espiritualmente?

Meternos en este campo, en el campo del silencio de la afectividad es un gran paso para volver a casa, expresaba el padre Héctor Espósito. “Este volver a casa implica una de las realidades más profundas que queremos vivir en un retiro espiritual, y es aprender orar”. Y nos recordó que lo primero que le pidieron a Jesús es “Enséñanos a orar”.

San Juan de la Cruz habla también en el libro “La subida al Monte Carmelo”, de un ejemplo muy lindo, dice que “A un pajarito le podemos atar una soga bien gruesa y no vuela pero también le podemos atar a su pequeña patita un hilito de coser y tampoco vuela”. No importa la cantidad de pecado que yo tenga, reflexiona el Padre Héctor, de atadura que me ata, de maldad que siento, que viví, lo que me hace mal es que no me deja volar ni la soga ni el hilito.

A veces es más fácil sacar la soga que el hilito, agregó. “Muchos de nosotros somos mediocres en la vida espiritual porque estamos más atados a hilitos que a sogas”. “Nos falta el fervor a la oración, el entusiasmo, la entrega, la decisión, porque estamos pegados a un hilito, ese hilito es el apego que no me deja volar”. La persona necesita la grandeza de tomar la decisión de cortar el hilito.

¿Cómo llegar al silencio afectivo?

  1. Mortificar los apegos, los deseos: Nosotros tenemos miedo de mortificar. ¿Qué es mortificar? Hacer morir, cortar, explicó el Padre Héctor. Mortificar los apegos.
  2. Fomentar el abandono en Dios: Y cuando uno cierra los ojos y se deja llevar por Dios a través de este silencio este abandono en Dios es el final del esfuerzo humano. Se perfecciona en el abandono. No se confunde con dejadez, con inercia, sino con la superación de los propios condicionamientos. El abandono prolonga nuestra esperanza y al mismo tiempo nos deja en reposo.

A modo de conclusión, el Padre Héctor Espósito, dijo que “El abandono en Dios suprime la ansiedad, abandonándose en Dios se llega adonde hay que llegar”.