“Amarás a tu prójimo como a ti mismo”

viernes, 23 de agosto de 2019
image_pdfimage_print

23/08/2019 – El debate sobre cual sería el primero entre tantos mandamientos en las Escrituras era un tema clásico en las escuelas rabínicas, en el tiempo de Jesús.

Jesús, considerado un maestro, no elude la pregunta que le hacen al respecto: “¿Cuál es el mandamiento más grande de la Ley?” Él responde de manera original, uniendo el amor a Dios y el amor al prójimo. Sus discípulos no pueden jamás separar estos dos amores, como en un árbol no se pueden separar las raíces de la copa: más aman a Dios, más intensifican el amor a los hermanos y a las hermanas; más aman a los hermanos y hermanas, más profundizan el amor a Dios.
Jesús sabe, como ninguno, quién es verdaderamente el Dios que debemos amar y sabe cómo debe ser amado: es su Padre y Padre nuestro, su Dios y nuestro Dios (cfr Jn 20, 17). Es un Dios que ama a cada uno personalmente. Me ama, te ama: es mi Dios, es tu Dios (“Amarás al Señor tu Dios”).

Y nosotros podemos amarlo porque nos ha amado primero. El amor que nos ha pedido es, por lo tanto, una respuesta al Amor. Podemos dirigirnos a Él con la misma confianza y fe que tenía Jesús cuando lo llamaba Abba, Padre. También nosotros, como Jesús, podemos hablar a menudo con Él, manifestándole todas nuestras necesidades, los propósitos, los proyectos, repitiéndoles nuestro amor exclusivo. También nosotros queremos esperar con impaciencia que llegue el momento para ponernos en contacto profundo con Él mediante la oración, que es diálogo, comunión, intensa relación de amistad. En aquellos momentos podemos dar rienda suelta a nuestro amor: adorarlo más allá de la creación, glorificarlo en el universo entero, donde está presente, alabarlo en el fondo de nuestro corazón o vivo en los tabernáculos, pensarlo allí donde estamos, en la habitación, en el trabajo, en la oficina, mientras estamos con los otros.

Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu
Jesús nos enseña también otro modo de amar al Señor Dios. Para Él amar significa cumplir la voluntad del Padre, poniendo a disposición la mente, el corazón, las energías, la vida misma. Jesús se ha entregado por entero al proyecto que el Padre tenía para Él. El Evangelio nos lo muestra siempre y totalmente dirigido al Padre, siempre en el Padre, siempre atento a decir sólo aquello que ha escuchado del Padre, a cumplir sólo lo que el Padre le ha dicho de hacer. También a nosotros nos pide lo mismo: amar significa hacer la voluntad del Amado, sin medias tintas, con todo nuestro ser: “con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu”. Porque el amor no es sólo un sentimiento.

 

Catequesis Completa