Bendita la luz de tu mirada

jueves, 3 de mayo de 2007
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Refiriéndose a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, dijo esta parábola: Dos hombres subieron al Templo para orar. Uno era fariseo, el otro, publicano.

El fariseo, de pie, oraba en voz baja.: – “Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás, que son ladrones, adúlteros, injustos, tampoco como este publicano. Ayuno dos veces por semana y pago la décima parte de todas mis entradas”. En cambio, el publicano manteniéndose a distancia, no se animaba siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: -“Dios mío. Ten piedad de mí que soy un pecador”. Les aseguro que éste último volvió a su casa justificado, pero no el primero. Porque todo el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado.

Lucas 18; 9 – 14

Estamos frente a condiciones básicas, necesarias que hacen falta para ir detrás de Jesús. Y actuamos siguiendo la enseñanza de los Padres de la Iglesia, de los maestros de la vida espiritual que, lo primero que hace falta para empezar a recorrer un camino es este don maravilloso de la Gracia de la humildad en el corazón. La que asiste al publicano en el templo, la que no puede penetrar en el corazón del fariseo. “El que se humilla será ensalzado, el que se enaltece será humillado”.

La humildad es la condición básica para ir detrás de Jesús y para servirlo al Señor, en los hermanos y particularmente para estar en comunión con El. Solamente un corazón humilde, sencillo, es capaz de entender el mensaje de Jesús. “Yo te alabo Señor del Cielo y la Tierra por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Si Padre, ésta ha sido tu voluntad”.

Esta expresión de Jesús es la certificación de lo que Jesús actúa de Gracia de Salvación entre los más olvidados, los postergados, los que son temidos por nada, los que el mundo desprecia. Publicanos, pecadores, pecadoras. Gente que no tiene nada para ofrecer. Traidores como en el caso de Mateo y Zaqueo, hombres dedicados a los negocios y de mala fama. Personas de poco calibres social, los pecadores. Gente que no tiene nada para dar: los enfermos, los leprosos, paralíticos, ciegos y sordos. En medio de ellos Jesús obra la Gracia de la Salvación porque encuentra un camino abierto.

Fíjense hermanos ¿Quiénes son los que Dios ha elegido para el misterio, para el servicio de su obra? No hay entre nosotros muchos sabios y prudentes según el mundo. Dios, dice Pablo, ha elegido a los despreciables para confundir a los que creen que son algo. En este nivel de sencillez y de búsqueda de lo que está perdido, donde viene a plantearse la paradoja del camino que Jesús hace en medio de su pueblo. Es totalmente otro, como se lo reconocía en el Antiguo Testamento. El inaccesible, al que no podía vérsele la cara, porque uno caía muerto. Como de hecho se le dio a entender Dios en una revelación a Moisés. Este no solamente se hizo uno de nosotros, sino que salió al encuentro particularmente de lo que estaba perdido.

Y en este sentido, nos resulta sumamente reconfortante saber que el Señor se acerca así a nosotros. Se acerca a nosotros no pidiendo que estemos en las mejores de las condiciones, sino así como estamos. ¿Cómo estás hoy? ¿Cómo te encontrás? ¿Qué sentís que no está en orden, que no está en su lugar en tu vida personal o familiar? ¿Qué te parece que en tu vínculo con Dios no está puesto en su lugar? ¿Cuál de las situaciones de tu historia te parece que hace rato viene pidiendo una acomodada? Sin embargo no llega el tiempo, no te das el tiempo. No te resistís a que tenés que empezar a poner las cosas verdaderamente en su lugar. Si pensás que por algunas de todas estas razones, Dios se aleja de vos, lejos de Dios está esta posibilidad. Por el contrario, se pone más cerca. Que tu vida es un gran desorden, Jesús se acerca a los que están así. A los que andan en otra.

Así como estás, Dios te quiere, Dios te ama y lo único que espera es que le abras el corazón. Y le digas como este publicano en el templo: “ten piedad de mí Señor por que me equivoqué, porque erré. Dios acércate a mi, a pesar de que yo me alejé de vos. Señor, ten piedad de mí. Recíbeme como estoy”

Seguramente si a estas poquitas palabras que yo te acabo de ofrecer las ponemos en contacto con otras que están escondidas en tu corazón y hablan mucho más claramente de cómo vos estás de cara a Dios, en esta actitud de el amor y humildad, de pedirle que se acerque a vos , vas a encontrar paz. La que estás buscando, la que te falta desde hace tiempo.

Guarda!!, posiblemente haga mucho tiempo que sintonizas con nosotros pero suele pasarnos a veces que, a pesar de sintonizar con la radio, que nos acerca a Jesús, no terminamos de sintonizar con Jesús que habla a través de esta radio. Podemos estar en la sintonía de la radio pero no en la sintonía del Espíritu. Y para estar en la sintonía del Espíritu hace falta tener esta actitud de corazón para seguir los pasos que el Espíritu nos muestra para el encuentro con Jesús. Que viene a cambiarlo todo en nuestra vida. Necesitamos esa actitud del publicano en el templo: “Señor Jesús, ten piedad de mí, soy un pecador.” ¿Sabés que se da en él? Se da lo que San Ignacio de Loyola plantea para la primera semana de los ejercicios, como condición básica para recorrer el camino de opción y de elección detrás de Jesús para un cambio de vida. Hace falta como actitud primera: ponernos delante de la mirada de Dios y con un corazón contrito, humillado, con vergüenza de nosotros mismos, entregarnos a Dios en confusión por como nos hemos equivocado en el camino y en decisión de apartarnos de todo aquello que nos ha hecho tanto daño, para comenzar a recorrer un camino nuevo por donde Dios nos quiera ir llevando.           

Te invito a esta vergüenza de vos mimo. No para cerrarnos en lo que no está bien en nosotros, si no a la luz de la mirada de Dios. Esa actitud interior de vergüenza y de confusión de uno mismo delante de Dios, sólo surge delante de Dios. Por la mirada del Señor. Reconocer que El te mira, que no es lo mismo que vigilare. Que no es lo mismo ver en que te vas a equivocar. Sino que te mira amándote y amándote te rescata. Esto es lo que mueve el corazón del publicano en el templo.

Sin duda, que esta actitud de este hombre corresponde a lo que Grün llama “espiritualidad de abajo”. La que debemos recuperar para poder recuperarnos. Que se trata no tanto de buscar alcanzar a Dios, sino dejarnos alcanzar por su Presencia y particularmente por su mirada.

Siguiendo las enseñanzas de Grün, podríamos decir que la actitud que hace falta para entrar en esta corriente de humildad y de sencillez, hace falta recorrer un camino de espiritualidad desde abajo.

La espiritualidad de abajo se distingue de aquella otra que llamamos espiritualidad de arriba. La espiritualidad de arriba consiste en querer llegar a Dios por una escalera. La escalera de los buenos propósitos, la escalera de la determinación solamente de uno. Ha de ponerse uno mismo metas y detrás de esas metas ir y deslomarse en actitudes, gestos de piedad, de oración, de una moral que corresponda de acuerdo “a lo que Dios pide”, bajo el signo de lo que debería ser. Y bajo el riesgo “de hacerlo todo tan perfecto y tan como tienen que ser las cosas que en algún momento, cuando esta nota se exagera está todo muy bien, pero nosotros no estamos dentro de ese esquema de vida. Todo en su lugar, todo a horario, todo a tiempo, todo bien hecho y bien cumplido… y nosotros fuera de esta realidad por que hemos puesto mas hacia fuera lo que deberíamos haber puesto mas desde dentro del corazón. El riesgo de la espiritualidad desde arriba es que nos hacer construir un castillo de cristal y nosotros viviendo en una chocita.

La espiritualidad desde abajo supone un dejar hacer a Dios. Más que hacer nosotros lo que a Dios le toca. Es una actitud ciertamente pasiva, pero igualmente movilízate. Pasiva en el sentido de que la iniciativa la tiene Dios, movilízate en el sentido que cuando Dios tomó su iniciativa, marca un rumbo.

Evidentemente el fariseo en el templo, corresponde a la espiritualidad de arriba. Fíjate la descripción que hace de sí mismo. El fariseo, de pie, oraba diciendo en voz baja: Dios mío te doy gracias porque no soy como los demás injustos, adúlteros, tampoco como este publicano y empieza a pasarle a Dios la boleta de todas loas cosas que hace por las cuales Dios debería mirarlo a él: “ayuno dos veces por semana, pago la décima parte de todas mis entradas”. En cambio el publicano empieza la espiritualidad desde abajo. Decía sin animarse a levantar la cabeza y los ojos al cielo: Dios mío, ten piedad de mí. Soy un pecador. Tan simple como esto, es esta actitud la que atrae la mirada de Dios.

Dios se fija en aquellos lugares donde puede hacer algo para mostrar que verdaderamente El es el camino. Por eso eligió a Simón Pedro y por eso a Pablo. Por eso eligió a una virgen para que sea Madre. Y a un asesino, como Moisés, para liberar a su pueblo. Por eso eligió a un viejo como Abraham para hacer de él una multitud de naciones. Por eso Dios elige a un hombre como Agustín Dipona, para que en medio de todo su desorden, él aparezca como una de las mentes más claras de todos los tiempos, de la humanidad, mostrando caminos de distintas formas. Lo simple de lo sencillo, lo que no cuenta. Lo que el mundo tiene por nada, Dios ha elegido para mostrar su fuerza y su poder.

Tres veces, dice Pablo, pedí al Señor que me librara de mi propia fragilidad, de esta espina que llevo clavada en mi carne. Tres veces, me respondió, te basta mi Gracia. Porque mi fuerza se muestra en tu debilidad.

En la espiritualidad de abajo el que hace el camino es Dios. En la espiritualidad de arriba es el hombre. El que quiere apropiarse de las cosas de Dios y aparecer él, en primer lugar, como el gran protagonista de la historia.

Tal vez, justamente éste sea el drama que vive la humanidad de hoy, que se ha endiosado de tal forma que todo lo quiere hacer por si misma. Claro, ha encontrado las respuestas que en otro tiempo de la historia no tenía. Lo que ahora ofrece la ciencia y la técnica y la cibernética. Ha encontrado los caminos para llegar a detener la velocidad de la luz, último descubrimiento que ha surgido en estos días. Con las consecuencias que se va a seguir de esto en el próximo tiempo. Casi no haría falta Dios. Es más, creo que esto es justamente lo que dice el mundo de hoy. Cuando comienza, detrás de la mala utilización de todos estos recursos, que la inteligencia humana ha descubierto , a autodestruirse; porque se ha apartado de Dios. Ha querido alcanzarlo a Dios. Cree poseerlo en el mismo momento en que cree que lo tiene en su mano comienza a descubrir que nada puede sin El.

Por otro lado, una parte importante de la humanidad, un altísimo porcentaje de la humanidad, que no tiene acceso a todos estos recursos tiene la gran posibilidad de encontrarse con este Seños. Con este Señor de la historia, que no niega la ciencia, ni la técnica, ni la cibernética, ni los fabulosos medios para vincularnos y comunicarnos, pero que es Señor de todo ello, viene al encuentro de los mas débiles, pobres y postergados. Para, en medio de nuestra fragilidad, nuestra pobreza y nuestra flagelación, decirnos que El puede mas de lo que nosotros nos imaginamos.

Te has puesto a pensar, cuanto pudo y cuanto puede Dios en tu vida. Como te puede Dios. Si no has hecho la experiencia, te invito a que la hagas. A que dediques hoy un tiempo a encontrarte con las partes mas frágiles de tu vida. Esas que no querés ser , esas a las que le esquivas. Allí donde están tus traumas, tus conflictos, tus historias no resueltas. Allí donde la vida se hace dolor y llanto, donde es desesperanza, donde parece que ya nada hay de respuesta. Te pido que te detengas allí, no para quedarte ahí, sino para esperar en ese lugar la llegada de un Dios que no demora en su venida. Aunque parece que por ahí llega tarde, en realidad, siempre llega a tiempo. Ni antes ni después. Espéralo. Espéralo en esa esquina de tu historia donde la vida te metió un golpe muy duro. Donde te parece que la metida de pata fue tan grande que ya no hay forma, que tu vida quedó marcada por siempre y que en realidad no vale la pena salir de ese lugar. Posiblemente porque no puedas, pero creeme que hay un Dios que puede en tu fragilidad, que es capaz, en medio de tu incapacidad. Que triunfa en tu fracaso.

Es Jesús en el que creemos. Al que te invito a creerle. No solamente a creer que existe, sino a creerle de que El está con vos.

Este hombre que dice hoy en la Palabra: “Señor ten piedad de mí, soy un pecador”, evidentemente vive en la Presencia de Dios. Sabe con quien está hablando. El otro que dice “yo hago aquello y hago esto y esto otro”, este no tiene ni idea con quien esta hablando.

Suele pasar a veces, de estar con personas muy importantes y ver aparecer a alguien que no tiene idea con quien está hablando y se mete una metida de pata de aquellas. Y uno piensa, “si éste supiera con quien está hablando”

Yo, del texto que estuvimos hablando digo lo mismo, si supiera con quien está hablando este fariseo. No tiene idea de quien es Dios. El otro, que estaba como menos hecho a las cosas de Dios, tiene mas claro de quien es Dios. Porque tiene menos resistencias.

Si uno se dedica a recorrer las páginas del Evangelio, de atrás para adelante, de adelante para atrás, se va a encontrar con Jesús. Y este Jesús que se dedica desarrollar la espiritualidad desde abajo. Entendida ésta, como el encuentro de Dios y su misericordia con lo que el mundo tiene por despreciable, lo que no cuenta, para confundir a los que creen que son algo.

Jesús se dirige intencionadamente a los pecadores, a los publicanos por que encuentra camino para el amor de Dios. Los que se tienen por justos reducen frecuentemente su intento de perfección a un monorrítmico girar en torno a sí mismos. Es como el perro que se busca morder la cola. Gira y gira y gira detrás suyo sin alcanzar nunca su objetivo.

En el Evangelio encontramos a un Jesús tierno, misericordioso con los débiles, con los pecadores, pero duro en su crítica con los que creen que la tienen clara, con los que creen que tienen verdaderamente resuelta la historia. Estos encarnan típicamente la espiritualidad de arriba. En la espiritualidad de abajo la cosa no está para nada clara. No ofrece seguridades, si da certezas. La certeza del Amor de Dios, que invita a caminar en la fe, pero no hay seguridades.

Si uno al acercarse a Dios busca seguridad, anda por mal camino. Puede que busque firmeza, entonces anda por buen camino, pero seguridades Dios no ofrece. Querés que te cuente “no lleven nada para el camino, ni pan, ni alforja, ni dinero, ni calzado. Tan solo un bastón, una manta”. Vayan sueltos, vayan desprovistos de todo ¿Pero quién es este tipo? Es una mala persona este Dios que nos ofrece Jesús. No, No. El que va desprovisto de todo va con todo, si descubre que Dios va con uno. El que no lleva nada para el camino lleva lo que tiene que llevar para el camino: la Presencia de un Dios que no abandona nunca.

Cuando decimos de no tener seguridades hablamos de no tener seguridades donde hacemos de las cosas un sustituto de Dios. Y entonces aunque no querramos mi trabajo pasa a ser un dios y mi hobby, mi dios también ¿Cuándo se nota eso? Cuando le pongo tantas fichas a mi familia, a mi trabajo, a mi hobby, a lo que me gusta, a lo que quiero, que me olvido de Dios.

Este Dios que nos presenta la espiritualidad desde abajo es un Dios que no da seguridades, pero da certezas. No da seguridades pero nos hace caminar a pie firmes.

Te invito a que hagas la experiencia de encontrare con El

No hace falta que para andar desprovisto de todo te saques la ropa, te saques los zapatos, no tomes la literalidad. Posiblemente haya mas de un lugar donde vos, en tu propia historia, te sientas frágil, desnudo, pobre, a la intemperie, en ese lugar anímate a creerle y a confiar en El.