Llamados a ser campo fecundo

miércoles, 30 de enero de 2019
image_pdfimage_print

29/01/2019 – Jesús nuevamente sale de la casa y se dije a la orilla del mar y la multitud se reúne entorno a él.  Y Jesús enseñaba por medio de Parábolas, nuevamente acá aparece Jesús Maestro. Cuando Jesús habla al pueblo, Jesús utiliza muchas parábolas: es un lenguaje comprensible a todos, con imágenes tomadas de la naturaleza y de situaciones de la vida diaria.

“Jesús comenzó a enseñar de nuevo a orillas del mar. Una gran multitud se reunió junto a él, de manera que debió subir a una barca dentro del mar, y sentarse en ella. Mientras tanto, la multitud estaba en la orilla. El les enseñaba muchas cosas por medio de parábolas, y esto era lo que les enseñaba:

«¡Escuchen! El sembrador salió a sembrar. Mientras sembraba, parte de la semilla cayó al borde del camino, y vinieron los pájaros y se la comieron. Otra parte cayó en terreno rocoso, donde no tenía mucha tierra, y brotó en seguida porque la tierra era poco profunda; pero cuando salió el sol, se quemó y, por falta de raíz, se secó. Otra cayó entre las espinas; estas crecieron, la sofocaron, y no dio fruto. Otros granos cayeron en buena tierra y dieron fruto: fueron creciendo y desarrollándose, y rindieron ya el treinta, ya el sesenta, ya el ciento por uno.»

Y decía: «¡El que tenga oídos para oír, que oiga!»

Cuando se quedó solo, los que estaban alrededor de él junto con los Doce, le preguntaban por el sentido de las parábolas. Y Jesús les decía: «A ustedes se les ha confiado el misterio del Reino de Dios; en cambio, para los de afuera, todo es parábola, a fin de que miren y no vean, oigan y no entiendan, no sea que se conviertan y alcancen el perdón.»

 Jesús les dijo: «¿No entienden esta parábola? ¿Cómo comprenderán entonces todas las demás?

 El sembrador siembra la Palabra. Los que están al borde del camino, son aquellos en quienes se siembra la Palabra; pero, apenas la escuchan, viene Satanás y se lleva la semilla sembrada en ellos.

 Igualmente, los que reciben la semilla en terreno rocoso son los que, al escuchar la Palabra, la acogen en seguida con alegría; pero no tienen raíces, sino que son inconstantes y, en cuanto sobreviene la tribulación o la persecución a causa de la Palabra, inmediatamente sucumben.

Hay otros que reciben la semilla entre espinas: son los que han escuchado la Palabra, pero las preocupaciones del mundo, la seducción de las riquezas y los demás deseos penetran en ellos y ahogan la Palabra, y esta resulta infructuosa.

Y los que reciben la semilla en tierra buena, son los que escuchan la Palabra, la aceptan y dan fruto al treinta, al sesenta y al ciento por uno.»

Evangelio San Marcos 4, 1-20.

Y podemos tomar tres imágenes de esta parábolas, ayudados por el Papa Francisco, cuando les hablaba en la JMJ de Río 2013:

1. El campo como lugar donde se siembra.

Todos conocemos la parábola de Jesús que habla de un sembrador que salió a sembrar en un campo; algunas simientes cayeron al borde del camino, entre piedras o en medio de espinas, y no llegaron a desarrollarse; pero otras cayeron en tierra buena y dieron mucho fruto (cf. Mt 13,1-9). Jesús mismo explicó el significado de la parábola: La simiente es la Palabra de Dios sembrada en nuestro corazón (cf. Mt 13,18-23). Hoy -todos los días, pero hoy de manera especial- Jesús nos dice que cuando aceptamos la palabra de Dios, entonces somos el campo de la fe. Por favor, dejen que Cristo y su Palabra entren en su vida, dejen entrar la simiente de la Palabra de Dios, dejen que germine, dejen que crezca. ¡Dios hace todo pero ustedes déjenle hacer, dejen que Él trabaje en ese crecimiento!

Jesús nos dice que las simientes que cayeron al borde del camino, o entre las piedras y en medio de espinas, no dieron fruto. Creo que con honestidad podemos hacernos la pregunta: ¿Qué clase de terreno somos? ¿Qué clase de terreno queremos ser?

Que lindo sería si hoy nos regalamos un momento de silencio para dejar entrar la semilla de Jesús. Acuérdense de este momento, cada uno sabe el nombre de la semilla que ofrece. Déjenla crecer y Dios la va a cuidar.

 

2. El campo, además de ser lugar de siembra, es lugar de entrenamiento.

Jesús nos pide que le sigamos toda la vida, nos pide que seamos sus discípulos, que «juguemos en su equipo».

Cuando hacemos deporte hay que entrenarse y entrenarse mucho. Así es nuestra vida de discípulos del Señor. San Pablo escribiendo a los cristianos nos dice: «Los atletas se privan de todo, y lo hacen para obtener una corona que se marchita; nosotros, en cambio, por una corona incorruptible» (1 Co 9,25).

¡Jesús nos ofrece algo más grande que la Copa del Mundo! ¡Algo más grande que la Copa del Mundo! Jesús nos ofrece la posibilidad de una vida fecunda, de una vida feliz, y también un futuro con Él que no tendrá fin, allá en la vida eterna. Es lo que nos ofrece Jesús.

 

3. El campo como obra de construcción.

Cuando nuestro corazón es una tierra buena que recibe la Palabra de Dios, tratamos de vivir como cristianos, experimentamos algo grande: nunca estamos solos, formamos parte de una familia de hermanos que recorren el mismo camino: somos parte de la Iglesia; Más aún: nos convertimos en constructores de la Iglesia, protagonistas de la historia. A veces experimentamos la esterilidad del campo cuando nos metamos en la cola de la historia, y no somos protagonistas, entonces es cuando vemos que la semilla no da su fruto…

En la Iglesia de Jesús, somos campo fecundo, cada uno de nosotros es un campo fecundo, llamado por Jesús.