Cómo evitar que el estrés impacte en el buen rendimiento estudiantil

martes, 10 de diciembre de 2019
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10/12/2019 – “No voy a poder aprobar”, “no sirvo para estudiar”, “nunca voy a terminar esta carrera”, “voy a dejar de estudiar”, “soy un inútil”. Estas cosas piensan y dicen muchos adolescentes y jóvenes cuando están, como en esta época, ante exámenes en la escuela o en la Universidad.

Padres y profesores lo saben bien. En esta época del año, sobre todo, los nervios se apoderan de los chicos por los exámenes. La tensión es importante: algunos rinden una materia para pasar de año; otros para entrar en una facultad o en una Universidad; otros porque tienen los exámenes de la carrera que ya cursan, etcétera.

El problema es que una importante cantidad de adolescentes y jóvenes, entre el 15 y el 25 por ciento del total, según algunos estudios, genera un nivel de estrés emocional que no pueden controlar, y terminan padeciendo altos niveles de ansiedad y angustia. El bloqueo llega a ser tal que no sólo repercute en su rendimiento, sino que puede desembocar en un fracaso en la carrera elegida o en un fracaso vocacional.

En diálogo con Radio María, Adriana Guraieb, Licenciada en psicología y miembro titular de la Asociación Psicoanalítica argentina, aseguró que “el problema central a la hora de sufrir estrés por tener que rendir exámenes es el exceso de ansiedad, y este inconveniente tiene tres pilares: La institución, la familia y el alumno”.

La especialista destacó: “Hay muchos factores que alteran la concentración de los estudiantes tales como la procrastinación y el pensamiento negativo. También aparecen “interferencias”, que sacan la atención de lo que se está haciendo”.

Recientes investigaciones sobre ciencias cognitivas y psicología están proporcionando una mejor comprensión sobre el binomio estrés y rendimiento. Se sabe que una ansiedad moderada puede mejorar nuestra productividad, pero que, en cambio, cuando es elevada y sostenida en el tiempo, puede abocar al fracaso. Conocer mejor esa relación permite a los neurocientíficos, docentes y psicólogos desarrollar estrategias que ayuden a afrontar esos miedos.