Con Jesús en el camino hacia un hombre nuevo

viernes, 1 de agosto de 2008
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Os digo, pues, esto y os conjuro en el Señor, que no viváis ya como viven los gentiles, según la vaciedad de su mente, sumergido su pensamiento en las tinieblas y excluidos de la vida de Dios por la ignorancia que hay en ellos, por la dureza de su cabeza los cuales, habiendo perdido el sentido moral, se entregaron al libertinaje, hasta practicar con desenfreno toda suerte de impurezas.  Pero no es éste el Cristo que vosotros habéis aprendido, si es que habéis oído hablar de él y en él habéis sido enseñados conforme a la verdad de Jesús a despojaros, en cuanto a vuestra vida anterior, del hombre viejo que se corrompe siguiendo la seducción de las concupiscencias, a renovar el espíritu de vuestra mente, y a revestiros del Hombre Nuevo, creado según Dios, en la justicia y santidad de la verdad.

Efesios 4; 17 – 24

Esta Gracia bautismal que nos sumerge en Cristo, como hemos visto el día lunes, que nos hace participar sin decíamos que es un término griego que quiere decir con, en nuestro idioma. Con Cristo queremos padecer, compadecernos con El..

Con Cristo queremos introducirnos desde El en el misterio de la vida de los hermanos en la caridad para poder con El transformar el mundo. Para esto hay que dejar que el don de la Gracia del Señor Jesús termine por revestir todo nuestro ser. Al que Pablo llama en éste sentido hombre nuevo que nace, dice Pablo en Colosenses, del revestimiento interior que la Gracia bautismal obra en aquel que es injertado en Cristo.

La imagen del vestido, como decíamos ayer, es bastante frecuente en Pablo. Aparece también en Gálatas 3, 27 todos los que han sido bautizados en Cristo han sido revestidos de Cristo El empleo de ésta expresión en Cristo nos remite a ese momento preciso que compartíamos antes de ayer y ayer que llamamos Gracia bautismal. Es ésta la que constituye la novedad de humanidad en nosotros. Ese es un don, un regalo del cielo. Una presencia de renovación no fragmentada o de momento sino constante, una renovación incesante la de la presencia del hombre nuevo en Cristo o por la Gracia del Bautismo en cada uno de nosotros.

En éste sentido la vida cristiana se desarrolla entre dos polos. Ya ocurrido ésta Gracia de renovación y todavía no ha alcanzado su plenitud. Esto que decimos es una tensión escatológica. Está tensada la cuerda de la humanidad entre lo que ya aconteció como Gracia de renovación y va aconteciendo hasta alcanzar su plenitud al final del camino. Por eso decimos ya si ha ocurrido y todavía no, en plenitud. Claro entiéndase.

Entonces mientras esto va aconteciendo nuestro espíritu se va despertando a discernir como y por donde sigue ocurriendo éste don maravilloso de transformación de la vida hasta como dice en el versículo 13 en el capítulo 4 el autor de la Carta a los Romanos hasta que todos nos juntemos en la misma fe y en el mismo conocimiento del hijo de Dios llegando a ser el hombre perfecto con la madurez adulta que hará de nosotros la plenitud de Cristo. ¿hacia dónde somos conducidos por ésta Gracia de renovación de hombre nuevo que llevamos dentro en Cristo Jesús por la Gracia bautismal? Hasta la madurez. Un hombre nuevo y una mujer nueva es un hombre y una mujer madura. Una madurez que se puede adquirir a los cinco años o puede ser que acontezca a los quince años.

Teresita del Niño Jesús en éste sentido es un testimonio de persona transformada en Jesús y madurada por la Gracia. Bastante caprichosa, muy consentida la niña, un tanto histérica, dicen algunos. En su modo de ser considerada como la reina de la casa, la más mimada de todas. Cuando muere su madre esto se acentúa aun un poco más hasta que una Gracia en la Navidad de sus quince años hace que ella misma relate: fui curada y me aparté de todo aquello que no me hacía vivir en paz. Era este encierre en si mismo y ésta mal crianza, por así decirlo de algún modo por la que ella no terminaba de madurar en su vida.

La Gracia es la que madura. El don de la Gracia es el que nos perfecciona, es el que nos saca de nuestros lugares caprichosos, es la que nos permite encontrar la dimensión nueva de la vida por la fuerza del amor que nos pone en el lugar que nos toca no en otro. A los quince años sintió ésta Gracia de madurez que terminó por completarse a los veinticuatro años cuando muy lejos de aquella otra experiencia de catorce años previos aquel don de madurez ella entregaba su vida con grandeza sin vincularse a esas niñerías con las que por ser tan consentida Teresita de Jesús había caminado en el capricho, como de hecho ella misma lo reconoce. El don de la Gracia nos madura, nos hace fuertes y nos permite entregar la vida con Jesús en plenitud hasta alcanzar la perfección del hombre nuevo.   

Este ser un hombre nuevo en Cristo no es una obra mágica, es un camino de transformación en proceso que pasa por las distintas etapas de la vida y que supone lucha por abandonar todo aquello que nos enclaustra en nosotros mismos, nos encierra, nos impide vivir en vínculo saludable y cordial con los demás, supone un proceso igualmente de transformación en proceso por etapas que hay que aprender a discernir por donde y como caminarlas según sea la propia biografía y a partir del reconocimiento de donde vengo y cual es mi historia entender cual es el pedir de Dios y su querer en éste momento del camino y en el fondo intentar leer de que se trata su proyecto, de que se tratan las metas que el Señor pone por delante de mí y caminarlas en la fe, caminarlas de la certeza de la ceguera de la fe guiados más por el oído interior que nos dice los por donde y como que porque tengamos a la vista ese por donde y ese como, ese hacia donde y porqué camino.

El proceso de transformación de nuestra vida en la fe guiados por la presencia del Señor que conduce la historia acontece en un momento de la historia como decíamos de un profundo cambio de la humanidad. Hay u7n modo de ser comunidad Iglesia que inserta en el mundo va desapareciendo. Va desapareciendo un modo de ser no la Iglesia. Un modo de ser Iglesia inserta en el mundo va desapareciendo. Es esa Iglesia que llamamos de Cristiandad.

Es la Iglesia que ha construido su propio modo de estar presente en el mundo creyendo que por el solo hecho de existir ha llegado a cumplir con su tarea. Es un poco fantasioso cuando no ridículo sostenerlo. Somos una voz más ésta voz de Jesús en la Iglesia, una voz más entre tantas voces y no es para todo el mundo en cierto modo que estamos llegando con nuestra voz sino invitados a que llegue a todos vamos muy poco haciendo al respecto porque nos hemos creído que por el hecho de ser de occidente ya éramos absolutamente cristianos y muy lejos de esto lo ha demostrado la realidad de todos los días.

La presencia de Jesús se ha licuado en medio de un montón de otros discursos que hacen que tengamos que salir de ésta fantasía de creer que por el hecho de pertenecer a occidente o vivir en ésta parte del hemisferio del mundo todo esté ya resuelto en Jesús. Ser occidental no se identifica con ser cristiano. Tiene toda una historia esto. Tiene la historia vieja que se prolonga en el tiempo de haber constituido en el año 348 a través del Edicto de Milán por Constantino al Imperio Romano que era perseguidor de la Iglesia hasta entonces en un Imperio cristiano. Se sacaron de los templos los dioses griegos y se introdujo por la fuerza la presencia de Dios.

A partir de entonces el Imperio más grande de la humanidad se cristianizó por la fuerza y creímos por mucho tiempo que así era. Sin respetar los procesos de las personas. Más aun como confundiendo evangelización con colonización. De hecho parte de todo esto lo hemos padecido en éstas tierras benditas. Quienes llegaron aquí llegaron entremezclados en el signo de la espada que colonizaba y la cruz que evangelizaba.

Verdaderamente hubo de todo pero es parte de un modo de ser. Este modo de ser es el que va cayendo. Menos mal que va cayendo porque permite que aparezca el genuino modo de introducir la verdad de Jesucristo en el mundo como sal para la comida, como fermento para la masa, como un poquito de levadura que se pone allí para que todo alcance su volumen en Cristo Jesús.

Este modo de ser Iglesia va cayendo y por ahí estamos un poquito desconcertados porque hemos vivido por siglos y arrastramos, dicen los Obispos de Argentina en Navega Mar Adentro, una inercia de un estilo de ser que todavía nos acompaña en éste creer que ya todo está resuelto en Cristo sin hacer un camino y un proceso que nos lleve verdaderamente a comprometernos por transformar el mundo.

Tal vez condicionados por aquello que pertenecer a occidente casi por decreto es haber recibido el hecho de estar cristianizados. No es verdad, no es cierto, hay que hacer camino.

Decimos aquí en nuestra Iglesia local de Córdoba en el diagnóstico pastoral en el segundo núcleo dice se encontraba bien incierto en un mundo que va desapareciendo pero permanece todavía desconcertada en el que se está alumbrando. Todavía actuamos como si estuviéramos actuando en una sociedad homogéneamente cristiana o como si gozáramos de un lugar social incuestionable de privilegio.

Sin embargo la experiencia cotidiana nos muestra que hoy tenemos que ganarnos un lugar sabiendo que la cultura de la vida de la sociedad ya no se identifica sin más con el mensaje de la Iglesia. Cuando permanecemos en éste lugar creyendo que todos entienden lo que decimos es porque no entendemos que la cultura ha cambiado, que la Iglesia tiene que readaptar su mensaje de siempre sin modificar lo esencial a un lenguaje nuevo con un nuevo ardor y con una nueva metodología para los tiempos de una evangelización que también es nueva.

Primero hay que caer en la cuenta donde estamos y a partir de ahí intentar buscar caminos. Te invito a que nos sigas acompañando. Esta obra que Dios ha inventado para éste tiempo habla de eso. Hay muchas nuevas formas de evangelizar. Esta es una. Caminemos juntos y nos animemos a llevar el Evangelio tan lejos como hoy se necesita, como se necesitó ayer solo que con la plena certeza de que la realidad en la que vivimos necesita de una nueva propuesta del Evangelio.

Es un momento crítico el momento de la vida de la comunidad eclesial frente a éste mundo de cristiandad que va cayendo al que no pertenecemos y el mundo nuevo que se va gestando delante de nosotros donde somos invitados a ubicarnos desde un lugar nuevo. Un momento crítico que hace por momentos quisiéramos volver al pasado. Entonces aparecen deseos restauracionistas dentro de la Iglesia.

Esto de que todo tiempo pasado fue mejor por miedo al tiempo nuevo que se abre delante de nosotros. Lejos de restaurar lo que ya se cayó. Tenemos que crear lo nuevo que permita construir el tiempo que vendrá desde una propuesta del Evangelio que suene en la pluralidad de las voces de pensamiento o de ausencia de pensamiento en el pragmatismo, de religiones y credos o de ausencias de credos en el mundo en que vivimos. Entre todas esas voces y silencios la voz de Jesús y el Evangelio encarnado en la vida de la comunidad donde el Señor se manifiesta realmente es una gran posibilidad que tenemos hacia delante.

No miremos para atrás ni nos dejemos llevar por éste deseo y anhelo por recuperar no el fondo del mensaje evangélico con toda su fuerza transformadora sino los modos y las formas con las que el Evangelio en un contexto cultural distinto se encarnó en otros tiempos. No se trata de la novedad por la novedad en si misma sino justamente de un fuerte espíritu de discernimiento para que la verdad del Evangelio de siempre con todas las consecuencias que se derivan en el y desde el en todos los ámbitos de la vida humana se encarne particularmente en estos tiempos hermosos, desafiantes, donde el Señor de la historia está presente. Es como negar el señorío de Dios.

Mirar atrás y buscar restaurar lo caído. Es como negar la presencia del Señor que guía la historia, que conduce particularmente a la Iglesia, el detenernos en estos tiempos y querer mirando hacia atrás restaurar lo que se cayó que corresponde a modos de otros tiempos.

Los Obispos en Aparecida aquí en América Latina con mucha audacia han dicho: hay estructuras eclesiales que ya no sirven. Cuando aparece una estructura organizativa determinada en el camino de la vida de la comunidad eclesial es porque corresponde a un tiempo determinado de la historia en el cual la Iglesia busca transformarlo para hacer en el mundo en el que vivimos un mundo más bañado por la presencia del Reino que se anticipa en el tiempo. Hay realidades que correspondieron a un tiempo, a un modo. Necesitan ser transformadas sin perder lo esencial del Evangelio.

El restauracionismo, ésta mirada hacia atrás de un modo de ser que hemos perdido aferrados a un tradicionalismo no colabora en el proceso de evangelizar que en estos tiempos Dios nos invita a reinventar sin apartarnos una coma de la verdad de Jesucristo proclamada en la Buena Noticia y6 al mismo tiempo estando presente allí con una expresión nueva, ha dicho Juan Pablo II, una mitología nueva, un nuevo ardor propios de los desafíos del tiempo por el que estamos transitando sino corremos el riesgo de conservar sin entregar.

Conservar cuanto guardar y a veces las cosas que guardamos por mucho tiempo por más que estén para nosotros bien conservadas terminan por podrirse, por perder su fuerza. Guardemos por mucho tiempo una comida aunque esté en la heladera y vayamos después de un tiempo a buscarla a ver como está en la conservadora. Está podrido. Dentro de la conservadora podrido. No es tiempo para conservar. Es tiempo de fidelidad al Evangelio, del Magisterio de la Iglesia y es tiempo de audacia, de animarnos a recorrer caminos nuevos y de penetrar con el Evangelio reproponiéndolo en un mundo  que ya no es cristiano y que necesita la verdad de Jesucristo pero no impuesto sino propuesto.

Solo esto es posible cuando estamos revestidos de la novedad de Jesucristo, del hombre nuevo en Cristo como propone Pablo. Las condiciones que hoy aparecen en el Evangelio son distintas a la de otros tiempos. Todavía estamos usando un lenguaje que ya no se entiende tan fácilmente y nos cuesta encontrar un nuevo modo de hacer presente el Evangelio en una sociedad de palabras relativas, caducas, rápidas que se pierden. El mundo de hoy se maneja con una lógica que dice aquel documento que gestáramos hace tiempo en la Arquidiócesis de Córdoba es la de consumir, producir y divertirse.

Nosotros como cristianos tomados por el Evangelio de Jesucristo somos llamados a revertir ésta lógica a partir de un crecimiento en nosotros del don de la novedad de Jesucristo en la interioridad del Evangelio y que nos lleve a una plenitud que está mucho más allá del consumir, del producir, del divertirse. Somos llamados en todo caso a compartir, a entregarnos y a gozar en la entrega que hacemos de nuestra vida. En éste contexto es donde aparece lo que los Obispos en Aparecida han planteado como camino de madurez y de crecimiento del hombre nuevo en Cristo al que se propone de nuevo como camino discipular.

Un camino discipular que no es nuevo. Lo que es nuevo es la propuesta del camino discipular por los contextos donde el camino se produce. Los Obispos Vascos en la Cuaresma del 2005 en España nos dejaron un documento hermosísimo y refiriéndose al tema del seguimiento de Jesús, del camino discipular decían: Así como Jesús es el Señor, sintetiza la forma breve de la fe pascual es la síntesis de la fe pascual ,decir Jesús es el Señor, seguir a Jesús es la forma más breve del comportamiento del cristiano en todo tiempo.

Para entender como ubicarse en estos tiempos y como encontrar la sintonía con los tiempos que fueron y la prolongación en los tiempos que vendrán la categoría di8scipular es la que nos pone en comunión con todo el proceso histórico. Somos discípulos.

El discípulo de hace quinientos años tenía características distintas al discípulo de éste tiempo por una cuestión sociocultural en la cual el discípulo de allá se movía y por una cuestión sociocultural por la cual el discípulo de acá se mueve. Las diferencias no ponen en riesgo la verdad del Evangelio qu7e aquellos discípulos y estos discípulos estamos llamados a vivir y ¿cuales son esos contenidos centrales del camino discipular de todo tiempo?.

Los Obispos Vascos lo dicen hermosamente: haber sido seducidos por El, como dice aquel discípulo del Antiguo Testamento, profeta como pocos Jeremías cuando expresa delante de Dios cual ha sido lo que lo sacó al encuentro de El, lo que lo llevó detrás de los caminos de Dios. Me sedujiste Señor y yo me dejé seducir. El discípulo deposita en ésta fuerza de atracción de la presencia de Dios una íntima confianza que lo hace lanzarse hacia delante, diría Pablo, olvidando lo que quedó atrás.

Habiendo sido alcanzado por Jesús el discípulo se pone en marcha seducido por Cristo se lanza hacia delante sin mirar hacia atrás. Sentirse envuelto es un amor incondicional hacia el Señor como el gran motivo de la vida. Identificarse con esa escala de valores que están contenidos particularmente en el Sermón de la Montaña. Decidirse a compartir la misión con otros y adherirse a la comunidad de los seguidores sin los cuales es imposible hacer un camino discipular.

No hay un Evangelio que pueda ser vivido individualmente. Siempre hay un acontecimiento de Gracia comunitaria que es la que permite la vivencia del Evangelio con otros. Esto que hacemos nosotros todas las mañanas cuando compartimos la verdad de Jesucristo. Es una Gracia de comunión que nos pone en contacto con el Evangelio de Jesús y nos permite proponerlo de una manera renovada. Tenemos que cuidar nosotros ésta Gracia en el servicio, desde la oración, desde la renovación de nuestra propia vida, desde nuestro compromiso en el estado de vida. Alejandro como esposo y padre, yo como sacerdote pero nuestro servicio del Evangelio es ciertamente discipular, ciertamente comunitario.

Si no hubiera comunidad, sintonía del Espíritu entre nosotros difícilmente podríamos expresar lo que el Señor quiere decir a través de las palabras la música y ésta compaginación que el Espíritu hace en medio de nosotros para que el mensaje llegue tan lejos como está aquel que lo necesita. Es el amor de Dios el que moviliza el vínculo discipular en la comunidad de los que proclaman la Buena Noticia. Somos testigos de esto. En éste sentido hablamos de una experiencia que nosotros mismos no sabemos mucho como ocurre porque esto es lo que pasa cuando los discípulos se reúnen a Jesús. No se sabe como acontece lo que acontece pero de verdad que se siente que su presencia está en medio nuestro cuando en su nombre somos congregados y más aun en nombre de Jesús somos enviados. Te invito a que abras a la experiencia de encontrarlo al Señor de una manera nueva sencillamente en lo que hagas todos los días invocando su presencia. En el nombre y por el nombre de Jesús seguramente para vos también se abre un nuevo camino.