“Cuidense del clericalismo, la mundanidad y el chusmerío” Francisco a la Arquidiócesis de Buenos Aires

lunes, 29 de octubre de 2018
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29/10/2018 – El Santo Padre envió un mensaje a la Arquidiócesis de Buenos Aires con motivo del Sínodo Arquidiocesano.

 

Queridos hermanos y hermanas:
El cardenal Poli me pidió si podía grabar un mensaje para esta Jornada Sinodal
y lo hago con gusto. Sigo el Sínodo desde acá, a través del boletín diocesano,
que como ahora viene con figuritas, con fotos, me sitúa mejor y sí que están
trabajando mucho. Además, sé que el cardenal ha recorrido ya casi todas las
parroquias durante este tiempo sinodal, antes ya las había recorrido, pero para
hablar con las comunidades parroquiales. O sea que, se ve que hay
movimiento.
Y el Sínodo es eso: moverse, caminar, caminar juntos, ponerse de acuerdo. Y,
cuando vos caminás, se supone que te encontrás con alguien y que hablás y
que lo escuchás, y que reflexionás. O sea, caminar para que haya encuentro,
escucha y reflexión. ¿Lo más difícil saben cuál es? Lo segundo: escucha.
Porque mientras el otro me está hablando, yo ya estoy pensando lo que le voy
a decir.
No, escuchálo tranquilo. Y después, lo que sentís, decíle, pero escuchar: “el
apostolado de la oreja”. Por favor, no se lo olviden, es muy importante.
La Iglesia, durante este camino, tiene que ser bendecida, porque caminar
juntos para crecer juntos, en la Iglesia particular, atrae la bendición de Dios. Y
en este camino van a encontrar cosas muy buenas y cosas no tan buenas.
Para no ser negativo empiezo por las no buenas así dejo las buenas para el
final, como el postre. Yo mencionaría tres dificultades, tres cosas que tienen
que cuidarse en este camino.
Primero, el clericalismo. Caminar en sinodalidad es que toda la comunidad
diocesana, parroquial o la colegial; por ejemplo, un colegio camina junto. Todos
son pueblo de Dios. A veces da pena cuando en una parroquia los fieles lo
único que hacen es ver lo que dice el cura, y el cura deja de ser pastor para ser
patrón de estancia. No, todos. Yo les hago una pregunta. Por ejemplo, en la
parroquia tuya, ¿hay consejo de asuntos económicos? En la parroquia tuya,
¿hay consejo pastoral? “No, no, todo lo hace el cura”. Bueno, ahí están en
clericalismo puro. Entonces, cuídense del clericalismo que es una perversión
en el cuerpo de la Iglesia. Es todo el pueblo de Dios, eso es la Iglesia, y que
caminan juntos.
Caminar para encontrar lo que Dios quiere, para manifestar la fe, para
alegrarnos con la fe. Entonces, primero, el peligro que hay siempre en la Iglesia
es el clericalismo. ¡Defiéndanse!
Segundo, la mundanidad espiritual. Vivir el Evangelio pero con criterios
mundanos. No, el Evangelio se vive con criterios evangélicos. Vivir
mundanamente… No sé, digo cosas un poco pour la gallerie, pero no desde el
corazón, con los valores humanos que el Señor nos dio y con los valores
cristianos que él nos reveló. Entonces, cuídense de la mundanidad. Fíjense
que esto no es ocurrencia mía; es lo que Jesús le pidió al Padre para los
discípulos:
“No te pido que los saques del mundo sino que los preserves, que los cuides,
para no caer en el espíritu del mundo”. Y el espíritu del mundo se nos filtra por
todos lados, ¡por todos lados!: “Ahora está de moda esto –todos allá, atrás de
la moda–, ahora está de moda esto, ahora está de moda pensar así…”. Y,
dentro de esto de la mundanidad, tengan los ojos abiertos, no se “coman”
cualquier cosa. Hay una palabra que a mí me dice mucho. Cuídense de las
“colonizaciones ideológicas”. “Colonizar”: nosotros fuimos colonia, América
Latina toda fue colonia, África fue colonia, Asia fue colonia… Entonces
pensamos que colonizar es que vienen los conquistadores, agarran el territorio
y mandan, porque así vimos en la historia. Pero también está la colonización de
la mente, la “colonización ideológica”, cuando desde otras partes te ponen
criterios que no son ni humanos, ni de tu patria y menos cristianos: eso es
mundanidad. Vivir ingenuamente. Entonces, segundo peligro: la mundanidad.
El tercer peligro, que para mí es el que más debilita a las comunidades
eclesiales, es el chismorreo.
El chismorreo es como un sarampión, que se mete y se mete, y no se puede
vivir sin sacarle el cuero al otro. ¡Cuídense de los chismes! Lean lo que dice el
apóstol Santiago sobre los chismosos. Cuántas veces oímos: “Oh, esa señora
es muy buena, va los domingos a misa, va todos los días a misa, pero es una
chismosa”. ¡Bendito servicio le hace a la Iglesia una persona así! Hay un
remedio para no ser chismoso: muérdanse la lengua. Se les va a hinchar, pero
así se van a curar.
Y cuando yo tengo ganas de decir un comentario, de sacarle el cuero a alguien,
o aunque sea una insinuación, mordéte la lengua y pedíle a Jesús que te saque
ese vicio. Los porteños somos chismosos, no solo nosotros, en todas partes.
Pero nosotros somos chismosos con cierta brillantez. Que en este camino
sinodal cada uno haga el esfuerzo de nunca decir una palabra, un comentario,
que disminuya al otro.
Los tres peligros que van a encontrar en el camino, –en este camino que es de
encuentro, de escucha y de reflexión–, tres peligros van a encontrar: el
clericalismo, la mundanidad y el chismorreo. Se defienden de eso. “Bueno
padre, está bien. Y ahora, ¿cuáles son las seguridades?”. Las seguridades vos
no las podés tener antes del camino: no hay seguro de vida, no hay seguro de
camino para esto. Cada día tenés que ponerte delante de Dios y caminar. “Sí,
pero, ¿con qué seguridad, padre, hago eso?”. Tenés dos seguridades que son
infalibles: primero, las bienaventuranzas. Metéte en el espíritu de las
bienaventuranzas. Las bienaventuranzas, ¿cuáles son? Estoy tentado de decir
que las digan en voz alta. Soy muy mal pensado, pero creo que ni la mitad del
estadio las sabe de memoria. Las bienaventuranzas…, agarrá el Evangelio de
Mateo y las leés. Y si las querés más breves agarrá el de Lucas, que son más
breves; pero, el espíritu es el mismo: el espíritu de las bienaventuranzas. Lo
que quiere Jesús del discípulo, de la discípula es eso. Esas son las cosas
lindas y son las seguridades. Con eso, con este aire, con esta atmósfera de
bienaventuranza el Sínodo no va a fracasar. Se los aseguro. Las
bienaventuranzas.
Y la otra seguridad es leer el protocolo sobre el cual nos van a juzgar. Y el
protocolo sobre el cual Jesús va a opinar sobre este Sínodo, cuando termine. Y
lo tenés en Mateo 25: las obras de caridad. Pero hay que escucharlas como las
dice el Señor. Lean todos los días, –los que quieren estar caminando en
sínodo, lean todos los días las bienaventuranzas y Mateo 25, y ahí van a estar
seguros.
Camino, no estén quietos, caminen para encontrarse, para escucharse, para
reflexionar juntos. Defiéndanse del clericalismo, de la mundanidad y del
chismorreo. Y fortalézcanse con las bienaventuranzas y con Mateo 25. Y todo
esto con la oración, que lo más importante de todo lo que dije es esto último.
Orar, orar como Jesús nos enseñó. Orar los unos por los otros: por los que
están en camino, por los que no quieren caminar, por los que caminan mal, por
los que están lejos, por la Iglesia arquidiocesana, por el arzobispo. Orar. Y en
este espíritu de oración, ciertamente que el Sínodo va a triunfar. Que Dios los
bendiga, y ya que rezan, recen también por mí. Gracias.
Francisco”.”
Ciudad del Vaticano
27 de octubre de 2018