De la culpa a la liberación por el camino del amor

jueves, 4 de julio de 2019
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04/07/2019 – Jesús recibe en casa de Simón a un paralítico al cual Jesús lo invita a caminar a partir de el perdón de sus pecados. Los fariseos lo cuestionan. Entre la ley y la libertad del amor que el Señor ofrece esta la solución de este hombre. Su parálisis se cura por el amor de Dios.

Te invito a liberar tus fuerzas interiores desde el amor que Jesús pone en tu corazón y en la misericordia de Dios, ponete de pie.

Catequesis en un minuto

 

Jesús subió a la barca, atravesó el lago y regresó a su ciudad. Entonces le presentaron a un paralítico tendido en una camilla. Al ver la fe de esos hombres, Jesús dijo al paralítico: “Ten confianza, hijo, tus pecados te son perdonados”. Algunos escribas pensaron: “Este hombre blasfema”. Jesús, leyendo sus pensamientos, les dijo: “¿Por qué piensan mal? ¿Qué es más fácil decir: ‘Tus pecados te son perdonados’, o ‘Levántate y camina’? Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados -dijo al paralítico- levántate, toma tu camilla y vete a tu casa”. El se levantó y se fue a su casa. Al ver esto, la multitud quedó atemorizada y glorificaba a Dios por haber dado semejante poder a los hombres.

San Mateo 9,1-8.

 

 

El sentimiento de culpa se puede designar como un estado afectivo, consecuente con un acto que nosotros consideramos reprensible, lo que nos genera remordimiento y auto reproches. También puede ser un sentimiento difuso de una cierta indignidad personal sin relación con un acto preciso. A veces, el sentimiento de culpa es como un paisaje londinense, se ve siempre como tenebroso, como cubierto de nubes, poco sol; así es el sentimiento de culpa, no hay nada en particular que oscurezca el corazón, es como un estado de ánimo interior que no nos permite estar en paz con nosotros mismos.

Es como si te estuvieran agarrando por atrás sin dejarte caminar. Sentís que no das pasos, estás como empantanado; el sentimiento de culpa es como estar embarrados.  Otras veces es un muro que tenemos adelante: nos equivocamos, caímos profundamente y de repente no hay nada que me convenza de que Dios me perdona; ha sido tan delicado el error, que siento que lo mío no tiene perdón, entonces nos dedicamos a autoexcluirnos.

Por detrás está siempre la soberbia, como queriendo hacer de soporte de este sentimiento que nos aleja de Aquél que puede hacerlo todo nuevo, transformarlo todo, el que nos puede liberar el camino poniéndonos de pie, Dios que con su fuerza nos saca de aquello que llevamos sobre las espaldas como un peso demasiado grande y que no nos deja caminar en libertad. Dios puede y ha venido a sacarte de ese lugar, de un sueño profundo, de lo que te aplasta, de lo que te trae un agobio en el corazón, de ese sentimiento que está en tu corazón. Queremos hoy, por la Palabra de Dios proclamada, ayudarte a que te liberes.

Hay culpas y arrepentimiento: cuando nos invade un sentimiento profundo de arrepentimiento se constituyen una contrición de corazón, y la vida comienza a ponerse en marcha.  La culpa, por el contrario, entristece el corazón; es un dolor que agobia, es un hundirnos sin posibilidad de salir de ese lugar, no tiene remedio el corazón. La conciencia de que no tenemos nada que hacer con nosotros mismos nace de mirarnos con un sentimiento de indignidad, donde no podemos acercarnos con claridad ni con transparencia delante de Dios ni delante de los otros.

 

Catequesis completa